¡O) iO sin =^ lio "O) so i(0 ico POR EL P. MIGUEL MIR m lA UEAL ACADEMIA ESPAÑOLA ZARAGOZA IMPRENTA DEL HOSPICIO PROVINCIAL I 89 I Digitized by the Internet Archive in 2013 http://archive.org/details/bartolomleonardoOOmirm BARTOLOMÉ LEONARDO DE ARGENSOLA US usen umt 11» i «BU POR EL P. MIGUEL MIR DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA ZARAGOZA IMPRENTA DEL HOSPICIO PROVINCIAL (o- ADVERTENCIA Los datos y documentos que han servido principalmente para este estudio, demás de las obras del propio Bartolomé Leonardo de Argensola, fueron recogidos por el Doctor Juan Francisco Andrés de Ustarroz en los Progresos de la Historia en el Reino de Aragón y elogios de sus Cronistas ^ cuya primera parte, relativa á Zurita, está publicada en la Colección de Es- critores Aragoneses, quedando la segunda inédita aún en la Eeal Academia de la Historia. De la parte del manuscrito refe- rente á los Argensolas debemos copia al Excmo. Sr. Conde de la Vinaza. Es notorio que D. Juan Antonio Pellicer, al publicar en el Ensayo de ma Biblioteca de traductores españoles las Noti- cias literarias sobre las vidas de Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola^ no hizo sino extractar y aun copiar en gran parte el manuscrito de Ustarroz. De estas Noticias de Pellicer se han aprovechado casi todos los que han escrito sobre los dos inge- nios aragoneses, y particularmente el Excmo. Sr. Duque de Yillahermosa para su Discurso de entrada en la Real Academia española, si bien las exornó y adicionó con juicios muy nuevos y acertados acerca de las obras de los Argensolas. Además de los datos que ofrece el manuscrito del Doctor Andrés de Ustarroz, hemos utilizado los muchos que hay esparcidos en libros sobre las cosas de Aragón, como por ejemplo, la Biblioteca de Lata- ssa, las Historias eclesiásticas y seculares de Aragón del Doctor Vicencio Blasco de La Nuza^ las Historias de la Universidad de 1 Zaragoza de Camón y Borao, la biografía del Doctor Bartolomé Arj^^ensola del Brigadier de Artillería Doa Mario de La Sala» los estudios sobre el mismo Doctor Bartolomé del Conde de la Viñaza, publicados al frente de varias de sus obras, y otros libros y papeles que se citan en el texto. También debemos noticias muy curiosas sobre los acontecimientos de la vida de Argensola á- algunos literatos de Zaragoza, singularmente co- nocedores de la historia de Aragón, y á cuya discreción y sabi- duría no acude jamás en vano el menesteroso de sus luces. Por último, cumple manifestar nuestro agradecimiento á la Exce- lentísima Diputación provincial de Zaragoza, la cual, vivamente interesada por cuanto puede contribuir á la gloria de Aragón, ha prestado su cooperación eficacísima al buen éxito del tra- bajo que fué servida de encomendarnos, debiéndose á su celo y actividad el hallazgo de los importantes documentos que lo avaloran, y que son sin duda su más preciado ornamento. BARTOLOMÉ LEONARDO DE ARGENSOLA En aquel período gloriosísimo de nuestra historia que por universal consentimiento suele apellidarse con el nom- bre de Siglo de oro^ florecieron en España dos varones in- signes, no menos hermanos en la sangre que en las dotes del entendimiento, los cuales entre la muchedumbre innu- merable de ingenios que ilustraron entonces nuestra patria alcanzaron lugar preeminente, y que aún ahora, á pesar de la acción del tiempo que todo lo gasta y consume, cam- pean llenos de gloria en el cielo esplendente de las letras españolas. Nacidos en Barbastrp en la segunda mitad del siglo dé- cimo sexto*, fueron fruto del enlace ó mezcla de la sangre española con la extranjera, de la cual han solido resultar en nuestra patria ejemplos singulares de intelectual y mo- ral grandeza. Llevaba su padre el apellido de Leonardo, ilustre en la ciudad de Ravena en Italia, y su madre el de Argensola, esclarecido también en la antigua nobleza de Cataluña; y fieles sus hijos al respetuoso cariño que de- bían á sus progenitores quisieron conservar en sus escritos 1 Entre los historiadores de las vidas de los Argensolas hay g-ran va- riedad en señalar las fechas de sus nacimientos: pero está ya demostrado con toda evidencia, pues así consta de las partidas de bautismo que se con- servan en la Ig*lesia parroquial de Barbastro y cuj^a copia leg'alizada puede verse en los Documentos justificativos de este Ensayo, que Lupercio Leo- nardo fué bautizado el 14 de Diciembre de 1559 y Bartolomé el 26 de Agosto de 1562. el recuerdo de entrambos, firmándose siempre Leonardo de Argensola. Lupercio, el mayor, siguió la carrera de la Jurisprudencia y con ella sirvió al Estado en graves y di- fíciles empresas; el menor, Bartolomé, se afilió al Sacer- docio y desempeñó en la Iglesia cargos muy importantes. Pero aunque tan desemejantes el uno del otro por las ocu- paciones de sus vidas, uniéronse ambos en el amor que profesaron á las letras y en la gloria que con ellas alcanza- ron. Escribieron poco; pero en todo lo que salió de sus. plumas se admiran vivamente reflejados los destellos de la eterna hermosura que resplandece en las regiones más elevadas del arte y del buen gusto. La investigación eru- dita les debe notables aumentos; cuéntalos la historia entre sus intérpretes más eximios, y el arte de la poesía logró erfe ellos cultivadores tan felices, que en aquella dichosa edad en que florecieron los poetas más ilustres que jamás tuva nuestra patria, fueron juzgados por los más doctos, ele- gantes y imicos en su línea , habiendo alcanzado de la opi- nión general el honroso nombre de los Horacios españo- les ^ apellido que les mereció la pureza inmaculada de su estilo , la gracia y urbana elegancia de su frase y aquella maravillosa tersura y sobriedad de conceptos que brilla en las obras del poeta de Venusa, y que ellos supieron felicf- simamente reproducir en sus inmortales escritos. A diferencia de lo que aconteció á gran parte de los ingenios de su tiempo, los hermanos Argensolas no tuvie- ron que luchar con las estrecheces de la pobreza ni con el desvío ó malevolencia de sus contemporáneos. La fortuna les fué siempre favorable. Si no vivieron en aquella abun- dancia de riquezas que excita la envidia y la maledicencia^ alcanzaron la dorada medianía tan apetecida de los buenos ingenios, la cual, alejando de sus ánimos los míseros cui- dados de la vida , les dió la paz y serenidad que necesitaban para poderse emplear libremente en las especulaciones del espíritu. Sus obras y sus personas fueron objeto de los elo* gios más entusiastas y del aprecio universal. La opinión de sus contemporáneos los colmó de todos los honores á que puede aspirar una honesta ambición. Sus talentos y cualidades morales los hicieron intervenir en los aconteci- mientos más importantes que pasaron en.su patria. Mien- tras vivieron ni un momento se interrumpió esta hermosa alianza del mérito y de la fortuna; y al desamparar la baja región de este mundo dejaron tras de sí larga muchedum- bre de admiradores , la cual , reproduciéndose de genera- ción en generación, ha perpetuado su memoria tributando á la excelencia de sus ingenios el homenaje de la estima- ción más respetuosa y del aplauso más vivo y sincero. El haber sido los hermanos Argensolas tan semejantes en sus aficiones literarias y en los triunfos que con ellas al- canzaron, fué causa de que sus contemporáneos, confun- diéndolos en una admiración común , no deslindasen con bastante exactitud el mérito de cada uno de ellos. Esta confusión perjudicó evidentemente á su gloria, ya que mez- clados sus nombres en los aplausos de unas mismas ala- banzas, no bien discernidas sus obras, antes atribuidas á uno las que indudablemente pertenecían al otro, y aun ba- rajados á veces sus nombres de una manera inverosímil^, perdió cada cual lo que más tenía que realzarle, que es aquella nota propia, peculiar y característica que distin- guiéndole de los demás le había de constituir en personali- dad singular é independiente. En medio de esta confusión en que envolvió á los Ar- gensolas el entusiasmo de su tiempo , es hoy muy difícil re- construir sus fisonomías literarias, haciéndolas revivir en la mente con sus rasgos propios y distintivos; y se dificulta aún málíesta representación por la distancia no menos que 2 Cervantes en su Viaje al Parnaso, cap. III, llama á los Argensolas ios Lupercios, dando á los dos el nombre del mayor. En igual error incurrió •el autor del Panegyrico por la poesía, impreso en Sevilla el año de 1627, y dado recientemente á la estampa por el Excmo. Sr. D. Manuel Pérez á& Guzmáu, Marqués de Xerez de los Caballeros (Sevilla, 1886). — 6 — de tres siglos que de ellos nos separa, por la escasez de sus escritos y por la falta de noticias sobre sus vidas que han llegado hasta nosotros; y con todo esto, es tal la simpatía que engendra la contemplación de estas figuras, siquiera borrosas y mal determinadas, que á poco que se fije en ellas la atención , siéntese el ánimo vivamente movido á acometerla , esperanzado de que en llevarla á cabo ha de encontrar no menos dulce deleite que sana y provechosa enseñanza. Noble en verdad y en -gran manera útil y agradable sería estudiar cada una de estas figuras por sí, y después de analizar las cualidades extrínsecas que se vienen á los ojos , penetrar en las interioridades de su sér y buscar en él la raíz de aquellas perfecciones que tanto nos agradan cuando las miramos por de fuera. Hermoso sería distinguir y particularizar las dotes que constituyen la esencia de cada uno de los dos ingenios , y habiendo estudiado en Luper- cioal poeta insigne, al grave historiador, al repúblico exi- mio, poner á su lado la figura de su hermano Bartolomé, también poeta, también historiador y también repúblico, á pesar de su pacífica condición de Sacerdote, y ver á uno y á otro moverse en el ambiente social que los rodea, y con- siderar las muestras que dan de su gallarda actividad, y tantear y aquilatar los méritos y excelencias de cada cual, para fallar el litigio todavía pendiente sobre á quién de los dos es debida la preferencia. Y pondría el colmo á este es- tudio, investigados ya los méritos y las excelencias de uno y otro escritor, buscar el origen y las condiciones de su crecimiento, y ver cómo se formaron y desarrollaron á vueltas de las circunstancias en que ambos vivieron, y qué parte debe atribuirse en esta formación á las nativis cuali- dades de sus entendimientos, y cuál á las condiciones ex-- trínsecas de sus vidas, para venir á apreciar las razones de estas diferencias y los elementos de aquellos delicadísimos matices que los distinguen y singularizan. Mas este estudio tan bello y provechoso es evidente- mente inoportuno en la ocasión presente, ya que habiendo tomado la pluma para introducir al lector al examen de una de las obras puramente literarias de Bartolomé Leo- nardo, huelga sin duda todo cuanto se refiera á su herma- no Lupercio; y aun lo que se diga de Bartolomé ha de ir ceñido á la parte literaria de su fisonomía, que es la única que puede interesar al que quiera formar juicio exacto del mérito del escritor. Así, dando de mano, no sin cierto dis- gusto, á este estudio, y dejando también en la sómbralos merecimientos del mismo Bartolomé en lo que concierne á su cualidad de Sacerdote, Rector de Villahermosa y Ca- nónigo zaragozano, y á la más ruidosa de hombre político que intervino en los asuntos públicos en tiempos de los más turbados de su patria, nos concretaremos al examen de sus merecimientos literarios, investigando los elementos intelectuales y morales que contribuyeron á la formación de su ingenio y á darle aquella cultura amplia y generosa que le granjeó el prestigio y reputación que tuvo entre sus coetáneos, y que le preparó á la producción de unas obras que han sido juzgadas en todo tiempo como gloria del hu- mano entendimiento y honor de las letras castellanas. A.L representarnos la figura literaria del menor de los Argensolas, y cuando estudiamos las cualidades que la for- maron, así las espontaneas y naturales como las adquiri- das con el esfuerzo y estudio, se nos ofrece cual uno de los más bellos ejemplares del literato ó humanista, tal como lo produjo en España la memorable edad llamada del Rena- cimiento. Habíale prevenido el cielo con las dotes y con- diciones rnás excelentes para brillar en esta clase de estu- ■» dios. Su inteligencia era clara y perspicaz, viva y variada su fantasía, su manera de sentir noble y levantada, enla- zándose estas facultades con tal concierto en su alma, que de ellas resultó un conjunto rico y harmonioso cual raras veces se ve en el humano ingenio. Inclinado desde su niñez á cosas y acciones generosas , no tuvo dichas facultades es- tériles y baldías, ni menos las empleó en objetos indignos y envilecedores , sino que las cultivó con esmero , las en- nobleció con el trabajo y el estudio, y cuando llegó la oca- sión de hacer de ellas la aplicación oportuna, las ocupó en asuntos que al par que perfeccionaron su inteligencia y en- grandecieron su corazón, oolmaron de provecho á sus se- mejantes y de honor y gloria á su patria. Objeto especial de sus estudios y trabajos fué la investi- gación de las leyes y preceptos de la eterna hermosura que reluce en las cosas, así las del orden material y sensible como las del inmaterial é invisible, y la aplicación de es- tas leyes á la realización de las obras ó concepciones de la mente, habiendo puesto tanto empeño en esta aplica- ción, que de ella formó la ocupación principal de su vida. Cuán felizmente estuvo ésta empleada y los frutos que re- sultaron de su actividad, dícenlo la excelencia de sus escri- tos y la diferencia que los separa de la mayor parte de los que se publicaron en su tiempo. Porque si en medio de la muchedumbre de escritores de que fué tan fecunda la Es- paña del siglo décimo sexto, hubo muchos que alcanzaron noticia más profunda de la clásica antigüedad de la que po- seyó Bartolomé Argensola, si otros penetraron más adentro en los arcanos de la filosofía y déla historia, si conocieron más de cerca la realidad de las cosas, y vieron más gentes y naciones y descifraron mejor los enigmas que propone el Universo á nuestra contemplación , pocos hubo que enla- zasen con más hermosa harmonía en su mente esta varie- dad de conocimientos y que traspasasen con más acierto á sus escritos las enseñanzas que de ellos se derivan. Otros escritores produjeron más, fuese por ceder á la irrefrenable exuberancia de sus ingenios, ó por halagar el gusto del vul- go que exigía esa continua, afanosa y desordenada produc- ción; nuestro Argensola se contentó con escribir poco, pero bueno, atento á agradar no á los más, sino á los mejores, si consultando por una parte su propia inspiración , no desviando nunca los ojos de los ejemplares de la perfección artística, cuyas bellezas procuraba imitar, y señalada- mente aquella sobriedad en el uso de sus facultades, que €s el colmo de su perfección y su más acabado complemen- to. Fué esto efecto de la nativa correspondencia de estas mismas cualidades, de la educación literaria que recibió, de la bien entendida imitación délos mejores modelos, del trato y conversación que tuvo con los varones más doctos de su tiempo y aun de las vicisitudes de su vida, las cuales, al par que le alejaron de las sacudidas violentas que tras- tornan y esterilizan á veces las mejores disposiciones del ánimo, le ofrecieron las ocasiones más favorables que pudo desear para el cultivo de las dotes de su entendimiento, y para engendrar y perfeccionar en su alma aquellos hábitos de paz y de serenidad de espíritu, que son las condiciones necesarias para la producción de las obras artísticas. La época en que tocó vivir á Bartolomé Leonardo fué la más á propósito para el logro de estas dichosas dispo- siciones. En la segunda mitad del siglo décimo sexto había llegado nuestra nación al grado de cultura literaria más — 10 - brillante y fecundo que hasta entonces había alcanzado. La semilla sembrada en el campo de las letras españolas por Antonio de Nebrija, Vergara, Ginés de Sepúlveda y otros varones insignes, no sólo había germinado vigorosa y pujante, sino que estaba ya dando los frutos más sazo- nados de sabiduría y de buen gusto. Los preceptos clásicos aprendidos en los monumentos de Grecia y de Roma , des- pués de haber sido estudiados según los mejores métodos^ eran felicísimamente aplicados á las obras del ingenio, tales como podía producirlas la gallardísima espontaneidad de los españoles. La estudiosa juventud, puesta bajo la direc- ción de profesores doctísimos, era amaestrada no sólo en las leyes y reglas morales que forman y ennoblecen el ca- rácter del hombre , sino también en aquellos dogmas de eterna sabiduría que engrandecen la mente y la adiestran y le franquean el camino para la resolución de los arcanos que nos presenta el estudio de la naturaleza. Grandes cen- tros de educación se creaban en todas partes, reformábanse los antiguos, y la más noble emulación y competencia por el fomento de los buenos estudios reinaba en las clases más granadas de la sociedad española. Al par de las Universidades de Alcalá, Salamanca, Va- lencia y otras cien que fomentaban con empeño la difusión de la enseñanza, brillaba en aquellos días la de la retirada ciudad de Huesca, si no de tan ruidosa celebridad como aquéllas, no menos celosa de comunicar á la juventud que á ella acudía el caudal de doctrina que formaba entonces la mejor instrucción y cultura literaria. A esta Universidad fué enviado Bartolomé por su padre Juan Leonardo, que estaba á la sazón en Alemania;, donde servía como Secre- tario al Emperador Maximiliano II, Gobernador que fué varias veces de España durante la ausencia de Carlos V y ' del Príncipe Don Felipe. En sus aulas , en compañía de su hermano mayor Lupercio, de quien ya es hecha men- ción , y de otro menor Pedro que falleció en lo mejor de — 11 — su edad , abrió su entendimiento á la investigación de las verdades que la luz de la sabiduría descubre á la mente de la estudiosa juventud; allí, bajo la dirección de doctos profesores, estudió con ahinco los modelos de la clásica an- tigüedad, los cuales, mostrándole los rastros de la hermo- sura que en ellos resplandece , depositaron en su alma las semillas de una educación que tan buenos frutos había de rendir más adelante; el estudio de la Filosofía manifestó á su inteligencia las razones y causas supremas de las co- sas, afianzándola en las bases indestructibles del orden in- telectual y moral; la ciencia del Derecho le imbuyó en los principios de rectitud que mantienen unidos los elementos de la humana sociedad, y la sagrada Teología, levantán- dole á una esfera de conocimientos inaccesibles á las fuer- zas de la razón humana , le hizo entrever los arcanos de una Providencia sobrenatural, que se ha dignado mani- festarse á los hombres para hacerlos partícipes de los te- soros más preciados de su misericordia. Cuánto hubiese de aprovecharse Bartolomé Leonardo de esta enseñanza acredítalo el hecho de que habiéndose inclinado á la carre- ra del Sacerdocio, aun antes de cumplir la edad canónica, á los veintidós años, fué acreedor á que le fuese conferida aquella altísima dignidad, mediante las necesarias dis- pensas. Pero si la enseñanza recibida en la Universidad de Huesca echó los citjiientos de la educación y formación in- telectual de Bartolomé Leonardo, el ambiente social en que creció y que dió á estos elementos su mayor lustre y perfección, fué el que se cernía entonces sobre la ciudad de Zaragoza. En aquel tiempo estaba la capital del antiguo reino de Aragón en el principio de un período de cultura literaria, que había de extender su gloAa no sólo por los lí- mites de la región aragonesa, sino por los de toda la patria española. La Universidad cesaraugustana que hasta enton- ces había respirado en uiia atmósfera lánguida y desalen- — li- tada, lograba notabilísimas creces y aun alientos de nueva vida, gracias á la munificencia del famoso Prior de La Seo Don Pedro Gerbuna. Deseoso este varón esclarecido de dotar á la capital aragonesa de un establecimiento de en- señanza donde pudiera la juventud recibir una educación literaria tan completa como la que recibía en las más famo- sas Universidades de España , había aumentado al antiguo claustro con cátedras nuevas , llamando para desempeñar- las á varones que, con la fama de su nombre y con el brillo de su doctrina, acreditasen la reciente fundación y fuesen el sólido fundamento de la gloria á que la destinaba. Todas las ciencias entonces cultivadas lograban en la renovada Universidad eximios profesores. La sagrada Teo- logía estaba dignamente representada por el P. Fray Je- rónimo Xavierre , Prior del convento de Predicadores de Santo Domingo en Zaragoza, varón délos más insignes de su tiempo , que fué llamado más tarde á dirigir la con- ciencia del Rey Don Felipe III y condecorado con la al- tísima dignidad cardenalicia , y de quien dice uno de los antiguos historiadores de esta escuela^ haber sido «la pie- dra fundamental de la Universidad de Zaragoza, no sólo de la Facultad teológica, sino de toda la enseñanza de lasaña doctrina». Dignísimos compañeros de este escla- recido profesor en la enseñanza teológica fueron el agus- tino Fray Pedro Malón de Chaide, predicador ilustre, autor del célebre libro de la ConversÍQn de la Magdale- na , y uno de los escritores de más brillante imaginación y florido lenguaje que ha habido en España, Fray Juan Granada, dominico, teólogo insigne y orador elocuen- te , y Francisco Gayán , Francisco Maldonado y Felipe Monreal , no menos doctos y experimentados. La ciencia de los Cánones terfía afamados intérpretes en el Doctor Martín Miravete de Blancas, que joven aún era ya famoso 3 Don Inocencio de Camón en sus Memorias literarias de Zaragoza, parte 1.% p. 27. — 13 — como catedrático de la Universidad de Lérida , de donde fué llamado á Zaragoza por el benemérito Gerbuna; Juan de Rivas, Lugarteniente que fué del Justicia de Aragón y el Doctor Juan Francisco Torralva. La doctrina del De- recho, enaltecida siempre en Aragón, gozábase con ilustra- dores insignes en el Doctor Juan Costa, á quien habían ya admirado Barcelona y Salamanca como orador elocuentí- simo, y Mícer Carlos Monrtesa , igualmente versado en la ciencia del Derecho que en la de la Filosofía , y traductor de los famosos Diálogos de amor de León Hebreo. En el ameno cultivo de las letras humanas continuaban las glo- riosas tradiciones dejadas en los viejos estudios de Zara- goza por el célebre helenista Lorenzo Palmireno, prez de Alcañiz , y por Pedro Juan Núñez, maestro de Juan Cos- ta, de Miguel Belenguer y otros humanistas aragoneses, el sabio manchego Pedro Simón Abril , uno de los profe- sores que más fiel y gloriosamente seguían en España las huellas de Antonio de Nebrija, no menos docto en la len- gua latina que en la griega, y traductor benemérito de Aristóteles, Cicerón, Terencio y otros autores clásicos, el Licenciado Jusepe de Salinas, gramático excelente, los la- tinistas Martín Sevín y Juan Lobera, y en fin, el doctísimo flamenco Andrés Schotto, ilustrador de nuestra historia, cuyo discípulo se preciaba de haber sido Lupercio Leo- nardo de Argensola, y que después de enseñar la lengua latina y griega en Alcalá y otros puntos, fué llamado por Cerbuna á Zaragoza para que la esclareciese con su doctri- na. Finalmente, en otras Facultades déla Universidad le granjeaban crédito altísimo los doctos Jaime Lisbona, Juan Sancho , Pedro López , Jerónimo Borja , Jerónimo Jiménez, Juan Valero Tobar, Juan Sanz, Pedro Jerónimo Portolés y otros que sería largo referir. Tales eran los adiestrados profesores á quienes el gran Cerbuna confiaba el desempeño de las cátedras de la nueva Universidad y la gloria y los adelantos del Instituto por él restaurado. — 14 — A participar de los bienes que tan á manos llenas les eran ofrecidos, habían acudido de todas las provincias que formaban el antiguo reino de Aragón , y en especial de su capital, los jóvenes de mejores esperanzas, muchos de los cuales habían de ennoblecer la patria aragonesa con sus ta- lentos y virtudes. Entre ellos vemos figurar el famoso Luís Aliaga, catedrático más tarde de San Vicente de Paúl, y más conocido en la edad moderna como émulo de Cervan- tes y autor presunto del Quijote llamado de Apellaneda, que por los cargos honoríficos por él desempeñados; al futuro Arzobispo de Zaragoza Pedro Apaolaza, á Marco Guadalajara Xavierre, á Luís Saravia y á otros ciento que fueron honor de su patria y de la Universidad de Za- ragoza. Entre estos varones insignes, profesores unos y discí- pulos otros, entrados aquéllos en la madurez de la edad y célebres ya en la república de las letras, y notables éstos por las esperanzas que hacían concebir de sí, se deslizaron los mejores años de los hermanos Argensolas; entre ellos se distinguieron por la excelencia de su talento y por la gra- vedad de su carácter, contrayendo amistades que fueron en adelante apoyo y estímulo de su gloria , y siendo tan bien quistos de la parte más ilustre de la sociedad zarago- zana, que muy pronto se granjearon la opinión que tan bien supieron conservar en adelante de «bien hablados, y buenos entendimientos y grandes conceptos^». La amistad que tenía el padre de los Argensolas con los Duques de Villahermosa Don Fernando de Aragón y Doña Juana de Ubernstain y Manrique, dama que vino de Alemania con la Emperatriz María, así como había intro- ducido al servicio de aquella noble familia al hijo mayor Lupercio con el cargo de Secretario del Duque, así había 4 Comentarios de los sucesos de Aragón en ¡os años 1591 y 1592, escritos- por Don Francisco Gurrea y Aragón, Conde de Luna. Madrid, año 1888; pág". 82. — 15 — dado ocasión á que el menor Bartolomé fuese propuesto para regentar como Rector la parroquia del pueblo de donde derivaba su título la ilustre casa. Este fué el primer cargo que desempeñó en su carrera, y por él fué conocido generalmente de sus contemporáneos, quienes á una voz le suelen apellidar en sus escritos con el nombre de Rector de Villahermosa. ignórase cuántos años pasó en aquella oculta y retirada villa , situada entre montes asperísimos y en los confines del reino de Valencia. Su hermano Lu- percio en carta escrita desde la Corte por los años de 1 592^^ nos le representa Entre esas penas ásperas y yertas, Con las nabes cubiertas, cuyas cumbres De escuras nubes siempre están cubiertas, Ya reprehendiendo al pueblo sus costumbres, Ya por él ofreciendo sacrificios Junto á las aras entre sacras lumbres: noble y santo empleo de la vida, en verdad , que había de conformarse á maravilla con la disposición de ánimo de Bartolomé, y fomentar en él los sentimientos de paz y de tranquilidad de espíritu , que fueron la cualidad más dis- tintiva de su carácter. Allí, retirado del tráfago de las gen- tes, recogido en sí y á solas con sus amados libros, apren- dería á amar la soledad, á buscar solaz en el trabajo y es- tudio, á complacerse en la contemplación de los nunca marchitos espectáculos de la naturaleza , y á preferir la sencillez y sinceridad de las costumbres tan connatural á la vida de los campos, á la tumultuosa y agitada qué" se lleva generalmente en las populosas ciudades. Profunda huella hubieron de dejar tales sentimientos en su alma, ya que á vueltas de las vicisitudes de los acontecimientos en que más adelante se vió envuelto, suspiró siempre por 5 Publicada por primera vez por Pellicer en las Noticias para la vida de Lupercio Leonardo de Argensola, p. 8, y reproducida por el Conde de la Vinaza en las Obras st^eltas de Lupercio, tomo I, p. H. — 16 — aquella su antigua tranquilidad; recordándola con cariño y dejando de ella rastro perdurable en sus escritos. Mas á pesar de esta afición y amor á la vida retirada, pasóle á Bartolomé Leonardo lo que á grán parte de los ingenios más famosos de su edad , aun los que por su profesión y manera de vivir estuvieron más alejados del ruido del siglo, los cuales forzados por las circunstancias de los tiempos tuvieron que salir á la luz del mundo, y correr por diversas tierras y provincias , y mezclarse en los acontecimientos que agitaban entonces á la generali- dad de los españoles. Así, impulsado por el torbellino que arrastraba á todos , le vemos llegarse de vez en cuando á Zaragoza, y en ella alternar con los personajes de más viso é influencia, y tomar parte activísima en los sucesos que allí se desenvuelven , ei) especial en los tan ruidosos de los años iSgi y 1592 con ocasión de la ida del famoso Secreta- rio de Estado Antonio Pérez á la capital de Aragón. Las playas de Valencia viéronle también gozar del espectáculo hermosísimo que en aquellos amenos sitios ofrece la natu- raleza á la vista y contemplación del viajero. Las aulas de Salamanca pusiéronle en comunicación con los célebres maestros que en aquellos memorables días hormigueaban en su Universidad; Valladolid le abrió sus puertas á tiem- po que se había trasladado allí la Corte , y finalmente Ma- drid le contó algunos años , no ya como huésped pasajero y casual, sino cual morador constante, que formó parte de su sociedad y aun de la porción más culta de la Monar- quía española. En estos viajes el espíritu de Bartolomé Leonardo se abrió á nuevos y más dilatados horizontes, se templó y vi- gorizó su carácter, se enriqueció su inteligencia con gran- des y nobles ideas, y con el contraste de las costumbres y hábitos de las gentes y con la infinita diversidad de fa- ses y aspectos que ofrece la humanidad en sus múltiples formas , tomaron crecimiento maravilloso su inteligencia y su corazón, y su alma noble, generosa y poética halló campo vastísimo donde desenvolver su virtud y su fecun- didad inagotable. La estancia de Bartolomé Leonardo en Madrid coinci- dió con el período más brillante de la grandeza española. Eran los años en que se gozaban los bienes de la pasada prosperidad y buena andanza, y no se sentían aún los comienzos de la próxima decadencia. La paz del mundo permitía á España gozar de los beneficios de sus conquis- tas y de los triunfos y trofeos de sus victorias. La corte de Madrid era el trasunto de todas las glorias de la patria española, el símbolo de su poder, el emporio de sus ri- quezas, y también el centro de todas las pasiones, así las más nobles y relevantes como las más ruines y abatidas, y el teatro de las acciones y virtudes más generosas y la sima y el naufragio de las ambiciones más insensatas. La cultura del ingenio estaba en el punto más hermoso de su esplendor y florecimiento. Dejando á un lado las ciencias ó artes que fueron ajenas al estudio de nuestro escritor, y ciñéndonos á las que él escogió por campo de sus investigaciones y trabajos , la literatura patria osten- taba una vitalidad, rara vez ó nunca vista en tiempo y nación alguna. En todas las regiones del arte daban nuestros escritores muestras prodigiosas de su talento y bizarra inventiva. Lope de Vega, el monstruo de la naturaleza y la más exacta representación que tuvo jamás el ingenio español, así en sus perfecciones admirables como en sus innatos defectos, asombraba al mundo con la estupenda fecun- didad y brillantez de sus producciones. El manco sano, el escritor alegre, el regocijo de las musas, el inmortal Mi- guel de Cervantes, sacaba á luz El Ingenioso Hidalgo^ la fábula más genial de los tiempos modernos. Tirso de Mo- lina, Vélez de Guevara, Mira de Mescua y otros insignes dramáticos enriquecían la escena con invenciones inmor- — 18 — tales; escritores peregrinos cultivaban la historia, la nove- la, el cuento ó saínete gracioso con maravillosa felicidad é imponderable riqueza y galanura de estilo. Movidos de igual añción á las artes del ingenio, uníanse en consorcio amigable el teólogo y el humanista, el noble y el plebeyo, el que ejercía por oficio la profesión de las letras y el que las cultivaba por mera afición y pasatiempo. El buen ser- món, la comedia famosa, el epigrama picante eran igual- mente discutidos en los salones de los nobles y adinera- dos como en las estancias de los humildes y de escasa for- tuna. En las juntas ó academias literarias lozaneaban así los ingenios maduros , cuyo mérito ya había sancionado la fama, como los noveles que aspiraban á sus favores. A todas horas codeábase el elocuente predicador con el escritor afamado, el repúblico insigne con el asendereado arbitrista, el docto y erudito investigador con el crítico mordaz y petulante. En los patios de Palacio, en las fa- mosas gradas de San Felipe , en los públicos mentideros se encontraban á cada paso teólogos y moralistas , filóso- fos é historiadores, novelistas y autores dramáticos Y en cada esquina cuatro mil poetas^. La entrada de Bartolomé Leonardo en esta sociedad no fué la de un huésped oscuro ni la de un aventurero adve- nedizo. Aunque no se sabe puntualmente el año de su llegada á Madrid , es seguro que hubo de vivir en ella por lo menos desde el de 1601 hasta el de 1610, tiempo más que suficiente para contraer amistades y relaciones y en- trar de lleno en las corrientes artísticas y literarias en que conforme á sus inclinaciones había de moverse. Las circunstancias de su oficio y residencia le brindaron con la mejor coyuntura que podía desear para el logro de este fin. Habiendo ido á Madrid para desempeñar el cargo 6 Lope de Vega en uno de sus sonetos. . — 19 — -de Capellán de la Emperatriz María , viuda de Maximi- liano, y de quien era Secretario su hermano Lupercio, hallóse de pronto en el centro del movimiento que arras- traba á los personajes más influyentes de la Corte y á los innumerables ingenios que alrededor de estos personajes bullían y se agitaban. Sin salir de las habitaciones que ocu- paba en el Real Monasterio , desde sus mismos balcones podía presenciar como en un trasunto todo el espectáculo de la Corte y de la Monarquía española. A todas horas podía ver ir y venir del regio Alcázar á los Príncipes de la Familia Real , en quienes estaban representados la glo- ria y el poderío de España y de sus inmensurables domi- nios; á los individuos de la nobleza que, abandonando sus antiguas moradas solariegas, habían acudido á Madrid á gozar de los beneficios de los triunfos y conquistas de la patria española, y á acrecer con su esplendor el del Mo- narca más poderoso de la tierra; á los miembros de los Consejos de Castilla, Aragón , Italia , Indias y demás , en donde se ventilaban los negocios más importantes que en- tonces conmovían el mundo; á los hidalgos y sujetos de cuenta , unos que marchaban , otros que venían de los gobiernos y virreinatos de Nápoles y de Milán, de Méjico y del Perú, de las Indias é islas Filipinas y de todas las posesiones del Imperio más vasto que se ha conocido en la historia; á los Embajadores de los reinos extraños que se llegaban á la Corte española á tratar los asuntos que les habían confiado sus Soberanos; á gran parte, en fin, de los hombres más famosos por su ciencia, riquezas y poder que en aquel tiempo brillaban en nuestra Península , los cuales se acercaban al centro de la vida y de la gloria na- cional á apacentarse con su luz y á engrandecerse con su grandeza; allí, por último, podía admirarla representa- ción de lo mejor y más granado que influía en los destinos del mundo, efecto y parte integrante del imperio español 6 que le rendía humilde vasallaje; y juntamente con esto» ^ 20 todo el esplendor, todo el lujo, todo el boato de estas mag- nificencias desplegándose en las fiestas, saraos, torneos, y toda suerte de esplendideces que eran consecuencia natu- ral del maravilloso y no disputado poderío de España. La vista continua de tantas grandezas y prosperidades era sin duda ocasión para que el hombre más apocado se sintiese movido á lanzarse en el río revuelto de las ambi- ciones y vanidades humanas , donde tan fácilmente pudie- ra ver satisfechos sus deseos; pero el ánimo de Bartolomé Argensola no sólo no fué seducido por el brillo de estas magnificencias, sino antes bien todo lo que se le venía á los ojos le era motivo de reducir sus pensamientos, de re- frenar sus deseos y de contenerse en los límites de la mo- deración y honesta medianía que tan bien sentaba con la índole de su profesión y con las inclinaciones de su alma. Evidentemente su carácter é ingenio no se amoldaban al bullicio y vanidad que se desenvolvían en su contorno. Yo soy muy torpe para el artificio De nuestra Corte; y cuanto más la sigo Estoy más impedido y más novicio: Esto confesaba de sí Bartolomé Leonardo', y bien se le podía creer. Acostumbrado al retiro de la soledad, hecho á vivir consigo mismo ó con los hombres pasados más que con los presentes , inclinado al estudio y á la meditación filosófica, no estaba bien hallado con la agitación y tumulto de las ciudades populosas; enfadábale y le daba enojo el ruido de la vida pública y exterior, y mil veces se pregun- taba á sí mismo: Podrá la Corte gusto alguno darme, No habiendo en ella toda un rincón mudo Donde conmigo pueda retirarme? 1 En la epístola que empieza: «Hoy, Fabio, de la Corte me retiro. > Hay dos textos de esta epístola que trae Estala (tomo I, pág. 104, y tomo H, pá- gina 169, de su edición de las Rimas de Bartolomé Argensola). Entre uno y otro se advierten bastantes variantes; pero bien examinados ambos textos^ el segundo parece mejor que el primero, y por esto lo hemos seguido. — 21 — A buena dicha tenía en la Augusta Señora , á quien servía , ejemplo clarísimo de este despego de la gloria y vanidad mundana. La Emperatriz María, hija del Empe- rador Carlos V, hermana del Rey Don Felipe II, esposa del Emperador Maximiliano II , madre de los Emperado- res Rodolfo II y Matías I, y de las Reinas Doña Ana de España, Doña Isabel de Francia, y de otros Príncipes y Princesas que eran el honor de la Realeza, vivía con una de sus hijas. Doña Margarita de la Cruz, religiosa de las Descalzas Reales , retirada en este convento, y en él daba ejemplo de vida tan virtuosa y celestial , que el Papa San Pío V no temió decir alguna vez, «tener en ella grande abogada con Dios sobre la tierra é informaciones bastan- tes para canonizarla en vida, si fuera lícito». La atmosfera de virtud que se respiraba en torno de tan alta y virtuosa Señora no podía menos de engendrar en cuantos la ro- deaban hábitos de gravedad y rectitud moral, y con espe- cialidad en los que la servían en los oficios del más santo ministerio; y no hay duda que aprovechándose el Doc- tor Leonardo de Argensola de la luz de este ejemplo, sería deudor á su influencia de no pequeños medros en la bon- dad y honestidad de costumbres. Mas á pesar de este amor á la soledad del Capellán de la Emperatriz, la excelencia de sus talentos no pudo per- manecer oscurecida ni oculta. Hasta entonces muy pocas obras suyas habían salido á la pública luz, algunos versos no más hechos de ocasión y por compromiso ; á pesar de esto, las cualidades aventajadas de su ingenio eran prego- nadas en todas partes, corrían de mano en mano sus com- posiciones poéticas y su nombre era citado con aplauso de los doctos entre los más famosos de la Corte. Y como la opinión de los que saben, cuando está bien fundada, no tarda en pasar de la esfera de los entendidos á la del vulgo que la aprueba con su sanción, el modesto Rector de Vi- Uahermosa, que tanto ansiaba por la soledad y el retiro, — 22 — vióse de pronto saludado por la fama como uno de los hombres más preclaros de España, gloria de su nación y lustre de su siglo; y en aquellos días en que vivían en Madrid Lope de Vega, Góngora, Cervantes y otros mil, todas las miradas se fijaban en el ilustre aragonés, seña- lándole con el dedo y saludándole como el primer inge- nio de su tiempo. Tal sabemos por el poeta de Nájera Don Esteban Manuel de Villegas, que siendo joven había conocido á Bartolomé Leonardo en la Corte, y que testi- fica el caso por estas palabras^: Vilo, Bartolomé, no una vez sola Que el dedo de Madrid te señalaba Diciendo: «Esta es la Fénix española.» Teatros de estos aplausos fueron principalmente las jun- tas ó academias literarias, muy en uso en aquel tiempo, y á las cuales solían concurrir los poetas de la Corte á leer sus composiciones, ya en prosa, ya en verso, asistiendo tam- bién á escucharlas gran concurso de gente de la más noble y calificada, grandes títulos y aun ministros del Rey, En- tre ellas era una de las más famosas la Imitatoria, frecuen- tada de escritores tan insignes como Lope y Cervantes, y de personajes tan ilustres como los Ferias, los Pastranas, los Dávilas y otros de menor jerarquía. En ella desempeñó, por algún tiempo nuestro Argensola no menos que el car- go de Fiscal , á cuya cuenta corría guiar por el buen cami- no las discusiones y trabajos literarios que se entablaban» Fuéle esto ocasión de hacer alarde de su mucha discreción, entendimiento y doctrina , y asimismo de conocer y tratar familiarmente á los ingenios y sujetos de mayor represen- tación que había entonces en Madrid; el cargo que desem- peñaba cerca de la Emperatriz María le ponía también en contacto continuo con los varones más ilustres de la aris« 8 En carta escrita á Bartolomé Leonardo, de la cual copia extractos el Doctor Ustarroz. — 23 - tocraci^; de todo lo cual resultó que el nombre del Rector de Villahermosa viniese á ser uno de los más conocidos y populares de la Corte, y de los que allegaron en torno suyo mayor número de relaciones de amistad íntima y cordial. Una de las más entrañables que contrajo por este tiempo fué la que tuvo con el Marqués de Sarria, más tarde Conde de Lemos, Don Pedro Fernández de Castro. Entre los in- numerables personajes que figuraron en los primeros años del siglo décimo séptimo, es éste uno de los que han deja- do más dulce y simpático recuerdo. De ánimo levantado y esplendido y de costumbres honestas é ingenuas, brilla- ba con los títulos más excelsos de la aristocracia española, pues á su heredada nobleza, de la más acrisolada del reino de Galicia, había unido la de su mujer, hija del omnipo- tente valido del Rey Don F'elipe III , Duque de Lerma, esmaltando además lo ilustre de sus timbres con las accio- nes y virtudes más generosas. Ya desde los años juveniles había sido empleado en oficios preeminentes, y en ellos, como dice un escritor de aquel tiempo^, «había sacado milagroso fruto á su reputación , siendo muy grato á su Rey, muy amado de las gentes subordinadas á su gobierno y muy loado de las naciones extranjeras». Durante la es- tancia de Argensola en Madrid vino á desempeñar el car- go de Presidente del Consejo de Indias, sin que lo elevado del puesto ni la multitud de sus ocupaciones le impi- diesen el trato con las gentes cultivadoras de las letras y la amistad con los ingenios más floridos de la Corte, de quienes era el Mecenas y espléndido protector. Entre es- tos ingenios es notorio por las historias de aquel tiempo que los más distinguidos con el aprecio del Conde de Le- mos fueron los hermanos Lupercio y Bartolomé Argen- sola , con quienes llegó á tener tan estrecha amistad , que 9 Vicente Espinel en las delaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón. Reí. 1." Desc. 23. 9 — 24 — más que protector y amigo pudo apellidarse su herüiano*^*. Mas ni este favor de los poderosos ni el aplauso del vulgo, tan halagüeño y tentador para muchos, pudieron hacer olvidar á Bartolomé la soledad y quietud de su ama- da aldea de Villahermosa. Así en medio del ruido de tan- tas alabanzas y del estrépito que producían en torno de él las fiestas y los saraos de la Corte, no veía la hora de vol- ver á aquel retiro, donde tan dulce satisfacción había en- contrado. Hablando de 1^ muerte de la Emperatriz, acae- cida en 26 de Febrero del año i6o3 , á los 74 de su edad^ el mismo Argensola afirma*^ que Antes que Dios entre las almas justas Premiase la grande alma de María, Augusta la mayor de las augustas, 10 El Doctor Bartolomé Argensola en su Conquista de las Islas Malucas hace del Conde de Lemos un elogio, que por ser de tal pluma y por la im- portancia que en sí tiene conviene registrar en este sitio. Dice así: Y entonces el Doctor Bartolomé Leonardo, postrándose de rodillas, le besó el pie. Su Beatitud respondió estas palabras: «Questo del canonicato non é niente por quello che V. S. merita, che io sonó infórmate benissimo di sue qualitá e ingegno, et non mancaranno occasioni di poterlo impiegare me- glio assai.» A esto respondió el Canónigo Leonardo: < Santísimo Padre, este es favor que V. S. me hace.» Y añadió el Pontífice estas palabras de gran estimación y calificación: «Non certo, che io só bene che questo é lo vero;» y con esto cesó la plática porque era hora de comer. Pidió á Su Santidad que le concediese indulgencias y se las concedió muy grandes.»— Este Don Francisco de Castro, Embajador de España en Roma era varón de grandes dotes de ingenio; cuando muy joven había sido Virrey de Ñápeles, dejando perdurable memoria de sus talentos, y cuando estaba en la cumbre de su poder é influencia lo dejó todo, entrando en la Religión de San Benito, don- de vivió muy religiosa y santamente. 23 En la carta en que aceptaba y agradecía el nombramiento de Cro- nista; publícala Pellicer en sus isoticias sobre los Argetisolas. — 39 - les correspondía en este hermoso movimiento. Había entre ellas una competencia generosa para promover el desarro- llo de los varios ramos del saber. Los nobles y linajudos no sólo amparaban á los ingenios desvalidos , sino que da- ban ellos mismos ejemplo público de amor y aplicación al estudio, cultivando las ciencias y logrando en ellas nota- bles triunfos y adelantos. El Conde de Guimerá, D. Gas- par Galcerán de Castro y Aragón, juntaba en los salones de su casa nobilísima á los hombres más doctos de Zara- goza, y poseedor de copiosa librería y de muy selecto mu- seo, donde había recogido raras medallas, antiguas ins- cripciones y mil curiosidades históricas, entre ellas las que habían servido á los insignes Jerónimo de Zurita y Anto- nio Agustín para sus obr^s inmortales, franqueaba los te- soros por él allegados á cuantos querían aprovecharse de ellos, y siendo él mismo «docto historiador y anticuario y ornamento nobilísimo de Cesaraugusta», como le llama el Doctor Andrés Ustarroz'^*, presentaba en más de cuarenta obras debidas á su pluma los frutos de su aplicación y bue- nos estudios. Lo propio hacía el noble Don Francisco Xi- ménez de Urrea, abriendo su librería de más de ocho mil volúmenes, muchos de ellos manuscritos, y su gran mu- seo, donde había logrado reunir más de seis mil medallas púnicas, griegas y romanas , y acreditándose además de agudo investigador y arqueólogo eminente, digno de ser propuesto más adelante para el codiciado cargo de Cronista del Reino. Igual ejemplo seguía el benemérito prebendado de La Seo y Rector tres. veces de la Universidad, Don Ga- briel Sora, con su celebre librería, de la que dice Latassa-^ que «no se sabía la tuviese mayor, mejor ó de más escogi- dos libros hombre particular de España». 24 En la Defensa de la patria de San Lorenzo, p, 3. 25 En su Biblioteca de Escritores aragoneses (art. Sora y Ag'uerri, Don Gabriel), tomándolo del Maestro Cenedo en su Libro de la Pobreza religio- sa^ duda 50, impreso en 1618. — 40 — La Universidad de Zaragoza , á cuyo nacimiento ó res- tauración había asistido Bartolomé Leonardo en los años de su mocedad , estaba en el colmo de la gloria y en el mayor esplendor de la enseñanza. Aquellos jóvenes que por los años de i582 habían sido sus émulos y compañe- ros, crecidos ya y hechos hombres maduros, ocupaban altos puestos y ofrecían á su patria los frutos más sazona- dos de su carrera literaria. El claustro de profesores se envanecía con nombres tan respetados como el de los insignes jurisconsultos Mícer Juan Miguel de Bordalva, Agustín Morlanes, Agustín Santa Cruz y Baltasar Andrés Ustarroz, con los de los Doctores Jerónimo Valero y Manuel de Valderrama, con el del teólogo y humanista Don Jerónimo Basilio de Ben- goechea y con los de otros catedráticos de fama. Los monasterios religiosos, asilo de la virtud y de toda clase de erudición, contaban con gran número de varo- nes notables por la gravedad de sus costumbres y por la copia y solidez de su doctrina. En ellos vivían hombres tan doctos como los franciscanos Fray Diego Murillo, his- toriador de Zaragoza, predicador elocuente y poeta ele- gantísimo, Fray Juan García y Fray Juan Gazo, ilustres teólogos y moralistas; los dominicos Fray Juan Cenedo, catedrático de la Universidad , Fray Jacinto Fabián Es- criche , predicador distinguido, y Fray Juan de España, cosmógrafo y geógrafo; los carmelitas Fray Miguel de Artieda, gran teólogo, y Fray Marco Guadalajara Xavie- rre, insigne historiador de los moriscos; los trinitarios Fray Marco Antonio Miraval, notable predicador, y Fray Jerónimo Deza, catedrático de la Universidad y otros in- numerables. Entre los hombres civiles brillaban en distintos géne- ros de erudición el Regente de la Real Chancillería de Aragón Don José Sessé, el abogado y escritor de arte mi- litar Mícer Jerónimo Martínez de la Jubera, el sabio ju- — 41 — risconsulto , gran político y literato y Decano de la Sala criminal del Reino Don Pedro Calixto Ramírez , y los poetas Martín Miguel Navarro, Juan Ripol, Luís Diez de Aux y otros que sería imposible referir. Finalmente no dejaban de contribuir al brillo y cultura de la capital ara- gonesa algunas damas como Doña Luisa de Padilla, escri- tora ilustre, y sor Ana de Casanate y Espés, una de las fundadoras del convento de Religiosas Carmelitas de Zara- goza y que al estilo de su Santa Madre cultivó con acierto el arte de la poesía. Era costumbre de muchos de estos ingenios el congre- garse en juntas ó academias formadas al estilo de las de Italia y de la Corte española, entre las cuales fueron las más famosas la Pítima de la Ociosidad, fundada y dota- da de estatutos por las Condesas de Guimerá y de Eril, y la de Los Anhelantes ^ á la que perteneció lo más granado y selecto de la sociedad zaragozana. Admitíanse en ellas personas de uno y otro sexo , así aficionados á las letras como á las armas, lo mismo graves sacerdotes que altos magistrados. Su fin era enseñar deleitando, mezclar lo útil con lo dulce , honrar y reverenciar á los que lo me- reciesen , tener correspondencia con los iguales y no me- nospreciar á los inferiores. «El intento de esta academia, decía algunos años antes Lupercio Argensola-^, es hacer una confección ó masa de diversas profesiones, no ruda ni indigesta, como la que dice Ovidio, sino odorífera , cual los médicos suelen aconsejar que se use en tiempo de pes- te. Peste es la ociosidad, y más rigorosa peste es la igno - rancia. Ninguna noche el que aquí se ajunta deja de llevar algún fruto para el gobierno de sus pasiones, de su repú- 26 En el primero de los dos discursos pronunciados en una de las va- rias academias que hubo en Zaragoza á principios del siglo XVII. Estos discursos que constaban manuscritos en la Biblioteca Nacional, fueron pu- blicados en la Revista de Archivos y en la de Aragón^ y últimamente entre las Obras sueltan de los Argensolas, t. L, p. 309 y siguientes. — 42 — blica ó de su familia...» «En estas juntas y conversaciones^ añadía, todos somos maestros y discípulos; todos manda- mos y todos obedecemos^ comunicando las profesiones diversas y tomando cada uno lo que ha menester para la suya. El que profesa letras ayuda al que profesa armas, j éste al otro. Aquí el que lee historia refiere lo que halla en ella digno de reprensión y de alabanza , así en el ejem- plo como en el estilo. Lo mismo hace el que gusta de los poetas. Consúltanse las dudas, mézclanse cuentos, motes, risas, y finalmente, no poniendo cuidado en aprender se halla uno enseñado en lo que le conviene, como el que navega durmiendo y despierta en el puerto sin haber pa- decido el trabajo de la navegación.» Con tales palabras manifestaba Lupercio el fin que habían de tener los asis- tentes á estas academias; los cuales no sólo lo cumplieron á satisfacción de su docto Secretario, sino que siguiendo sus acertados consejos, al ejercicio de la inteligencia aña- dieron el del cuerpo, estableciendo justas, torneos y otros juegos de lánzas de los que se usaban entonces, conser- vando así en su punto aquella hermosa unión de las letras y de las armas que tanta gloria granjeó en todo tiempo al nobilísimo reino de Aragón. Con menos frecuencia, pero con mayor aparato y so- lemnidad, celebrábanse por aquellos días en Zaragoza cer- támenes literarios, en los cuales los doctos é ingeniosos lucían las excelencias de sus talentos y las galas y primores de su buena educación. Eco ó reminiscencia de aquellas fa- mosas solemnidades que con el nombre de juegos florales se celebraron en los pasados siglos en el suntuoso Palacio de la Aljafería, en cuyos alicatados techos tantas veces ha- bían resonado los cantos de los humildes vagabundos tro- vadores confundidos con los de los nobles y aun Príncipes de la sangre real , cultivadores apasionados de la ciencia gaya, estas fiestas eran el palenque adonde acudían pre- surosos los ingenios aragoneses , no ya á ganar el premio — 43 — propuesto á los vencedores, bien pobre y mezquino gene raímente, sino á competir en las honrosas lides de la doc- trina y del talento , viniendo á veces en tanto número que, según observa un moderno escritor"^', «hubo ocasión en que para uno solo de los grupos de un certamen se presen- taron más de ochenta poetas , ninguno del todo indigno de este nombre». Era comunmente la Universidad quien censuraba las obras presentadas, como también la que pre- sidía la fiesta , si bien asistía á veces con ella algún ciuda- dano ilustre, el Zalmedina ó el Jurado en Cap con lucido acompañamiento de caballeros y cortesanos. Hermosas tapicerías en las cuales campeaban elegantes inscripcio- nes, símbolos, jeroglíficos y otros adornos embellecían el local donde había de celebrarse la festividad literaria. So- lían acudir á ésta las convenientes representaciones de la Real Chancillería , de la Diputación del Reino, de los Gremios tan influyentes entonces y de las demás Corpo- raciones, así civiles como eclesiásticas de la capital ara- gonesa. Y para que no faltase á aquellos alardes públicos del ingenio ninguna clase de realce, no dejaban de asistir damas de la principal nobleza, ya en alguna tribuna ó re - tirado balconcillo , ya detrás de traidoras celosías, desde donde curioseaban lo que pasaba en el salón, y acompaña- ban con sus aplausos los triunfos de los escritores premia- dos. El pueblo de su parte, oportunamente convocado por los directores del certamen , agolpábase en apretada mu- chedumbre, ya en los claustros universitarios, ya en los espaciosos locales que le ofrecían los conventos de Zarago- za, que para tales casos franqueaban gustosamente sus puertas, á presenciar tan hermoso espectáculo, tomando 27 Don Jerónimo Borao en el Discurso que pronunció como Presidente del Certamen poético celebrado el 19 de Octubre de 18*72 para solemnizar la conclusión de las obras y consagración del Templo del Pilar. Sobre los poe- tas que florecieron en Arag-ón, y particularmente en Zaragoza á principios del siglo XVII puede verse lo que dice el Doctor Andrés de Ustarroz en su Aganipe de los cisnes aragoneses» * — 44 — en él tanto gusto que, aun habiendo de durar á veces la lec- tura de los versos cuatro y más días, nunca faltó público numeroso para escucharlos, ni asomó en él el cansancio ó el aburrimiento. Famosos fueron entre otros los certáme- nes celebrados á la muerte del gran Cerbuna, fundador de la Universidad, á la beatificación de Santa Teresa, á la canonización de San Jacinto, donde obtuvo primer premio el insigne Miguel de Cervantes , y el consagrado á festejar la elección del Inquisidor general del aragonés Luís de Aliaga, en el cual concurrieron ingenios innumerables, entre ellos no pocas señoras, de las cuales fueron premia- das al par de las aristocráticas Doña Aldonza y Doña Pe- tronila de Aragón y Gurrea , Doña Leonor de Bardaxí, Doña María Clemente, Señora de Quinto, Doña Ana Teresa de Rozas y Doña María de Sessé, otras que no llevaban apellidos tan ilustres , como las Señoras Catalina Meléndez, Susana Bengoechea, Juana Ventura Español, Luisa Aguilera, María Paez de Pantoja, Isabel Laporta y hasta la humilde religiosa de Altabás, Cita CaneroP^. Además de estos ejercicios literarios gozaban los zara- gozanos de la luz de la enseñanza que á todas horas es- parcían, ya desde el pulpito los famosos predicadores que había entonces en la capital aragonesa, ya los sabios cate- dráticos que leían en los conventos y monasterios , ya los escritores que se aprovechaban del arte de la imprenta para ahuyentar con sus doctos libros las tinieblas de la ignoran- cia. Por último, eran ocasión muy apropiada para ilustrar el entendimiento y palestra en que se ejercitaban los inge- 28 Demás de los certámenes indicados, las relaciones y documentos de aquel tiempo nos dan noticia de otros muchos, como por ejemplo, la justa poética celebrada en alabanza de Nuestra Señora del Pilar en 1629 , la que propuso la Cofradía de la Sangre de Cristo en 1626, el certamen de Nues- tra Señora de la Cog-ullada, el celebrado en honor de Santo Doming-uito de Val, el tenido con ocasión de trasladarse una reliquia de San Ramón No- nat, los dedicados á la muerte del Arzobispo Apaolaza, á la memoria del Rey Don Felipe II , de la Infanta María Gabriela de Saboya , del Príncipe Baltasar y otros. — 45 — nios , los actos públicos de las conclusiones ó contiendas teológicas ó filosóficas, en las cuales se hacía alarde de só- lida y bien digerida doctrina , las funciones de grados en la Universidad, tan lujosas á veces que en alguna ocasión fueron presididas por los Virreyes y aun por la misma Majestad Real-^, los vejámenes y otros ensayos literarios en que se ponía á prueba el talento de los estudiosos y donde lozaneaban á sus anchas el dicho agudo, el epigra- ma chistoso, la sátira punzante y sazonada. En estos doctos y entretenidos ejercicios buscaba aque- lla honrada sociedad solaz y esparcimiento á sus cuidados; así daba paz al espíritu, luz al entendimiento, satisfaccio- nes al corazón, y con las honrosas contiendas del talento, con el estímulo de la emulación, con el realce que prestaban á tales actos la opinión y el entusiasmo popular, enaltecía sus pensamientos, purificaba sus afectos y ennoblecía y perfeccionaba sus almas. Al entrar á formar parte de una manera estable y per- manente en esta sociedad, tenía Bartolomé Leonardo cin- cuenta y cuatro años: estaba por consiguiente en la ma- durez de su ingenio y en el lleno de sus facultades. La vida que había llevado hasta entonces había sido la más á propósito para su instrucción y experiencia. En sus via- jes por España y por el extranjero se había encontrado con gran parte de los hombres más famosos por su ta- lento, sabiduría é influencia que lucían en el mundo, recogiendo de su trato y conversación aquella suma de doctrina que fluye siempre de los labios de los doctos, 29 Felipe III, recién casado con Doña Marg*arita de Austria, en su paso por Zarag-oza, presidió la investidura del Doctor Don Andrés Francisco de Serán. Hubo en ella carrozas aleg-óricas, mascaradas, músicas y trompe- tas, y un paseo de los Doctores á caballo por lo que era perímetro de la an- tigua ciudad de Zarag-oza, esto es, por la ribera del Ebro, el Mercado y el Coso, luciendo entre todos el doctorando , que estaba servido por dos la- cayos y cuatro pajes de librea. (Discurso de Don Jerónimo Borao en la se- sión extraordinaria de la Academia filosófico-literaria celebrada en honor 39 Discurso sobre las cualidades que ha de tener un perfecto Cronista. (Obras sueltas, p. 257.) 40 En carta á Fray Jerónimo de San Jo^sé. {Obras sueltas, p. 32'7.) — 56 — lít piinctum^ y mu}^ pocos han salido después que no sean arrendajos». Este mismo juicio hacía de los demás géne- ros ó formas literarias cultivados por aquellos ingenios, y que han sido imitados después por los que les han suce- dido en las literaturas modernas. Y por esto no cesaba de recomendar muy eficazmente la continua lectura é imita- ción de estos autores, y más especialmente en la poesía, diciendo^*: Si aspiras al laurel, noble poeta, La docta antigüedad tienes escrita, La de Virgilio y la de Horacio imita, Que jugar del vocablo es triste seta. Mas si Argensola recomendaba el estudio y la imitación de la docta antigüedad, no en tal manera que esta imita- ción hubiese de parar en servilismo, ahogando la espon- taneidad del entendimiento y humillando la gentileza del natural con la copia de los preceptos. Sobre los modelos antiguos había para Bartolomé Leonardo otro modelo más bello y primitivo, que era el de la naturaleza. A ésta había que mirar y respetar ante todo; ella había de ser la verdadera inspiradora de la mente; sólo á ella había ésta de rendirse como á su reina y soberana. Los preceptos y ejemplos de los antiguos buenos son y aun necesarios, pero no como dechados absolutos, sino relativos; hay que estu- diarlos é imitarlos, mas no para seguirlos ciegamente , sino para que estudiándolos é imitándolos y mirando en ellos de hito en hito, nos ayuden á copiar mejor el ejemplar de eterna hermosura que estampó en la naturaleza la ma- no divina de su Hacedor. Conforme á lo cual advertía muy acertadamente nuestro escritor que las leyes y con- sejos han de ser ayuda, no rémora ó cadena del ingenio. Este tiene que ser siemipre dueño y señor de sí mismo, y como tál obrar y desenvolverse. «Sirvan, decía*-, sirvan 41 En el soneto que así empieza. 42 En carta al Conde de Lemos. {Obras sueUas, p. 301.) — 57 — estos preceptos y no aspiren á mandar á su dueño. » Y aten- to á tales principios, escribiendo á un varón ilustre, á quien deseaba encaminar por la senda de la educación y aprove- chamiento literario, después de exhortarle á educar y adies- trar la mente con los preceptos de la clásica antigüedad, le persuadía á que no se ciñese á imitarla servilmente , sino que, bien pertrechado de doctrina, tendiese las velas vaga- rosas de su ingenio y se echase á navegar por el alto mar de su propia inspiración, sin miedo á tempestades ni bajíos*': Por esta docta antigüedad escrita Deja correr tu ingenio, y sin recelo Conforme á su elección roba ó imita; Suelta después al voluntario vuelo Pomposa vela en golfo tan remoto Que no descubra sino mar y cielo, No navegante ya, sino piloto Intrépido á las olas insolentes Tanto como á los ímpetus del Noto. Estos consejos y preceptos tan generosos los justificaba Argensola con la misma enseñanza de los antiguos: « V. E.^ escribía al Conde de Lemos**, crea á Platón, á Aristóteles, á Cicerón, á Horacio, á Séneca, á Quintiliano y á todo el concurso de los sabios , que expresamente en mil partes aconsejan que la naturaleza se ayude del arte, pero no se sujete á ella. » Y por lo que tocaba á sí mismo confesaba *^: «toda la vida he respetado estas leyes, por ser justas y por la autoridad de sus autores ; pero he procurado que este mi respeto no llegue á superstición ; porque por una par- te, es cierto que el sumo derecho es suma injuria, y por otra, el buen escritor debe contravenir á la ley ó subirse so- bre ella.» Y respondiendo á los que pudieran reprenderle ó acusarle por ello, añadía^^: ' 43 En la epístola que empieza: «Yo quiero, mi Fernando, obedecerte.» 44 En carta al Conde de Lemos. (Obras sueltas, p. 301.) 45 Ibid. p. 296. 46 En la epístola que empieza: «Yo quiero, mi Fernando, obedecerte.» — 58 — No guardaré el rigor de los precetos En muchas partes, sin buscar excusa Ni perdón por justísimos respetos; Y si algún Aristarco nos acusa, Sepa que los preceptos no guardados Cantarán alabanzas á mi Musa. Con tal franqueza justificaba su proceder y manera de pensar respecto de los preceptos que se coligen de la sabia antigüedad , afirmando como conclusión de lo que le ha- bía enseñado la experiencia*^ que los tales preceptos «son esencialmente necesarios ; pero como carga sobre ellos nuestra fábrica, levántase más y alcanza más, como el niño puesto en hombros de gigante» : hermosa imagen, que declara muy bien y por manera sensible la ley supre- ma de la genuina realización de la hermosura ideal , la ventaja y la desventaja en que mutuamente se colocan el imitador y el modelo, y la parte que debe darse á la imita- ción y la que ha de concederse á la inspiración espontanea y nativa. Firme en estos principios , que son sin duda los más sa- nos y como la flor y quinta esencia del arte verdadero, procedía Bartolomé Leonardo á la ejecución de la obra ar- tística. Todas las facultades de su alma intervenían en ella; su trabajo era incesante y tenaz; la enmienda y co- rrección continua, atento de una parte á la propia inspi- ración y de otra al ejemplar de los autores que se propo- nía imitar. Siempre dudoso y mal satisfecho de sí, no aca- baba de contentarse de lo que había escrito. «Tengo por indómita, decía ^'^^ y aun por indomable mi desconfianza», gozando en describirse á sí mismo*^ puesto al trabajo, con la pluma en la mano y con el papel delante 47 Discurso sobre las cualidades que ha da tener un perfecto Cronista. {Obras sueltas^ p. 25*7.) 48 En carta á Fray Jerónimo de San José. {Obras sueltas^ p. 337.) 49 En la epístola que empieza: «El título me das tú de Maestro.» — 59 - Quitando ó con primor sustituyendo, A ejemplo del pintor que se retira Del cuadro que formó, y no bien enjuto Con amoroso desamor lo mira. Cuyo pincel, por reprehendido, astuto Socorre á la gran arte, que recibe Del segundo cuidado mejor fruto, según bellísima comparación del mismo Argensola. Esta corrección é incesante atildamiento era una de las cosas que más encargaba á los que querían sobresalir en el arte del estilo. Lo bello es difícil, decía Platón, y por esto el Doctor Argensola , apoyándose por un lado en la observancia de la naturaleza, como decía, y por otro en la imitación de los buenos modelos, creía que sólo al tra- bajo asiduo y perseverante estaba destinada la perfección de las obras del ingenio. A este trabajo fiaba la grande empresa de hacer subir de punto el arte y donde se advierte, no sin admiración, cómo un texto que parece incapaz de mejora, puede recibirla muy grande, gracias á la delica- deza exquisita de un agudo y amaestrado ingenio. 58 En la epístola que empieza: «Don Juan, ya se me ha puesto en el cerbelo.» — 63 — Que sus leyes mejore y docto el mundo Le ofrezca el primer lauro, pues no cabe Ya el gran principio en el honor segundo, Y en la Academia fiel que probar sabe, Como el águila el parto á luz más viva, Sócrates fervoroso las alabe Y admirado Aristarco las reciba. Todo esto y aun mucho más era necesario para contra- rrestar los estragos que estaba haciendo á la sazón una ma- nera de peste que, nacida en cerebros enfermizos y des- carriados, invadía con funesta rapidez los dominios de nuestra literatura, arrasándolos con desastrosa influencia. El ingenio español , fuese por los excesos de su propia au- dacia y bizarría , fuese por cansancio de andar por sendas de todos trilladas, se había dado á discurrir un estilo raro y extravagante , que rompiendo con todas las tradiciones y leyes del buen gusto, pretendía abrir caminos y horizon- tes antes desconocidos al humano entendimiento. Como el valor de los españoles había descubierto nuevos mun- dos y dominado los imperios de la tierra y ensanchado los términos de la ciencia en todos los géneros de doctrina, así pretendía su ingenio gloriarse de haber inventado un linaje de estilo peregrino, con el cual arrumbados los usos antiguos se introducían otros nuevos, y leyes y precep- tos jamás imaginados venían á dominar en las regiones del arte. Invención tan audaz contaba con muchos y po- derosísimos sostenedores. Góngora en la poesía y Paravi- cino en la prosa eran los corifeos y portaestandartes de la secta. Discípulos innumerables los seguían, que imitadores de sus descarríos sacaban de un modelo malo una copia peor, convirtiendo lo que en los maestros era exceso de ingeniatura, en engendros monstruosos de imponderable sandez, y haciendo del vicioso ramaje que brotaba de la excesiva feracidad del ingenio , vana hojarasca propia de plantas bravias y estériles. - 64 — El abuso de las metáforas, la pompa de las imágenes, la afición á términos generales y abstractos, el amontona- miento de vocablos peregrinos, conceptuosos y rebuscados eran los caracteres distintivos de este estilo. La afectación y la oscuridad eran la gala mejor del lenguaje; lo peregrino y estrafalario su más exquisito ornamento. «No se tiene ya por cláusula elegante, decía Fray Jerónimo de San José^^, sino la que se dice de manera que en muchas horas el más atento no la puede entender. Una metáfora sobre otra me- táfora , y en cada palabra diez figuras, y en cada figura quince alegorías y alusiones, que el mismo á quien esta os- curidad afectada costó muchísimo estudio y desvelo, des- pués de escrito no lo entiende ni sabe lo que quiso decir.» Esta peste había nacido en la Corte, centro de la activi- dad literaria de España y teatro donde mostraban y lucían sus galas los ingenios más ilustres. Y como todo lo malo priva y cunde muy pronto, el daño originado en regiones tan autorizadas se propagó inmediatamente á las pro- vincias con deplorable rapidez , desatinando á los mejores entendimientos y despeñándolos en los abismos de la más desaforada pedantería. Eran en Aragón los corifeos y pro- pagadores de este estilo el famoso Pellicer de Ossau , Fe- lices de Cáceres y Juan Moncayo, á quienes seguían una turbamulta de escritores , á cual más atrevidos y dispara- tados. A mal tan grave era necesario remedio pronto y eficaz. En el mismo centro donde había nacido la nueva secta se habían apresurado á ahogar sus malaventurados engen- dros escritores tan doctos como Lope de Vega , Quevedo, y en general los más acreditados en la república literaria. En Aragón nadie era sin duda más á propósito para com- batir los desaciertos de los desatentados novadores, que el escritor insigne que tenía la autoridad suficiente para 59 Genio de la Historia, parte 2.^*, c. VI. — 65 — imponérseles, el que podía presentar juntamente con los preceptos que salían á la defensa de las leyes y fueros del buen gusto la luz de los ejemplos que los afianzaban en la práctica, el ilustre Bartolomé Leonardo de Argensola. Aun antes de que se mostrasen en toda su horrible desnu- dez los desaciertos de tal estilo decía de sus desvanecidos cultivadores^^: Aquellos metafísioos concetos, Cómo podrá e^lcanzallos quien tropieza Entre los que al sentido están sujetos? Yo te confieso que cuando uno empieza Zelos, glorias, desdenes y esperanzas Que se me desvanece la cabeza. Y esta repugnancia instintiva á todo lo malo y desacer- tado, formó de él, al mostrarse al mundo triunfante y ava- salladora la nueva disparatada jerigonza , su enemigo más tenaz é irreconciliable, el que nunca pudo no sólo pactar^ pero ni disimular ó contemporizar con sus temeridades y audacias. Animados por el valor de tan glorioso adalid vinieron pronto á pelear á su lado los ingenios más gallardos de Aragón, tales como el Canónigo Miguel Navarro, el Ar- cediano Gampi, el P. Tomás Ramón, y señaladamente el insigne autor del Genio de la Historia , Fray Jerónimo de San José, el cual, gozoso con tal guía y sintiendo crecer á par de él sus bríos y renovarse sus aceros para combatir á los depravadores del buen gusto , animaba á la gloriosa pelea al primero de estos escritores y poeta eximio Doctor Navarro con estas ardorosas palabras , que á la vez que su ánimo esforzado muestran el respeto \ la confianza que les merecía su valeroso adalid^*: 60 En la epístola que empieza: «Don Francisco, aunque llames carta en seso.> 61 En las Poesías Selectas de Fray Jerónimo de San José, publicadas en Zaragoza, año 18"76, n. LXVIIL 5 — 66 — Esforzando los ritos de la escuela Y armado de su espíritu gallardo Contra la escuadra que entre enigmas vuela, Del apolíneo cielo, oh gran Micardo, Oscuros monstruos vuestro brío expela, Clamando horrible: Quién como Leonardo? Mas, por desgracia, los trabajos de hueste tan aguerri- da habían de estrellarse contra el mal gusto del público, que ansioso de novedades patrocinaba lo extraordinario y absurdo y dejaba en el olvido á las obras en que res- plandece la hermosa sencillez de la naturaleza y los casti- zos y no rebuscados adornos del arte. Contra tendencias tan desatentadas eran inútiles todos los esfuerzos. Para quien absolutamente quiere perecer no hay remedio ni salvación posible. Voluntaria y deliberadamente admitida tan monstruosa depravación del gusto, era evidente que la corrupción había llegado á lo más íntimo de la inteligen- cia, y nadie, por consiguiente, debía maravillarse de que extendida esta corrupción á todas las esferas, á la brillantí- sima luz que hasta entonces había esclarecido á los inge- nios españoles sucediese noche oscurísima, producidora de las tinieblas de la más desesperada y horrenda barbarie. Mas volviendo al ingenio de nuestro Argensola, no hay duda en que la multiplicidad de cualidades de que estaba adornado le disponía á cultivar con ventaja la mayor parte de los géneros literarios que privaban en su tiempo entre los aficionados y eruditos. La naturaleza le había enrique- cido de inteligencia viva y penetrante, de imaginación fe- cunda, de grande afición al trabajo y al estudio; á cual- quier orden ó género de literatura que se hubiese aplicado, habría sobresalido en él y hecho raya entre los mejores; pero el arte á que instintivamente se sintió llamado fué el arte de la poesía; los demás géneros literarios fueron cul - tivados por él por casualidad ó por compromiso , éste lo cultivó espontáneamente y por instinto, y no ya en al- — 67 — gún tiempo ú ocasión , sino en todo el curso de su vida. Y si bien á semejanza de Fray Luís de León y otros es- critores insignes de nuestro siglo de oro, miró sus ensayos poéticos como cosa de diversión y entretenimiento, á escri- birlos se inclinó con toda la fuerza de su natural, y en pu- lirlos y acicalarlos empleó la tarea más gustosa de su vida. Muy joven era cuando amaneció en él la luz de este ar- te, inspirándole muchos y hermosos versos, con los cua- les quisieron honrar sus libros personajes de cuenta; esta luz fué en adelante abrillantándose más y más , llegando á iluminar su alma de manera , que en medio de los ne- gocios en que se empleó, y á vuelta de los honores de que estuvo colmado y de los muchos viajes que le ocuparon y distrajeron , jamás dejó de volver á ella las ansias de su mente, ni de encontrar en su contemplación el más suave deleite. Su facilidad en versificar debió de ser grande en extremo. En carta escrita á Fray Jerónimo de San José^* habla de remitirle unos versos que «sin quererlo yo, dice, se me han nacido en la mente». «No es burla, añade, y di- go otra vez sin quererlo yo , y aun alguna vez durmiendo los he hallado recién nacidos.» Llevado de esta facilidad escribió composiciones sinnúmero, que muy pronto le granjearon crédito de gran poeta, no sólo entre los doctos y eruditos, sino también entre el vulgo, y aun antes de que saliesen á la luz del público. Argumento de esto es lo que se ha indicado más arriba , es á saber, que en la tem- porada de su estancia en Madrid era saludado y señalado con el dedo como el primer ingenio de su tiempo. Ade- más, en libros publicados antes de la impresión de las poe- sías de Argensola son muchos los testimonios que se leen sobre el mérito de dichas poesías. Por no citar más que algunos, Fray Diego Murillo^^ llama á los dos hermanos 62 Obras sueltas, p. 334. 63 En la Fundación de la Capilla de la Virgen del Pilar y excelencias de la ciudad de Zaragoza, — 68 — Argensolas «ingenios verdaderamente felicísimos y naci- dos para las buenas letras en que siempre se ejercitaron, y que en poesía igualaron á muchos de los antiguos más famosos». Miguel de Cervantes Saavedra cuenta entre los poetas mejores de su tiempo á los hermanos Argensolas^^^ Dos luceros, dos soles de poesía, A quien el cielo con abiertas manos Dió cuanto ingenio y arte dar podía. Y celebrando en particular á Bartolomé^^ por Su ingenio, gala, estilo y bizarría, dice de una canción suya haber sido puesta por Apolo En el lugar más noble y levantado. Pero aún es más excelente el elogio que hace de él Lope de Vega^^ en estas palabras: En fin, en una edad muchos escriben; Pero si en ésta no ha de haber más de uno, (O cuáñtos á escucharme se aperciben!) Dijera yo que no llegó ninguno Adonde Bartolomé Leonardo llega, Aunque se enoje la opinión de alguno; Que tener á ninguno se le niega La que quisiere, pues es suyo el gusto, Y la amistad como la patria ciega. Á nadie la verdad cause disgusto: Divino aragonés, ciñe las sienes Del árbol victorioso y siempre augusto. % 64 En el Canto de Caliope del lib. VI de La Galatea. 65 En el Viaje del Parnaso^ lib. VIL No deja de parecer extraña esta ventaja que Cervantes concede á Bartolomé sobre Lupercio, aun en tiempo en que estaban inéditas las poesías de los dos hermanos. Lo mismo vemos en otros escritos, en especial en el curioso Panegy rico por la poesía, de autor incierto é impreso en Sevilla por los años de 1627 (antes, por consi- guiente, de la edición de las poesías de los Argensolas), donde se leen estas palabras: «Los Lupercios, en especial el Rector, son los que justa- mente aspiran á la primacía> en el arte de la poesía. 66 En su Filomena, ep. 9. — 69 — TÚ sólo el cetro del ingenio tienes En esta edad por natural, por arte, Con que á mezclar lo dulce y útil vienes. Después de estos elogios de las composiciones poéticas de Argensola, publicados, como es dicho, antes de darse éstas á la estampa , á nadie podía maravillar que hubiese mu- chísimos , aun entre los más nobles y encumbrados perso- najes, que solicitasen su impresión. Contáronse entre ellos el Duque de Alba, el Conde de Humanes y el Infante de España Don Fernando de Austria, hermano de Felipe IV y Cardenal Arzobispo de Toledo , del cual refiere Andrés Ustarroz^^ que cuando pasó á Zaragoza el año de 1627, dijo á Bartolomé Leonardo que «dos causas le habían lle- vado á esta ciudad: la una venerar el santuario de Nues- tra Señora del Pilar, la otra conocer y tratar al Rector de Villahermosa, á quien significó que se agradaría no sólo de que diese á luz sus versos , sino de que se los dedicase. Fuera de esto, el mismo Bartolomé Argensola escribía al P. Fray Jerónimo de San José^^, que siendo el Marqués de Bedmar, más tarde Cardenal de la Cueva, Embajador en Venecia, había querido imprimir un buen número de sus versos con anotaciones suyas propias; y lo mismo habían pretendido ciertos caballeros de Sevilla. Mas entre los deseosos de ver publicadas las obras poéticas de Ar- gensola se señalaron , como era natural , los aficionados al arte de la poesía, los cuales podían juzgar con mayor cono- cimiento de causa sobre el mérito de los escritos de nuestro autor. Entre estos aficionados no debe omitirse al poeta najerano, Don Manuel de Villegas, el cual, escribiendo á Leonardo una epístola y apremiándole á que sacase á luz sus versos, le decía^^: 67 En las Memorias mss., cap. III, donde constan todas estas noticias. 68 En carta de 27 de Julio de 1627. (Obras sueltas^ pág-. 325.) 69 Trae fragmentos de esta epístola el Doctor Ustarroz en sus Memo^ rias, c. III. — 70 — Que calle así Bartolomé Leonardo Y que escribamos hoy tanto idiota, ~ Mucho tiene este siglo de bastardo; Mucho, pues trueca de ambos la derrota, Debiendo hacer callar los que escribimos Y escribir al que así callando nota. Estas instancias y elogios, si satisfacían y alegraban á Bartolomé Leonardo de Argensola , porque al fin «las aprobaciones, según frase suya"^^, crían buena sangre en el aprobado», ofrecíanle también ocasión de humillarse, poniéndole en necesidad de acordarse de que era ceniza, como escribía á su amigo Fray Jerónimo. Pero al fin, menudeando más y más las súplicas de las personas doc- tas y autorizadas , tuvo que ceder la modestia de Argen- sola, dándoles esperanza de cumplirles lo que pedían, después de haber visto y enmendado las que él llamaba''* «fantasías y diversiones del ocio» y aun delicta juventutis ^ y que jueces tan competentes consideraban joya de la lite- ratura española; «y no es fingida esta promesa, añadía, porque realmente las ando mirando con sobrecejo y cas- tigándolas». Desgraciadamente la muerte, sucedida á 4 de Febrero del año i63i^^ vino á sorprenderle antes de ejecutar sus propósitos, y si bien en 1634 los cumplió su sobrino Don Gabriel de Argensola y Albión , ni divulgó todas las composiciones poéticas de Bartolomé Leonardo, ni las que dió á luz juntamente con las de su padre Lu- percio las publicó con aquella corrección y atildamiento que hubieran tenido á haber sido dadas á la estampa por sus autores"^'. 10 En carta á Fray Jerónimo de San José. {Obras sueltas, p. 329.) 11 Ibid. 12 Sobre la fecha de la muerte, así como sobre la del nacimiento de Argensola, habían andado equivocados sus historiadores. De la primera se ha hablado en otra parte; la segunda consta por su partida de óbito, que publicada años atrás por D. Mario de La Sala se reproduce, debidamen- te autenticada, en el Apéndice de documentos justificativos, n. III. 73 Esta edición, ya muy rara, lleva este título: Rimas j de Lvpercio, | — 71 — Pero aun tales como salieron deben ser consideradas como uno de los tesoros más preciosos con que se ha enri- quecido jamás la literatura española. En tal concepto fue- ron juzgadas por cuantos las leyeron entonces, mereciendo á sus autores los elogios más grandes. Al leerlas Lope de Vega decía'* que los hermanos Argensolas «habían venido de Aragón á reformar en nuestros poetas la lengua caste- llana». El Doctor Don Lorenzo Van der Hammen afirma en su aprobación'^, «que Aragón les debe su nuevo lustre, nuestra Castilla grandes honras, la poesía su esplendor, y nuestra lengua, en prosa y verso, lo erudito, lo puro, lo acendrado y perfecto que se halla en ella»; y finalmente Saavedra Fajardo llama á Bartolomé Leonardo'^ «gloria de Aragón y oráculo de Apolo, cuya facundia , erudición y gravedad , con tan puro y levantado espíritu y tan buena elección y juicio en la disposición, en las palabras y sen- tencias, serán eternamente admiradas de todos y de pocos imitadas». Estos elogios, que el aplauso de los contemporáneos tri- butó á las composiciones poéticas de Bartolomé Leonardo, están plenamente justificados. No ha habido crítico dis- creto é imparcial que no haya visto en ellas las perfeccio- nes que les atribuyeron escritores tan doctos como Lope de Vega, Van der Hammen y Saavedra Fajardo, habien- do descubierto además otra cualidad en que ellos no repa- raron y que las realza y encarece aún más á los ojos del filosófico contemplador de sus excelencias, que es la de i DEL DoTOR I Bartolomé | Leonardo ] de Argensola. | Con licencia, i PREVILEGIO I DE LA CORONA DE CASTILLA, i ARAGON. J En ZARAGOZA, | EN EL Hospital Real, i General de nuestra Señora de Gracia. Año 1634. — En el siglo pasado, año HSG, publicó otra edición en Madrid algo aumen- tada el célebre literato Don Pedro Estala, con el seudónimo de Don Ramón Fernández. 74 En la Aprobación que figura al principio de la primera edición de las Rimas de Lupercio y del Doctor Bartolomé Leonardo de Argensola. "75 En la misma edición de las Rimas. 'i6 En su República literaria. — 12 — presentar el tipo más perfecto de la genialidad poética ara- gonesa, no ya ruda y deseducada , sino enriquecida con toda la perfección que pudo darle la educación más cum- plida, aunque conservando siempre el sabor del terruño y el ademán de enérgica fortaleza, característica del pueblo del cual fueron los dos hermanos nobilísimo ornamento. Es cosa notoria y advertida por muchos que nacida la nación aragonesa para entender y practicar las grandes realidades de la vida, amadora entusiasta de la verdadera independencia , madre de ilustres conquistadores y de he- róicos ciudadanos, y sabia gobernadora y legisladora de pueblos , había de tener naturalmente un arte rígido y se- vero, corregidor de costumbres, amador de la genuina libertad, protector de los débiles y moderador de encum- brados poderíos. Este arte es , en efecto , el que inspiró ge- neralmente á los poetas de esta región, y éste es el que resplandece en su mayor grado de expresión y hermosura en Bartolomé Leonardo de Argensola. Gózase el al ni a en verdad y se recrea y engrandece al contemplar el genio poético de este escritor, aragonés de pura cepa , enérgico y brioso en sus conceptos , pero no- ble y contenido en sus afectos, y que mirando la realidad del humano vivir en su rígida severidad y grandeza , tuvo el mérito de reflejarla en sus escritos graves, austeros y maduros, tan sanos y varoniles como su vida. Levantán- dose y sobreponiéndose á la atmósfera de miserias en que se agita el común de los mortales , su ánimo se conservó siempre puro, sin quemar incienso al poderoso ni adular la licencia de la plebe. Dado Argensola á ahondar en las profundidades del pensamiento, su genio poético «no jue- ga entre flores según frase de uno de sus biógrafos más ilustres, no halaga los sentidos, no busca las pompas del color ni los hechizos de la luz, no deslumhra los ojos; pero 77 El Excmo. Sr. Duque de Villaliermosa en su Discurso leído ante la Real Academia española el día 10 de Febrero de 1884, p. 54. — 73 — á veces penetra en lo más escondido del alma y ahonda mucho én la contemplación de los misterios interiores ; no materializa el pensamiento, no se enamora del arte puro, no vive entre imágenes y alucinaciones ; es un magisterio severo, una cátedra continua de educación robusta y cris- tiana» . Siendo Argensola inclinado de suyo á la meditación fi- losófica , y recreándose y moviéndose en ella como en su atmósfera natural, adoptó aquellos géneros literarios que son más apropiados á la expresión de los pensamientos del alma en sus formas individuales y subjetivas: la canción, la epístola moral; la sátira, el soneto. En estas composiciones en que el pensamiento del escritor puede desenvolverse en toda su libertad y holgura, deléitase el ingenio de Leonar- do en profundizar en las entrañas de las cosas para sacar de ellas conceptos nuevos , extraordinarios y admirables, con que ennoblece todos los asuntos, aun los más humil- des y vulgares. En este campo es donde lozanea su vena fecundísima; aquí resplandece su fantasía rica y variada, su lenguaje puro, castizo, elegante, adornado de todas las galas de la poesía y enriquecido con todas las preseas del arte. Un tino y discreción maravillosa guía siempre su mente. La divina Euritmia es la constante inspiradora de su Musa. El orden de las ideas, la elección de las palabras, la misma estructura material de la frase no pueden ser más acertadas. Por esto, sin duda, los contemporáneos de Ar- gensola, maravillados de la clásica corrección y corte ele- gantísimo de su estilo , le compararon á él y su hermano Lupercio , con quien tiene en este punto rara semejanza, con el famoso poeta venusino, designándolos generalmente con el apellido de los Horacios españoles. Y si bien es cierto que considerado el genio de Bartolomé Leonardo en el conjunto de sus cualidades dista mucho del incom- parable lírico latino, cuya vivacidad, concisión y exquisita galanura de estilo serán eternamente la desesperación de — 74 — cuantos le tomen por modelo, no hay duda en que si hay- autor español que se llegue y parezca aL poeta de Venusa es el de nuestro Argensola , y si hay obras poéticas en la literatura castellana que puedan no ya competir, que esto es imposible , sino ser comparadas con las de aquel ejem- plar, el más perfecto en su género que posee alguna litera- tura, son las de los vates de Barbastro. A este propósito es grato citar el juicio que formó de ellas un crítico del siglo pasado: «El carácter de las poesías de Bartolomé Leonardo, dice Don Pedro Estala"'^, es en- teramente horaciano; es sublime sin hinchazón, dulce sin bajeza ni frialdad, elegante sin superfluidad ni afectación, artificioso y profundo sin oscuridad ni exceso.» «No es ciertamente la suya una imaginación vasta, viva y ardien- te que suministra abundancia de imágenes fantásticas, pin- turas amenas muy particularizadas, que arrebata al poeta en vuelos fogosos y forma los grandes cuadros y pinturas animadas: nada de esto se advierte en Argensola*, pero sí una imaginación fuerte y fecunda , semejante á la de Vir- gilio, que pinta por mayor y sabe representar noblemente lo más escogido de la naturaleza.» «Su dicción es pura, elegante y muy poética ; sus epítetos muy propios y ex- presivos; su versificación llana, harmoniosa y corriente, con una facilidad extraordinaria; sus sentencias frecuen- tes, sin afectación y como nacidas en el discurso; su erudi- ción vasta y muy escogida; es más sólido y juicioso que florido y ameno; ama más la Filosofía que los juguetes sonoros; habla más al entendimiento y corazón que á la imaginación.» A tres géneros pueden reducirse las obras poéticas de Argensola, es á saber: las composiciones de forma exten- sa y vagarosa, como son las sátiras ó epístolas, las cancio- nes ó poesías líricas ; y las cortas , como sonetos , epigra- IS En el Prólogo á las Rimas del Doctor Bartolomé Leonardo de Argen^ ^oZa, por Don Ramón Fernández. Madrid. MDCCLXXXVI. — 75 — mas y otras de este estilo. La suma facilidad que tenía Argensola para versificar, la amenidad de su fantasía y la pureza y elegancia de su frase le disponían á sobresalir en aquellas composiciones, cuya amplia y generosa es- tructura presta al ingenio ancho espacio para campear libremente y lucir sus dotes y perfecciones naturales. Así es que las epístolas y las sátiras de Argensola son de lo más perfecto que posee la literatura castellana del siglo de oro, no teniendo quien le haga competencia en las pri- meras más que Lope de Vega, y en las segundas el gran Quevedo. No es tan feliz en las canciones, donde á veces el pensamiento se pierde y desvanece con la excesiva pro- longación de las estrofas, si bien en ellas centellean de vez en cuando destellos de luz, que fijan vivamente la fantasía y la entretienen y deleitan con las más placenteras imáge- nes. Pero donde Bartolomé Leonardo brilla con ventaja in- superable es en el soneto. Haylos entre los suyos , que por el arte con que están conducidos, por la concisión de su frase y por la naturalidad de su desenvolvimiento son una verdadera maravilla. Aquel, sobre todo, que empieza: Dime, Padre común, pues eres justo, «es la cosa más grande que en esta línea se ha escrito, se- gún frase del crítico citado, pues recopilados en los cuar- tetos y primer terceto todos los sofismas de los impíos contra la Providencia, con la majestad y grandeza propia del argumento, el último verso los deshace todos con una belleza incomparable"^^.» Hase dicho más arriba que las múltiples cualidades del ingenio de Argensola le disponían á brillar y aventajarse en muchos géneros de literatura. En muy diversos se ejercitó en verdad, alcanzando en ellos gloria y aplauso merecido; 79 Acerca del mérito poético de Argensola pueden verse más porme- nores, ya en el Prólogo citado de Estala, ya principalmente en el Discurso ■del Duque de Villahermosa, que en este punto nada deja que desear. — 76 — uno de los más excelentes y singulares, y desconocido hasta hace poco por haber permanecido inéditos los documentos que podían atestiguar esta excelencia^^, fué el arte del diá- logo filosófico y político, género difícil de suyo y por esto tal vez escasamente cultivado por nuestros escritores, mas llevado á tal perfección por Bartolomé Leonardo, que desde hoy debe ser contado entre sus cultivadores más eximios, digno de alternar con el griego Luciano y con el español Juan de Valdés. Gomo ensayo sin duda puso en castella- no el Diálogo del primero de estos escritores entre Mercu- rio y la Virtud^ traduciéndolo con notable fidelidad y ele- gancia; mas resuelto á sacar algo de su propia invención, escribió otros con arte tan admirable, con tal conocimien- to de la antigüedad y con tal gracia y sabor satírico, que si no fuese por las alusiones que contienen á sucesos polí- ticos de aquel tiempo, nadie los creería de autor moderno, sino del mismo griego Luciano, traducidos á nuestra len- gua por alguno de nuestros humanistas más insignes. Mas esta clase de estudios, y los que ya se han referido sobre el arte de la poesía, si bien se conformaban á mara- villa con las aficiones de Leonardo de Argensola y le ocasio- naban triunfos tan grandes como merecidos, no ocuparon tanto la actividad de su mente como los de investigación y escritura de cosas de historia. Porque habiendo sido nom- brado Cronista del Reino de Aragón, y constituido ilus- trador de sus hazañas y mantenedor de sus glorias, creyó, y muy justamente en verdad, que no correspondería en manera alguna á la confianza que en él habían depositado los Diputados del Reino si no consagraba todas las fuer- zas de su ingenio al honroso empeño que sobre sí había tomado: y tal como lo entendió así lo cumplió, emplean- do en tan arduo trabajo los mejores años de su vida y los aceros más eficaces de su inteligentia. 80 El Conde de la Vinaza ha publicado recientemente algunos de estos diálogos en el tomo II de las Obras sueltas de los Argensolas. Cuáles fuesen los deberes á que se creía obligado por es- te oficio, los declaró Bartolomé Leonardo en un Discurso acerca de las cualidades que ha de tener un perfecto Cro- nista^^ , presentado á los Diputados del Reino antes que éstos le confiriesen el honroso cargo, discurso lleno de discreción y sabiduría y digno de figurar al lado de los tratados que por aquel tiempo escribieron sobre este punto el historiador de Felipe II Luis Cabrera de Córdoba, el Doctor Juan Costa, catedrático de la Universidad zara- gozana, y Fray Jerónimo de San José, autor del hermoso libro Genio de la Historia. En él, después de asentar la diferencia que hay entre el poeta y el historiador, en cuanto aquél escoge el asunto que ha de tratar , y lo adorna y embellece á su capricho, y á éste se lo da formado la Divina Providencia en los su- cesos que han de ser materia de su historia, afirma que «el oficio del perfecto cronista es luchar contra el olvido, sacándole de las manos todo lo digno de memoria y ha- ciendo dello un ejemplar lleno de verdad y doctrina». La verdad debe ser, según Argensola, la base de la historia, y que esta verdad luzca y resplandezca é instruya al que la lea ha de ser el intento del historiador. Para conseguirlo es necesario que narre bien los hechos, que no se entreten- ga en digresiones inútiles, que no se enrede en pequeneces y menudencias, sobre todo que no se deje llevar nunca de la pasión por santa y legítima que parezca, si puede resul- tar en mengua ó descrédito de la verdad. A fin de averi- guarla y referirla bien, el historiador ha de ayudarse de todo, estudiando las cosas de que ha de tratar, ilustrándo- las y ennobleciéndolas con la luz de otras muchas y reco- giendo de ellas todo cuanto pueda servir á su intento. Su- mo cuidado ha de poner en no dejarse arrastrar del excesivo amor de la patria que á tantos ha despeñado y desacre- 81 Léese este Discurso en las Obras sueltas, p. 255 y siguientes. -^'78--- ditado. «No olvide á su patria con ingratitud, dice Argen- sola; pero sepa que porque lo es ha de gustar 4^ que sus hijos sean cuerdos y considerados; y si no gusta de esto, al fin es madre y no sabe lo que se pide, porque el amor la engaña como á sus hijos.» El fin á que ha de tirar la historia es la enseñanza del lector, pero esta enseñanza desea Bartolomé Leonardo que resulte de la historia mis- ma , sin que el historiador insista demasiado en ella , en- tremetiendo á cada paso los consejos ó advertimientos que pueden colegirse de lo que refiere. El buen escritor de cosas de historia ha de traer esta para ejemplo y con- firmación de la doctrina, mas sin que parezca que tal es su intento; «oigamos, dice con frase pintoresca, el reloj, pero sin ver cada vez la rueda que le hace andar regu- lado». Fuera de estas dotes que ha de tener el historiador, en lo que toca á su persona debe ser , según nuestro au- tor, atentado en sus costumbres, modesto en su hablar, importando mucho que su conversación privada sea con gente grave, de ciencia y calidad «y que haga profesión decente á la verdad que busca , ayudándose del trato apa- cible, sin desorden que le descomponga, porque desta ma- nera salga la materia de su historia de más digna boca que la del vulgo, habiendo de ser su escritura la pública ver- dad del Reino», «Desta manera, dice Argensola, escribirá bien y con autoridad, y con menor disposición de ingenio allanará lo que parece áspero; tratará de nuestras guerras y mezclarálas con las de otras naciones con debida esti- mación de nuestra honra, y aquellas cosas que mostraban no ser dignas de historia las sabrá ennoblecer, llevándolas del sentido al entendimiento, para que medrando de po- sada salgan mejor aderezadas, imitando en este punto al diestro pintor, que hace un hermoso retrato de un origi- nal feo , y con todo se le parece al retrato , sin discrepan- cia ninguna, por oculta virtud del arte.» En suma , «ver- — 79 — dad en la pluma, neutralidad en el ánimo, lenguaje libre, pero modesto, han de ser, según Argensola*^-, miembros del todo integral de la historia». «Destas dotes naturales y adquiridas, concluye, ha de estar adornado el ingenio del cronista. Con tal tiento ha de proceder; esta edad y profesión ha de ser la suya; tal la conversación, la cordu- ra y recato del Juicio, la templanza en cosas propias, la diligencia en todas; con tal espíritu y viveza lo ha de go- bernar todo para merecer el renombre de perfecto histo- riador y cronista, no defraudando á sí mismo y al cargo tan honroso y á quien lo escoge para él ; y desta manera saldrá de sus manos la historia pura , limpia , neutral y maestra de las gentes, que alabe y castigue sin adulación y sin injuria y de toda ella resulte el provecho que se pretende.» Tal era la idea que Bartolomé Argensola se había for- mado de los deberes que incumben al escritor de cosas de historia. ¿Los cumplió él al ponerse á escribirla? Sí y no, según se miren las cosas, y aun conforme se entiendan las mismas palabras en que se expresa nuestro autor. La historia ha de ser, según Bartolomé Leonardo, ima- gen de la realidad , espejo donde reverbere por modo cla- rísimo la vida que palpita en el sér de las cosas, cuerpo hermosísimo lleno de acción é interés compuesto de mu- chas y muy diversas partes , correspondientes á las que forman el conjunto real de los hechos, y en el cual «se recoja de todas las cosas algo para hacer una sola de to- das, así como un número se forma de muchas unidades». Esta imagen debe ser delineada con las palabras y estilo del escritor, el cual para dibujarla y colorirla ha de ser- virse de cuantos medios pueden prestarle la naturaleza y el arte, puestas á contribución por las dotes intelectuales 82 En carta á Fray Jerónimo de San José. {Obras sueltas j p. 329.) Las otras citas del contexto están tomadas del Discurso sobre las cualidades que ha de tener un perfecto Cronista. - 80 — de que él mismo está adornado. Hermosa y agradable tiene que ser esta imagen, y tan llena de luz y de vida, que embelese el entendimiento del contemplador y excite su corazón á empresas generosas ; mas con ser tan bella en sí, debe tenerse siempre en cuenta que no posee más sér que el que le es reflejado de otra que lleva el historia- dor en su mente, y en la cual ha conseguido éste repro- ducir por manera ideal la serie de acontecimientos que refiere, y darles calor, acción é interés tanto más grande y eficaz cuantas más partes ó elementos representa de la realidad, y con cuanta mayor viveza y perfección los re- presenta. En procurar que estas dos imágenes, la escrita y la ideal, se correspondan lo más perfectamente que sea posible con la verdad de las cosas , ha de estar el esfuerzo supremo del historiador, y en conseguirlo se cifra el mé- rito de su obra; por manera que si hubiese ingenio de hombre capaz de formar en sí una copia exactísima de los acontecimientos que contempla, ora actualmente presen- tes, ora trasmitidos de palabra ó por escrito, y pudiese traspasar esta copia á sus palabras con tanto acierto y fi- delidad que en ellas reviviese el mismo conjunto de los sucesos con su enlace y vida propia, con la fidelísima re- presentación de los personajes que intervienen en ellos, y con todos los matices , accidentes y variedades del cua- dro en que se desenvuelven, este tál podría darnos una historia verdadera , auténtica y fidedigna de los aconteci- mientos que deseásemos conocer. Mas, ¿cuál es el ingenio capaz de llevar á cabo esta em- presa? Ninguno sin duda. El entendimiento del hombre es una facultad tosca é imperfecta. Aseméjase á uno de aquellos cristales que suele producir la industria primi- tiva y rudimentaria, á trechos claros y trasparentes, á tre- chos borrosos y oscuros, por los cuales si traslucen partes del objeto que está delante, nunca todas ellas, y menos con la claridad y perfección que sería menester. Puede — 81 — este cristal pulirse más y más y recibir mayor claridad, limpidez y trasparencia con los esfuerzos del estudio, con el trabajo de la aplicación , y sobre todo con la purifica- ción del ánimo de las pasiones que más suelen deslucirlo y empañarlo; pero nunca llegará á tenerla completa y per- fecta , nunca se conseguirá con él lo que la industria mo- derna ha conseguido con las grandes piezas de cristal que acierta á fabricar, tan limpias, lúcidas y trasparentes, que por ellas pasan las imágenes de las cosas con tanta pureza é integridad^ que cree el espectador que, desapare- cido el mismo cristal, no media entre él y el objeto sino el vago ambiente del aire. Tal es la suerte á que está sujeto el entendimiento del hombre; tales son las condiciones de flaqueza, imperfección y defectuosidad á que están ligadas sus ideas y más especialmente las que versan acerca del conocer y trasmitir las que son propias de la historia; y tal es también la raíz de la imperfección de las obras his- tóricas de Bartolomé Leonardo, como lo es de todos los historiadores que ha habido hasta ahora, como lo será de cuantos puedan venir en adelante. Varias obras escribió en este género, que son: la Con- quista de las Islas Malucas ^ los Anales de Aragón^ con- tinuadores de los de Zurita, y que abrazan los sucesos del Reino aragonés desde el año i5i6 hasta el de i52o***"% las Alteraciones populares sucedidas en Zaragoza en el año de iSgi, las Advertencias á la Historia de Felipe II át Luís Cabrera de Córdoba , los Comentarios de las cosas sucedidas en su tiempo y algunas otras de menos impor- 83 La edición de 1630 lleva este título: Primera parte | délos I Ana- les DE Aragón, | que prosigue | los del Secretario Geró- 1 nimo Zu- rita, DESDE EL AÑO | M.D.XVI. DEL NACIMIENTO j DE ]S REDENTOR, | POR EL Dr. Bartholo- j mé Leonardo de Argensola, | Rector de Villa- hermosa, Ca- i NÓNIGO DE LA S.* IGLESIA METRO- 1 POLITANA DEZaRAGOZA, Chro- i nista del ReyN.° Sr. de la Co- | roña y Reyno de Aragón J En Zaragoza por Juan de Lanaja, | impresor, año 1630.— Es un tomo en fo- lio mayor de 1128 páginas, sin los índices y preliminares. 6 - 82 — tancia^\ En las que gozamos impresas admírase estilo cla- rísimo y elegante, modelo de corrección y de pureza. La narración está hecha con sumo interés; una vida prodi- giosa palpita en sus página?. Q,ue en ellas se refleje la ver- dad pura y sincera, y que ni la pasión ni el miramiento personal bastardearon el juicio, ni movieron ó torcieron la pluma de Bartolomé Leonardo, no puede ponerse en duda- Fué nuestro escritor amigo de la verdad sencilla, llano en sus palabras, aborrecedor de la falsedad y pre- ciado de poseer aquella soberana libertad de espíritu que, sobreponiéndose á los impulsos de la aviesa pasión, sólo rinde vasallaje á los dictámenes de una recta conciencia. «Yo aborrezco el mentir'^^» , exclamaba una y otra vez, y aunque se quejase en el seno de la confianza^^ de tener mal siglo, «y la adulación tan poderosa en él que se entremete en la más fundada amistad», así procedió en su vida pú- blica y privada c|ue con entereza verdaderamente arago- nesa pudo dejar escrito'*^^: 84 Sobre el libro de las Alteraciones de Zaragoza^ leemos en las Memo- rias manuscHtas de Ustarroz: «En el año 1626 entregó á los Diputados un tratado con esta inscripción: Alteraciones p02)ulares de Zaragoza en el ano 1591. Dividió este asunto en dos partes: en la primera propone la ma- teria, y para dar corriente á los sucesos empieza con la pretensión fiscal sobre las leyes de Teruel, las prisiones que allí hubo y otros accidentes en menoscabo de los fueros con la llegada del Duque de Segorbe y del Doctor Soto de Calderón, inquisidor de Falencia. Describe los solevamientos de la Baronía de Monclús del Condado de Ribagorza en tiempo de los Du- " ques Don Martín y Don Fernando de Aragón, el pleito de Ariza, el de la Baronía de Ayerbe, las Cortes generales celebradas en Monzón año 1585 y el asiento que en ellas mandó el Rey tomar sobre los negocios referidos. Estas materias las escribe con tanta claridad y elegancia, que á mi enten- der entre sus escritos tiene éste eminente lugar. Su original tiene el Reino en el Archivo de la Diputación.» Este manuscrito de Argensola se ha per- dido, como también el de los Comentarios sobre las cosas de su tiempo. Las Advertencias a la Historia de Felipe II fueron publicadas hace algunos años en la magnífica edición de la obra de Don Luis Cabrera de Córdoba^ hacia el fin del tomo III. 85 En la epístola que empieza: «Hoy, Fabio, de la Corte me retiro.» 86 En carta á Don Luís Bavia. {Obras sueltas, p. 345.) 87 En la epístola que empieza: «Hoy, Fabio, de la Corte. me retiro.» — 83 — En tanto que en el mundo haya cebada Y en mi cerebro lúcido intervalo, No me ha de dar la adulación posada. Y sin embargo de tanta libertad é independencia, y á pesar de tanto amor á la verdad , á cualquier lector que repase hoy los libros históricos de Bartolomé Argensola no puede menos de asaltarle la sospecha de que en ellos campea la verdad sí, pero no entera, ni tampoco adornada de todos los accidentes y requisitos que son necesarios para hacerla llegar limpia é inmaculada al entendimiento del lector. Tal vez sea demasiada exigencia; pero lo cierto es que al escritor de cosas de historia se le pide hoy mucho más de lo que se le exigía en otros tiempos. La esfera de nues- tros conocimientos se ha ensanchado prodigiosamente. En cualquier fenómeno ú objeto vemos infinitas más co- sas de las que antes se veían. La misma distancia á que los miramos nos permite verlos más en grande y vislum- brar en ellos accidentes y relaciones que nunca sospecha- ron los qué los vieron más de cerca. De donde resulta que la historia que cuenta una serie de acontecimientos, si ha de responder á este ideal, tiene que ser hoy más vas- ta, más minuciosa y circunstanciada de lo que antes fué, reproduciendo y resucitando la época en que tales hechos pasaron y haciendo revivir las costumbres, los caracteres y la vida entera délos personajes que intervinieron en ellos. En verdad, si ya en su tiempo advertía Argensola^**^ que «no satisface á lo que debe el que cuenta los sucesos desnu- dos», sino que es necesario que los vista y aderece con los requisitos del arte, y que nos cuente no sólo los casos y ha- zañas de los hombres, pero aun los «pensamientos de las gentes», ¿cuánto más no ha de exigirse esto hoy que esos pensamientos es visto que no pueden enteramente cono- 88 Discurso sobre las cualidades que ha de tener un perfecto Cronista, {Obras sueltas^ p. 257.) — 84 — cerse sin conocer también el estado de la sociedad en cu- yo ambiente se desenvolvieron los hechos, las influencias á que estuvo sometida, los caracteres morales que la singu- larizaron y aun los mismos accidentes físicos del terreno con sus múltiples aspectos, con las infinitas variedades y evoluciones de la naturaleza; hoy que la historia tiende no tanto á referir sucesos, genealogías y contiendas de reyes, sino hazañas y costumbres de pueblos; hoy, en fin, que se quiere conocer no ya los actos y empresas de los hom- bres, sino la naturaleza infinitamente rica, variada y mo- vediza del hombre mismo? Que á realizar este ideal del arte de la historia no haya llegado ninguna de las obras escritas por Argensola, como no llegó ninguna de las escritas en su tiempo, como apenas llegue alguna de las escritas en el nuestro, á nadie debe causar extrañeza: lo extraño hubie- ra sido que hubiesen llegado. En este sentido, pues, cabe decir que Bartolomé Leonardo no desempeñó el oficio de historiador tal como puede colegirse de sus palabras y preceptos. Pero si no en esta forma suprema y absoluta, en la ac- cidental , hipotética y relativa , y tal cual entonces podía exigirse de él, no hay duda que lo desempeñó y por alta y maravillosa manera. Las perfecciones artísticas que real- zan sus historias, son, como es dicho, de las más relevan- tes de que puede envanecerse ninguna obra literaria. Fluye en ellas la narración con suavidad y sencillez admirable. La verdad aparece entre esplendores de luz que dulcemen- te recrean y embelesan la mente. Todo en estos libros es agrado, dulzura, suavidad grave y deleitable. De los Ana- les del Reino de Aragón decía uno de sus biógrafos, el Doctor Andrés Ustarroz^^, que eran «como la imagen de Venus, que por muerte de Apeles quedó imperfecta sin haber pintor que se atreviese á proseguirla»; y así ha suce- 89 Noticias de Pellicer, p. 110. — 85 — dido en verdad, quedando aquel precioso fragmento de la historia del Emperador Carlos V cual monumento de pro- digiosa hermosura que nadie se ha atrevido á continuar. De las Alteraciones populares dice el mismo Ustarroz'^^, que á su entender «entre sus escritos tiene éste eminente lugar», calificación que hace más sensible su pérdida; y en la Historia de las Islas Malucas poseemos, como ya es dicho, uno de los libros de más sabroso y apacible estilo que hay en nuestra lengua, cual lo muestra el juicio que se ha formado siempre de él y el aprecio que mereció de los entendidos, como lo prueba el haber sido traducido por lo menos al francés y al alemán, fortuna rara vez alcanza- da por ninguno de nuestros libros de su clase^*. En todas estas obras resplandece la verdad pura y es- 90 En las Memorias mss.^ cap. V. 91 La edición española de la Conquista de las Islas Malucas lleva esta portada: Conquista | de las [ Islas Malucas | al Rey Felipe III N." Sor. 1 ESCRITA POR el LiCEND " BARTOLOMÉ | LEONARDO DE ArGENSOLA CAPE- LLÁN I DE LA Majestad de la Emperatriz | y Rector de Villahermo- SA. I (Aquí la empresa de Arg'ensola figurada por un león dormido, sobre el cual campea la palabra livori.) | En Madrid por Alonso Martin, año M.DC.IX. La portada de la versión francesa dice así: Histoire de la conquete des isles Moluques par les Espagnols, PAR les Portugués, et par les Hollandais. Par Barth. Leonardo de Argensola. Traduite de l' espagnol. Amsterdam, J. Desbordes, 1706. 3 vols. en 8.°— Atribúyese la traducción á Jacques Desbordes. Está dedicada al Conde de Kniphusen, cuyo retrato grabado va en el primer tomo. El ter- cero es una adición del traductor, en la cual refiere las conquistas de los Holandeses en la India. El título de la traducción alemana es: Beschreibung der Molukischen Insuln^und derer zwischen dex Spaniern, Portugiesen un Hollaendern darum gefuhrten kriege, Woben zugleich allerhand in Europa und Indien vorgefallene Begebenheiten wozu die Molucken Gelegenheit gegeben ausfuhr- lich erzehlet werdkn. Erstlich von hn. Bartholomjeo Leonardo d' Argensola, in Spanischer Sprache beschrieben, nachgehends in dis FRANZOSISCHE UND NUMEHR IN DIE H0CHDEUTSCHE UBERSETZET. FrANCK- furth und Leipzig, Bey Michael Kohrlachs seel. Wittib und Erben VON Liegnitz, niO.--8."-'760 págs. y 26 hojas de tabla alfabética. — 86 — cueta , ajena de pasión, exenta de interés y presentada al lector de una manera singularmente bella y atractiva; y en este punto cumplió Bartolomé Leonardo los preceptos que él mismo se había impuesto. Qué importa que á esta verdad tan hermosamente dibujada le falten algunas luces ó adornos que hoy se creen indispensables? Qué importa, por ejemplo, que en la historia de la Conquista de las Islas Malucas se eche de menos mayor esmero en la descripción geográfica de aquellas islas, más amplia noticia de los usos, costumbres é ideas de sus habitadores, más vivo y profun- do sentimiento de la naturaleza que tan pujante se ostenta en aquellas privilegiadas regiones? Qué importa que aun en la misma serie de los hechos de su Conquista no en- cuentre el lector aquella lucha de pasiones é intereses y aquel orden y transparente claridad que hoy se requiere, y que es efecto y resultado de la mayor educación y per- feccionamiento que han logrado en general las facultades del alma? Ni á Argensola pudo pasarle jamás por el pensa- miento que fueran necesarios tales requisitos para sus es- critos de historia, ni su falta mengua en manera alguna el valor de las otras cualidades que campean en ellos. Juz- gar las ideas de los pasados por las de los presentes es te- meridad imperdonable. Hay en el mundo un progreso continuo, que lo mismo afecta al orden de la naturaleza que al de la inteligencia y al del arte. El ideal de hoy (en lo que toca á las partes ó elementos accidentales de las obras artísticas) no es el de ayer, como tampoco será el de mañana. Lo que en este siglo creemos el colmo de la per- fección , tal vez aparecerá en el que venga muy pobre y menguado. Moderemos, pues, nuestros juicios ; juzgue- mos con benignidad las cosas pasadas, como quisiéramos que se juzgasen en adelante las presentes. Las obras his- tóricas de Argensola fueron tenidas como de mérito altí- simo cuando aparecieron en la república de las letras, y aun hoy lo son si nos ponemos en el verdadero punto de — 87 — mira. «La historia, decía un antiguo, de cualquier mane- ra que se escriba deleita.» La historia escrita por la pluma áurea de Bartolomé Leonardo, embellecida con las galas de su imaginación y realzada con las gracias impondera- bles de su estilo, agradará siempre al discreto lector, y le producirá uno de los deleites más puros, más tranquilos y apacibles de que es dado á la humana inteligencia dishai- tar en la esfera del arte y del pensamiento. Mas si en las obras históricas de Bartolomé Leonardo, cofno en las poéticas ó políticas (pues lo que se ha dicho de aquéllas puede en su tanto aplicarse á éstas), echa de menos el gusto ó ideal moderno algo que cumpla con los requisitos del arte tal como hoy es entendido, y si la ima- gen de la realidad no brilla en ellas con los esplendores con que pudiera iluminarlas el progreso presente, en cam- bio campea en todas otra imagen viva y hermosísima, que Argensola jamás tuvo empeño ni siquiera intención de di- bujar, pero que resultó pintada y como nacida por sí mis- ma, cual prueba elocuentísima de la ventaja que hace á las veces la naturaleza al arte y el instinto nativo y espon- taneo al movimiento reflexivo de la voluntad. Esta imagen es la imagen del mismo Argensola, de su carácter, de su corazón, de su alma. Es notorio que entre las cualidades y excelencias que pueden realzar las obras del humano ingenio, una de las más singulares y peregrinas es la virtud que tienen de re- flejar, juntamente con el asunto que desempeñan, las do- tes intelectuales de sus autores, la índole de sus pasiones y afectos y las prendas que constituyen y especifican su ca- rácter. Pocas son las obras artísticas que á esto llegan, co- mo quiera que sólo han podido alcanzarlo las de aquellos rarísimos%scritores á quienes dotó el cielo de tal flexibili- dad de facultades , que les permitió expresar sus pensa- mientos con toda su natural energía y viveza, sin que nada los deslustrase ó desfigurase, antes conservando entero el — 88 — sello y sabor personal que en sí tenían. En estos ingenios singulares el hombre se confunde con el escritor, y en sus obras á la vez que la imagen ó representación de las cosas que se dicen ó escriben , vemos la imagen ó efigie del que las dice. Uno de estos ingenios fué Bartolomé Leonardo de Argensola. Alma ingenua y veraz expresó sus ideas sin velos ni re- bozos , y en esta expresión salió envuelto algo de lo que palpitaba en lo más íntimo de su sér, algo de lo que for- maba la parte más sustancial de su alma. No hay obra alguna de Argensola que no contenga algún elemento de esta su íntima naturaleza, ni linea de sus escritos que no ofrezca algún rasgo de su carácter ; y estos rasgos y ele- mentos son de tal manera vivos y expresivos que quien los recoja puede formar con ellos el trasunto más acabado de sus inclinaciones y costumbres y el retrato más auténtico de su fisonomía moral. Hermosa y por extremo simpática se presenta esta fiso- nomía. Si el estilo es el hombre, como se ha dicho con razón, el alma de Argensola quedó fidelísimamente retra- tada en aquel estilo suyo, dulce, apacible, todo orden y grata harmonía. En él la inteligencia y la fantasía andan en admirable concierto. Los resplandores de la idea están realzados de continuo por los suaves ardores del corazón. Una correspondencia maravillosa reina en todas sus partes ó elementos. Nada hay en este estilo extraño ó violento, nada que choque ó sorprenda , sino una dulce serenidad que atrae y agrada, y que cuanto más se analiza y estudia más sincera y profunda simpatía engendra en el alma. Imagen ó más bien original fidelísimo de este estilo era el alma de Argensola, alma recta y sincera, esclava de la ley moral que de lleno la iluminaba y absorbía, y qift toman- do por norma de sus acciones la sinceridad y honradez y cuidándose poco de los respetos y dichos de los hombres, apreciaba en su justo valor el que llamaba — 89 — Envejecido error de los mortales, Que dan á la opinión más que á la ciencia, Aun en las cosas mismas naturales^-. • Al que contemple esta fisonomía desde el punto ó ins- tante actual y la coteje con las que se mueven en torno suyo, no podrá menos de sorprenderle la diferencia que entre aquélla y éstas ha de observar. El mundo , así físico como el moral, ha cambiado mucho desde los tiempos de Argensola. Los caracteres délos hombres se han transfor- mado; las inteligencias se han agrandado y enriquecido. En nuestros cerebros bulle hoy mayor número de ideas que las que se agitaron en los de Argensola y sus contem- poráneos. Donde quiera que volvamos los ojos vemos más y más lejos, y de cualquier parte adonde dirijamos nuestra actividad científica ó moral parecen surgir ideas innumera- bles de que no tuvieron ni sospecha siquiera aquellos hom- bres. Pero si hemos ganado en número, hemos perdido en orden y calidad ; y si nuestro fondo científico y moral se ha enriquecido inmensamente , no ha sido sino á costa de perder mucho de aquella gravedad, asiento, discreción, y, sobre todo, de aquel hermoso concierto y correspondencia que embellecía en otros tiempos las inteligencias y las vo- luntades. De parte de quién está la ventaja no es difícil averiguarlo; porque si á pesar de las debilidades y miserias de que está rodeado el humano vivir, no ha de ser éste un conjunto de fenómenos sin orden ni paz; si el hombre no ha de caminar al azar, no sabiendo de dónde viene ni adonde va; si no hemos de pasar el tiempo en perpetuos ensayos, deshaciendo hoy lo que hicimos ayer; si nues- tras facultades, en fin, no se han de destruir en irremedia- ble divorcio, no hay duda que logra mejor este fin quien experimentando en sus ideas y afectos la hermosura del orden que realza y ennoblece las obras más espléndidas de 92 En la epístola que empieza: «Hoj-, Fabio, de la Corte me retiro. > {Ri- masj t. n, p. 169 de la edición de Estala.) — go- la naturaleza, lo realiza en la medida y alcance de sus fuer- zas , y da á cada cosa su precio y valor , y respeta lo que merece respeto, y sujetando la voluntad á la* razón y ésta á la regla de moralidad que le es impuesta de lo alto^ per- fecciona de esta manera la hermosa síntesis en que se con- centra todo el fin de la vida humana, c[ue no quien lleva en su cabeza un mundo revuelto de ideas disparatadas é inconexas , que en lugar de paz no ocasionan sino desor- cien y perturbación á su espíritu. Refiere Argensola^"' de un personaje de la corte romana «muy grave y muy docto, y aún más que esto» según le llama , que habiendo leído un papel en que se defendían con notable tesón ante el Tribunal de la Sede Apostólica los derechos del reino de Aragón á ciertos privilegios y preeminencias , decía de los aragoneses: ¡ estos son hom- bres! Esta misma expresión^ aunque en sentido algo dife- rente, se viene á los labios al estudiar muchas de las almas de nuestros antiguos , al ver la alteza de las ideas que las mueven é impulsan y al advertir la nobleza de sus afectos, la tranquilidad de sus pensamientos y la paz que reina en todo su sér. Hombres eran de verdad aquellos varones que poniendo la mira en los altos destinos de la humana per- sonalidad los ejecutaban por manera nobilísima; hombres eran los que daban á cada cosa su mérito y valor, y guar- dando el orden que ha de haber en las ideas de nuestra mente sujetaban sus acciones á la regla moral que brillaba en el fondo de sus conciencias y libraban en esto la paz y la tranquilidad de sus almas; hombres eran los que^ alzán- dose sobre la esfera de ruines afecciones que se disputan el corazón humano, lo encaminaban hacia Dios y en El co- locaban el fundamento de sus pensamientos y afectos. Tal fué, en verdad, Argensola, y tal se nos presenta en 93 En carta escrita al Justicia rle Nápoles á 8 de Septiembre de 1611, que extracta Don Adolfo de Castro, (Biblioteca de Rivadeneira, t, 38, pági- na XCVII.) — 91 — su vida y en sus escritos. Gózase él mismo en muchas de sus composiciones en pintar la paz y tranquilidad de su alma, explicando los efectos que causaban en ella, y aun dándonos la clave del misterio que por su dicha había logrado descifrar. Todo este misterio está encerrado en aquellos hermosos versos de uno de sus contemporáneos, el insigne Lope de Vega: Con mis pensamientos voy, Con mis pensamientos vengo, Que para vivir conmigo Me bastan mis pensamientos. Esta sentencia, que Lope de Vega parece haber puesto empeño en desmentir con su vida tumultuosa y agitada, fué la norma constante de Argensola. vive dentro de tí, porque te advierto Que jamás hallarás lo que deseas Si lo buscares fuera de tí mismo: Este consejo daba'^* á quien desease encontrar la paz y la quietud de su alma, y en seguirlo la halló él perfecta y cumplida. Confiésalo de buen grado, pero advirtiendo^^ deber esta paz á haber mirado Su pensamiento, no ya como preso, Sino como consorte y grato amigo, en lo cual está el punto de la dificultad, y de ahí provino la diferencia entre nuestro filósofo escritor y Lope de Vega. Y la razón de haber logrado esta quietud de espíritu la indicaba Argensola^*^ al advertir que el pensamiento En la continuación de estar conmigo No es fácil de creer cuán de su grado Sigue el mismo dictamen que yo sigo. . 94 En el soneto que empieza: «Carlos, ni pretensión ni gloria fundo. > {Obras sueltas, p. 27.) 95 En la epístola que empieza: «Para ver acosar toros valientes.» (Ri- mas, 1. 1, p. 62, de la edición de Estala.) 96 Ibid. — 92 — Por lo cual, viendo en sí el efecto de esta buena compa- ñía, muy discretamente preguntaba^": De qué sirve picarle á que irritado ' Aperciba las velas y los remos Para buscar sosiego á nuestro estado Si entre nosotros mismos le tenemos? Y aun por esto también al contemplar cuán diferente era en este punto el proceder de los mortales , escribía^^: ó execrable ambición que nos encantas Para que ni él parezca ni le hallemos! Mas aunque Argensola había hallado el sosiego de su alma en el trato con su propio pensamiento, no podía me- nos de conocer que los grandes bienes que trae consigo este trato difícilmente se logran con la vida alborotada que se lleva generalmente en las populosas ciudades. Así es que la estancia en la soledad del campo, que tan dul- ces entretenimientos le había ocasionado en los días de su juventud, fué también su gusto mayor en los postre- ros años de su vida. Llevado de este gusto, aunque muy ocupado en sus tareas literarias , gozábase de entreverar- las con las distracciones que le ofrecía la contemplación de los espectáculos de la naturaleza , hallando en éstos más halago que el que encuentran los amadores del mundo en sus bastardos placeres. El sitio escogido para vacar á esta soledad era una casa ó torre que la familia de Argensola poseía en la anchurosa vega regada por el Ebro y en el pueblo de Mozalbarba, no lejos de Zaragoza. En ella ha- bía vivido largas temporadas el hermano mayor Lupercio, hallando grato alivio á sus enfermedades, y á ella se reti- raba también alguna vez Bartolomé, dando de mano á sus 97 En la epístola que empieza: «Para ver acosar toros valientes. > {Ri- mas, t. I, p. 62, de la edición de Estala.) 98 Ibid. — 93 — estudios y deseoso de vivir para sí y para sus solitarios pensamientos. De esta vivienda habla en una de sus composiciones poéticas^^, describiéndola tan vivamente y derramando en su descripción tanta luz y riqueza de colores -y tal paz y suavidad de sentimientos, que al leerla no parece sino que respiramos la misma paz y suavidad y aun que contem- plamos'el mismo corazón de Argensola, y vemos en él la tranquilidad de su espíritu y la amable sencillez de sus cos- tumbres. Y como al par de esta cualidad moral, que realza tan hermoso fragmento, es muy apropiado para dar idea del estilo de nuestro autor, de su admirable facilidad de versificar y de la manera cómo sentía y expresaba las be- llezas de la naturaleza, no podemos resistir al deseo de trasladarla á este sitio. Dice así: Es la capacidad de la posada Angosta, pero, gracias á Dios, nuestra, Humilde, pero bien acomodada; En cuyo alegre patio, á mano diestra, Un cuarto fresco para el tiempo estivo Sobre el antiguo sótano se muestra: El sótano en que siempre licor vivo De Baco en los toneles envejece Y cuanto más anciano es más activo. Todo este cuarto en un jardín fenece No trasquilado, que su verde greña Para apetito en la ensalada crece. Á la otra parte entre robusta leña De parto cacarean cien gallinas Junto de una cocina no pequeña; Donde extendida entre las dos esquinas Blanquea una vajilla que se iguala, Si ya no excede, á porcelanas finas. Un entresuelo en medio de la escala, Para si viene un huésped dedicado. Luégo se sube al comedor y sala; 99 En la epístola que empieza: «Hoy, Fabio, de la Corte me retiro. > {RU was, t. n, p. 169, de la edición de Estala.) — 94 — En el cual hay un cuarto á cada lado, Según el tiempo, habitación distintá, Y de ambas partes se descubre el prado, Y tál, que cuando en lienzos ves la quinta Entre los sauces y ribera amena, Dirás que desta amenidad se pinta. La torrecilla de palomas llena De sus roncos arrullos, semejante A los aplausos del teatro, suena. Y abiertas las ventanas no distante Al aposento, muestran de la fruta, Mas cubiertas con redes de bramante. Porque el oreo que la tiene enjuta Entre á darle sazón y á las traviesas Aves estorbe la defensa astuta. El generoso olor de las camuesas Se esparce, que del techo bien colgadas Forman racimos de sus hilos presas. Pende también la sarta de granadas Que una en el seno sus rubíes encubre. Y algunas te los muestran confiadas. Las uvas cuyo lustre nos descubre Que el néctar guardan, sólidas y enteras, Todos los meses como en el Octubre. Y de juncia y de esparto en las groseras Fajas se ven pendientes los melones, Acomodados dentro en sus esferas; Las servas semejantes á varones Que en sus patrias son ásperos y rudos Hasta que á luengas tierras los traspones; Los nísperos que dejan de ser crudos, Aunque maduros son pellejo y cuescos, Y los membrillos lisos ó lanudos; Los higos pasos con más miel que frescos, Al fin, cuanto esculpe y se colora Sobre las cornucopias y grutescos. En esta copia fácil considera Que un asado y cocido, poco y bueno, Sobre manteles Cándidos me espera, Y que á mis horas ciertas cómo y ceno — 95 — Con la resolución que lo ejercita Un sano escarmentado de Galeno, Y con puntualidad tan exquisita É indispensable como el sol la tiene Al ei)trar en los signos que visita. Mas componer la sala me conviene Y mi cama en su alcoba y ver el modo Que el tercer aposento se previene, Que es grande, blanco y lleno de luz todo. En éste, de mis bienes lo más rico, Mis carísimos libros, acomodo. Este, suaves Musas, os dedico Al ocio docto y las vigilias santas Que me han de segreg-ar del siglo inico. Aceptadlo, bellísimas infantas De Jove, así no estampe la ignorancia En vuestro monte sus profanas plantas. Y mientras usa Codro de arrogancia Por ciencia, y á su voz los lleva asidos Cual suele el otro Hércules de Francia, Y juzgan con tan rústicos oídos Que lo tienen por cisne, siendo ganso, Y por canto sonoro sus graznidos, Y mientras anda entre Caribdi y Scila La verdad por causídicos maldito, Cuya fidelidad y voz se alquila, Hasta que al fin interesados gritos De los confusos tribunales vuela Ó se ahoga en los pérfidos escritos, Y mientras la ambición y la cautela Apresuran la vida de Palacio Batiendo el tiempo volador la espuela, Pasaré yo la mía muy despacio Con Jerónimo, Ambrosio y Agustino Y alguna vez con Píndaro y Horacio. Deste puerto seguro determino Mirar, si puedo, como ajeno el daño Que en otros hace el ímpetu marino, Y en el de jaspe catalán ó extraño, Para colgar mis cepos y cadenas, Levantar un altar al desengaño; — 96 — Con letras de oro de misterio llenas, Mas inferior en harto al buen sentido Con que las declaró Pablo en Atenas, Ansí dirán: ¡Al Dios no conocido! Mas este silencio y soledad, como todas las cosas del mundo cuando no se toman con discreción, tienen sus in- convenientes. El ánimo hecho para la sociedad no puede menos de enrudecerse con el apartamiento del trato hu- mano. El ingenio enriquecido con los conocimientos que le prestó una cultura generosa , gózase en comunicarlos á los demás y en acrecentar el caudal de su propia instruc- ción con la que naturalmente recibe de sus semejantes. Habiendo Bartolomé Leonardo vivido en la sociedad más culta y bien educada que había en su tiempo, y pose- yendo gran copia de doctrina y de experiencia lograda á costa de muchos estudios y viajes , había de complacerse en participarla á otros y en aprovecharse de la conversa- ción ajena para la instrucción propia, y en sacar del trato amigable, luz, experiencia y solaz para su espíritu. Por esto al que creyese que su amor al retiro le había de in- fundir desprecio á la humana sociedad, le decía*^': No infieras desto que amaré el reposo Estrechado á la aldea, huyendo el trato Á la vida política forzoso. Amarólo picando el gusto un rato Para volverme á la ciudad con gana De jamás retirarme al sitio ingrato; Que quien vive en la aldea una semana, Ó vive un siglo ó reducir desea A desesperación la fuerza humana; Quién sufrirá el silencio de la aldea Desde que el sol su agreste plebe envía A sudar á los- campos la tarea? Queda entonces tan sorda y tan vacía, Que ni una voz ni á veces un ruido Suena en las horas útiles del día, 100 En la epístola que empieza: «Para ver acosar toros valientes,» mas, 1. 1, p. 72, de la edición de Estala.) — 97 — Y si sueltas la lengua á grito herido Por ver si hay gente, el eco lo repite Y responde en el barrio algún ladrido. La ardiente condición no me permite Por ahora que en parte tan ajena De comercio el espíritu ejercite; Nuestra ciudad gentil de ingenios llena Lo retira, lo ocupa y lo divierte, Alternando el alivio con la pena. Esta ciudad tan gentil y tan llena de ingenios no podía menos de tener para Argensola irresistible atractivo. Ya se ha ponderado en otra parte el colmo de general cultu- ra en que estaba Zaragoza á la venida de Nápoles de nues- tro escritor. Los años adelante mejoró aún más, ofreciendo al amante de las buenas letras cuantas ocasiones podía ape- tecer para aventajarse en ellas y presentando una sociedad de hombres doctísimos, que eran honor de su patria y or- namento de las ciencias que cultivaban. Sucedió esto principalmente durante el virreinato de Don Fernando de Borja, Comendador mayor de Montesa, amigo y aun pariente muy cercano del Conde de Lemos. De él decía éste en carta á Argensola*^* que «hacía tiem- po que los corazones de ambos andaban muy conformes», y decíalo sin duda no solamente por lo que tocaba al afec- to que los dos profesaban al insigne poeta aragonés, sino por la semejanza que tenían en sus gustos y aficiones. Era muy joven cuando vino de Virrey á Zaragoza; pero lleno de ideas grandes y de pensamientos generosos, desempe- ñó su oficio admirablemente no menos que por espacio de doce años, cautivándose las voluntades de todas las clases 101 Esta carta lleva la fecha de 9 de Agosto de 1621. Que Don Fernan- do de Borja fuese singularmente aficionado á las letras puede colegirse ya de lo que dice Argensola en las dos composiciones poéticas que le de- dicó: la epístola que empieza, «Para ver acosar toros valientes», y el soneto que principia: «Pues tu gobierno imita, mi Fernando», ya de las palabras del Conde de Lemos á Argensola {Obras mellas^ p. 384), en que se remite al juicio del Virrey en materias literarias. •7 — 98 — de la sociedad y mostrándose celoso protector de las ar- tes y de las letras. A este fin solía celebirar en su morada, el hermoso palacio que tenían en el Coso los Marqueses de Osera, hoy casa del Conde de Aranda, tertuhas ó ve- ladas literarias , en las cuales , unidos por los lazos de la más noble amistad y presididos por el espléndido Me- cenas, juntábanse los ingenios más ilustres de Zaragoza, teniendo por guía y adalid á aquel á quien nadie podía disputar la preeminencia en la república literaria de Ara- gón , al Doctor Bartolomé Leonardo de Argensola. Ratos de muy apacible esparcimiento hubo de pasar nuestro es- critor en aquella casa. El vínculo de dulce amistad que le unía con el Virrey y la ventaja que todos reconocían á su mérito no podían menos de granjearle el respeto univer- sal y el derecho á intervenir y dar su autorizado parecer en todas las discusiones literarias. Su mucha experiencia y doctrina, la gravedad de su carácter y la mansedumbre de su condición habían de ser también medios eficací- simos para atraer voluntades, suavizar asperezas y de- rramar aquellos destellos de bondad y benevolencia que esparce en su contorno la amistad noble '¡^ sincera. Fre- cuentadas dichas tertulias por los varones más doctos que había á la sazón en la capital aragonesa, fueron su más bello ornato y atractivo, fomento singular de la buena en- señanza y estímulo eficacísimo de las virtudes políticas y sociales, que son el lazo más firme del trato humano. En esta atmósfera pacífica y serena , avivada por el ca- lor de la amistad y esclarecida por la luz del ejemplo co- mún, trascurrieron los años postreros de la vida de Argen- sola, muy tranquilos, en verdad, y muy fecundos por los frutos que dieron de su actividad literaria. En estos años, á más de enmendar sus obras poéticas, escribió, como ya es dicho, el volumen en folio de los Anales de Aragón^ la Relación del torneo con que esta imperial ciudad solemni- zó la venida de la Infanta Doña María, hija de Felipe III, ^ 99 - cuando salió de España á desposarse con el Archiduque Don Fernando de Austria, Rey de Hungría y Bohemia, 7 otras obras, así originales como traducidas, de género muy diverso, pero todas de grande utilidad y enseñanza. Motivo de escribir estos libros fué el acrecentamiento de la gloria y bienestar de su nación. El entusiasmo que tenía Argensola por las cosas de Aragón era vivo y concienzu- do, y fundado en algo más que en los hermosos pero irre- flexivos ardimientos que excitá el dulce nombre de la pa- tria. El pueblo que á fuerza de tenacidad inquebrantable había logrado arrancar pedazo á pedazo el terruño arre- batado por manos enemigas; el que no teniendo ya en el continente tierras que conquistar , ni enemigos con quien combatir, se lanzó á través de los mares en busca de nue- vas victorias y conquistas, y se apoderó de las Baleares y de Cerdeña, de Nápoles y de Sicilia, y penetró con sus ar- mas en el remoto Oriente, y dominó en Grecia, y tremoló sus triunfadores estandartes en el Acrópolis de Atenas, é invadiendo el Asia llevó hasta el monte Tauro el estruen- do de sus victorias ; el pueblo que de tal manera señoreó en el Mediterráneo, que, según frase arrogantísima de uno de sus Almirantes , los mismos peces no habían de atre- verse á asomar sobre las aguas sin llevar en sus cabezas un escudo con las armas de Aragón ; el que en las postrime- rías de su independencia tenía aún en sus arcas bastante dinero para equipar las naves que al mando de Cristóbal Colón, aragonés de verdad*®^, iban á descubrir un Nuevo Mundo; el pueblo, en fin, que maravillosamente unido 102 Seg-ún grandes probabilidades Cristóbal Colón no nació en Géno- va ni en ningún punto del continente italiano, sino en Córcega y en la pe- queña ciudad de Calvi, conforme se colige de las investigaciones del pres- bítero Don Martín Casanova en su interesante libro La Vérité sur la patr ie et V origine de Chrisiophe Colomh. Ahora bien, según ha demostrado reciente- mente el Barón de Mora, por los anos de 1430, en que se supone el nacimien- to de Colón, Córcega pertenecía al reino de Aragón y en ella ejercían ju- risdicción sus Reyes por donación que de ella habla hecho el Papa Bonifa- cio VIII al Rey Don Jaime II en compensación de la isla de Sicilia. Y si — 100 — con sus egregios Monarcas cimentó su constitución en la más pura y generosa encarnación del derecho, legislación elogiada por muchos, imitada por algunos , deseada por todos, y que aún hoy es la admiración de los juristas más eminentes; este pueblo, tan heróicamente noble y batalla- dor, simbolizaba á los ojos de Argensola el trasunto de las virtudes sociales más sublimes y el padrón de los hechos más gloriosos que jamás ha llevado á cabo pueblo alguno en la tierra. Al recordar empresas tan hazañosas enardecíase bien Calvi resistió, álo que parece, al dominio de los Reyes arag-oneses, ni esta resistencia pudo alterar la fuerza del derecho, ni aparece claro que debiera ser considerado el territorio cálvense como parte de la "República de Génova, á cuyo favor acudía. El llamarse Cristóbal Colón en alg-unos documentos ciudadano g-enovés , no prueba que lo fuera de verdad, se- gún ha demostrado el dicho escritor Casanova. Sobre que de las arcas del reino de Arag-ón se sacaron los caudales con que se equiparon las naves, á las cuales se debió el descubrimiento del Nuevo Mundo, no puede ha^ ber la menor duda, estando plenamente demostrado que lo que se dice de que la Reina Isabel empeñara sus joyas para tal efecto , es una de tantas fábulas que corren en la historia con más crédito y aplauso que la misma verdad. Acerca de este punto es del todo concluyente lo que refiere Barto- lomé Arg-ensola en el libro 1.°, cap. X, de sus Anales por estas palabras: — «Se sabe ya, que la America (ansi llamada por Americo Vespucio, y después con impropiedad, Indias Occidentales, y nuevo Mundo) fue descubierta por Christoval Colon Genoves, armado, y pertrechado por nuestro Católico Rey D. Fernando. Mucho ayudó á ello laMag-nanimaReyna D."* Isabel su mujer, que honró, y favoreció al Colon. Y fué notorio, que como por g-astar enton- ces con excesso en la recuperación del Rey no de Granada, se hallassen los Reyes faltos de dinero, ofreció la Reyna sus Joyas, para que se empeñassen, y á Colon se le diese lo que para el descubrimiento pedía. Y las memorias de aquel tiempo dan testimonio, de que Luis de Santangel, Escrivano de naciones de Aragón, que juntamente con Alonso de Quintanilla, favoreciá al Colon, es quien animó á la Reina, y con razones de grave ponderación persuadió también al Rey, á que no consintiesse, que aquel animoso, y ce- loso Genoves ocurriesse á otro Rey, en cuyas manos librase un descubri- miento tan estupendo, y la estensión del Evangelio, en cuyo impedimento, ó en cuya exebución la Gentilidad interessava tanto. Y el Rey con aquella increíble capacidad donde pudiera caber muchos mundos, abracó la Em- presa del que llaman nuevo, y á Christoval Colon su Descubridor, á quien después díó título de Almirante, hizo las honras que oy viven en su Des- cendencia. Considerólo en los principios el Rey con madurez : y (por su mandamiento) el primer dinero, con que los Reyes alentaron aquel insigne Taron para la Empresa, fue llevado de estos Reinos. Ansi consta de los pa- peles guardados en la Tesorería General de Aragón, y la cantidad, por la — 101 — su imaginación y henchíase su pecho del más legítima orgullo. De estas hazañas hablaba en sus conversaciones; ellas eran el tema que ocurría con más frecuencia en sus cartas familiares, la idea que bullía de continuo en su men- te, la pasión que señoreaba avasalladora en su espíritu. En toda su vida fué la gloria del reino aragonés el objeto preferente de sus afanes y el estímulo que le aguijó en sus trabajos y estudios; pero al ser nombrado Cronista de este reino nobilísimo, creyó que nadie estaba más obligado que libranQa, y por los demás recados de aquel efeto, en cuyos Registros origi- nales quedó notado en esta forma: «En el mes de Abril M.CCCC.LXXXXII, •estando los Reyes Católicos en la Villa de Santa Fé, cerca de Granada ca- >pitularon con D. Christoval Colon, para el primer viaje de las ludias: y *por los Reyes lo trató su Secretario Juan de Coloma. Y para el gasto de la » Armada prestó Luis de Santangel, Escrivano de Raciones de Aragón, diez >y siete mil florines, etc.» Para memoria desto mandó, algunos años después el Rey, que con una parte del oro primero que Colon truxo de las Indias, se dorasen en Zaragoza los techos, y artesones de la Sala Real, en el gran Palacio, que (desde los Arabes, que en ella reynaron) se llamó Aljaferia. Y ^nsi, como no deve ser agraviada Castilla, permitiendo que los Escritores €allen lo que su Nación ha obrado en aquel Mundo, tampoco se ha de con- sentir, que alguno defraude al Rey Católico la gloria de aver dado principio á la mayor obra de la Tierra, de muchos Siglos á esta parte. Como ni á los Naturales de la Corona de Aragón, que han passado á las Indias, peleado, ■descubierto, y governado, fundado, y poblado Ciudades, y servido á la Religión Católica, de manera, que (siguiendo á su Rey en su estandarte) por aquel nuevo Mundo, no se han señalado menos, que cuando le hizieron Señor: de lo que tuvo en Levante, y tiene oy en Italia, en las Islas, y en lo demás que se sabe en Europa, en Africa, y en Asia. >— Sean estas her- mosas palabras de Argensola (concorde en esto con Zurita, según el cual el Rey Don Fernando fué quien mandó armar para Colón las naves con las cuales había de hacer el viaje á las Indias), refutación completa de las ca- lumnias con que algunos historiadores modernos han intentado mancillar el nombre del Rey Católico, á propósito del descubrimiento de América; sean testimonio elocuente de la parte eñcacísima tomada por el reino de Aragón en aquella hazaña para siempre memorable ; y ya que el mundo entero se prepara á celebrar en el año próximo el cuarto aniversario del maravilloso descubrimiento, dése por todos el honor debido á cuantos in- tervinieron en su ejecución, y al lado de los nombres de Castilla, Isabel la Católica, Deza y Marchena, brillen los de Aragón, Fernando el Católico, Cabrero, Santángel y Coloma, y entre los títulos con que el reino aragonés se presenta á la admiración del género humano, ostente el del cooperador más eficaz que tuvo Cristóbal Colóji en la empresa más grande y hazañosa que se ha realizado en la tierra. — 102 — él á mantener inmaculada la fama de Aragón, á depurar é ilustrar su historia y á embellecerla con las galas de su ingenio; y tal como lo pensó así lo cumplió, dejando en sus obras un monumento , que al par que las gloriosas empresas del reino de Aragón había de trasmitir perdu- rablemente á la posteridad el amor y entusiasmo inque- brantable que se abrigaba en el pecho de Argensola por los usos, costumbres y libertades de la patria aragonesa. Mientras estaba ocupado en tan loables y patrióticas ta- reas, vino la muerte á herir á nuestro escritor en una de sus fibras más delicadas y sensibles. El gran Conde de Lemos, su protector y amigo entrañable , aquel que en los días de su estancia en Madrid y Nápoles le había dispensado más que el favor de su protección el premio de su noble y sin- cera amistad , aquel á quien había servido Argensola con tanto celo y buena voluntad, que, como afirmó en su tes- tamento, «ninguna persona más de corazón ni con mayor deseo de acertar había servido á otra que él á su Excelen- cia», falleció en Monforte el día 19 de Octubre de 1622, á los 46 años de su edad, joven aun por consiguiente y cuando podían esperarse de sus eximios talentos los frutos más sazonados. No mucho tiempo antes había escrito á su docto amigo una carta llena de donaire y de erudición*^^^ en que le hacía observaciones muy ingeniosas sobre unos versos que el Rector de Villahermosa le había enviado; en ella mostraba vivir muy á su placer en el retiro á que le tenía arrinconado la envidia de sus enemigos, pasán- dose «muy lindos ratos , como decía , con los libros y con encomendarse á Dios» ; y terminaba su epístola diciendo: «Todo es risa, mihi crede ^ nisi vivere jucunde et severe mori.^ Nadie podía esperar que tan pronto hubiese de ve- rificarse en el prócer ilustre tan tremenda verdad. Grande fué la perdida que tuvieron en su muerte las letras y la pa- 103 Léese esta carta en las Obras sueltas de Argensola , página 381 y siguientes. — 103 — tria; gran duelo ocasionó el fallecimiento de aquel varón insigne á sus muchos amigos que habían cifrado tantas esperanzas en su virtud é ingenio *, pero á pocos debió de afectar más viva y entrañablemente que al ilustre poeta aragonés , á quien el Conde de Lemos había distinguido siempre con su afecto y que tan dulces ratos había pasa- do en su noble compañía. A vueltas de estos azares, tristes unos, alegres y placen- teros otros, se deslizaron los últimos años de la vida de Argensola, siendo respetado de sus compatricios, venerado por su ciencia y considerado como el honor más alto de las letras en Aragón. Los que estaban al frente de los ne- gocios del Reino le consultaban sus dudas , fiando en su ingenio y lealtad la defensa de los intereses más graves del público bienestar ; los varones más respetables por su au- toridad y saber se honraban con apellidarse sus amigos, y todos á una se gozaban en contarle entre los hijos más es- clarecidos que tuvo jamás el reino de Aragón y particular- mente la ciudad de Zaragoza. A concillarle este respeto contribuyeron sin duda no sólo su erudición y talento, si- no también la suavidad de su condición y la apacibilidad de su carácter. Fué siempre nuestro escritor grave en sus costumbres, respetuoso para con los demás y enemigo de ocasionar á nadie el más leve disgusto ó enojo. «Jamás, decía en carta á Fray Jerónimo de San José*"*, he dado de- sabrimiento á nadie por escrito ni de palabra.» Y en este juicio tiene que conformarse quien estudie bien su fisono- mía moral, tal como resulta de las acciones de su vida y de las ideas y revelaciones de sus escritos. Notables, en efecto, hubieron de ser las cualidades que adornaron el ánimo de Argensola para formar en su con- torno la atmósfera de respetuoso cariño de que estuvo rodeado toda su vida. Son muchos los testimonios que se 104 Obras sueltas, tomo II, p. 323. ~ 104 — conservan de ello en los escritores de aquel tiempo, no ha- biendo faltado tampoco quien se lo dijese al mismo Doc- tor Leonardo por estas hermosas palabras'^^: Mientras gozamos con igual contento, Señor Rector, los días ya perdidos, En el gusto los ojos detenidos No descubrían lo que agora siento. En esta soledad mi pensamiento De espacio os mira libres los sentidos; De esta fuerza secreta que rendidos Os da mil pechos ved el fundamento. Mi fe os alabe con silencio cuerdo: Si todo el mundo tanto amor os tiene, Grande es la causa de tan grande efeto. No penséis que os conozco porque os pierdo, Que alguna vez para juzgar conviene Apartar de los ojos el objeto. Pero donde mejor se revela el gran número é intimidad de estas amistades es en las mismas obras de Bartolomé de Argensola. Fuera de los Condes de Lemos , Duque de Villahermosa, Don Francisco de Castro, Don Fernando de Borja y demás ya citados, tuvo nuestro escritor gracia y cabida muy particular con Don Ñuño de Mendoza^ Con- de de Val de Reyes, con Don Rodrigo Pacheco, Marqués de Cerralvo, con Don Francisco de Borja, Príncipe de Es- quilache, con Don Diego Sarmiento Carvajal, Don Jeró- nimo de Eraso, Don Luís Ferrer , Don Martín Lamberto Iñíguez, Don Fernando de Soria Galvarro y otros perso- najes no menos ilustres de aquel tiempo. Con todos estos grandes señores cumplió Argensola aquellos oficios y de- beres que exige la cortesía , dedicando á unos hermosas y bien escritas poesías y recibiendo de otros igual paga ó muestra de ingenio. Además al hacer su testamento dejó para algunos mandas especiales que fuesen testimonio de 105 En el soneto que así empieza. — 105 — su buen afecto. Así sucedió con Don Martín Lamberto, Don Enrique de Castro, Canónigo de La Seo, y Don Juan Bautista de La Nuza , Obispo de Barbastro, siendo más señaladamente de notar la que dejó para su primer pro- tector el Duque de Villahermosa, por cuya alma ordenó se aplicasen no menos que mil misas, como ofrenda del buen recuerdo y agradecimiento que por él conservaba*°^. Mas entre todas estas amistades de Argensola , ninguna fué tan hermosa ni memorable como la que le unió con aquel insigne varón , uno de los más esclarecidos que hu- bo en su tiempo é igualmente ilustre por su virtud que por su ingenio, el tantas veces citado Fray Jerónimo de San José. Había nacido en Malle'n por los años de iSSy, y tenía por consiguiente veinticinco menos que Bartolomé Argensola. Llamábase en el siglo Don Jerónimo Ezque- rra de Rozas, y por la nobleza de su sangre estaba empa- rentado con lo más lucido de Aragón ; pero hallándose en el mayor florecimiento de su edad , y cuando más le ten- taban los halagos del mundo abriendo á su vista brillan- tísimo porvenir, renunció á todo profesando en i6i5 en la religión del Carmen Descalzo , la cual estaba entonces en los fervores en que la había dejado su esclarecida Fun- dadora. La grandeza de su ingenio y la excelencia de su virtud le dieron pronto á conocer entre sus hermanos y compañeros de Instituto, señalándole para los puestos más altos y distinguidos; mas aborrecedor de la honra y ambi- ción, y atento solamente al bien de su alma, prefirió la hu- milde y tranquila soledad , que tan bien se acomodaba al cultivo de las letras, á la cual le llevaba irresistible propen- sión de su natural. Muchos años vivió en la capital de Aragón dedicado al ejercicio de la virtud, al aprovechamiento de sus prójimos y á escribir libros excelentes , en especial la historia de su 106 Este testamento, de suma importancia para la vida de Argensola, se publica en el apéndice de este ensayo entre los Documentos justificativos^ — 106 — Instituto^ á la que consagró las fuerzas más activas de su ingenio. Su residencia en Zaragoza fué el honor de esta ciudad y el consuelo y solaz del gran número de amigos que logró granjearse con su virtud y literatura; pero entre las varias personas á quienes trató y edificó con su religio- sa conversación, quien alcanzó la parte mejor fué sin duda Bartolomé Argensola, cuya amistad con el santo carmeli- ta llegó á ser tan estrecha que , á pesar de la diferencia de los años, fué ésta entre las muchas que tuvo la más íntima y cordial y la que más placer le ocasionó en los postreros años de su vida. Evidentemente más que la semejanza de los estudios y aficiones literarias había unido á Leonardo de Argensola y á Fray Jerónimo de San José la identidad de sentimientos é instintos. Almas nobles y desinteresadas habíanse encontrado en la región serena de los afectos hi- dalgos y generosos, en el amor de la virtud y en el cultivo de la belleza artística. A poco de conocerse y tratarse, sus gustos y sus ideas se habían compenetrado de todo punto, sus corazones se habían entendido , y teniendo el uno en el otro la más sincera confianza, consultábanse sus dudas, comunicábanse sus penas y sus alegrías y ayudábanse mu- tuamente en sus trabajos y en los azares y desengaños de la vida. Bellísimas y sobremanera interesantes debieron de ser las efusiones de esta nobilísima amistad. Llevado en alas de la fantasía gózase el espíritu en asistir á las conversa- ciones que tenían estos dos varones insignes , tan deseme- jantes por el sesgo que habían seguido en sus vidas, como estrechamente unidos por iguales gustos y aficiones, el uno ya en el ocaso de su edad , el otro en el vigor de sus años, aquél lleno de la experiencia y enseñanza que le ha- bía comunicado el trato con los personajes más insignes de su tiempo, éste no menos enriquecido de doctrina y realzado además con el suave esmalte que da la virtud á todo lo que embellece con su influencia. Hermoso es con- — 107 — templarlos, ya sentados uno en frente del otro en la celda de Fray Jerónimo, ya paseando en la huerta del conven- to en aquellas horas en que al declinar del día la luz del sol se va atenuando porjmomentos, y las fuerzas de la na- turaleza parecen agotarse y desfallecer, y un ambiente de vaga melancolía se derrama por el horizonte y de todas partes semejan desprenderse hálitos de paz y de serenidad que invaden el alma y la reconcentran en su propio pen- samiento, ya departiendo amigablemente sobre las cosas y sucesos ordinarios de la vida, ya en aquellas ocasiones en que llena la mente de Argensola de la idea del enalte- cimiento de la gloria de Aragón que va á quedar vincula- da en sus Anales^ y absorbida la de Fray Jerónimo por el plan de la historia de su santísimo Instituto, discurren uno y otro sobre estos asuntos y ventilan entre sí la mejor manera de realizar los proyectos que bullen en sus cere- bros y se animan á llevar adelante sus nobles empresas. Dulcemente interesa oirlos discutir sobre alguno de los puntos infinitos que les sugiere su mucha doctrina , y ver cómo al calor de la sabia conversación brilla y «campea el ingenio capacísimo, sufrido, vencedor» de Fray Jeróni- mo, según le llamaba Argensola*^^ y cómo éste arrebatado Del vuelo de su espíritu gallardo, al decir de su buen amigo* ^, bebe en aquellas pláticas sabrosísimas la alteza de conceptos que tanto han de en- riquecer A su divina pluma que briosa En la media región florea el vuelo Con morales discursos provechosa. Grandes sin duda fueron los provechos que resultaron en uno y en otro ingenio de esta dulce amigable conver- 107 En carta escrita al mismo Fray Jerónimo. {Obras sueltas^ p. 335). 108 En el soneto de Fray Jerónimo de San José que empieza: «Oh quiéa pudiera, superior Leonardo.» 108 — sación. Entre otros á ella debió Fray Jerónimo muchas luces para su precioso libro Genio de la Historia, y el for- mar de él una obra por sí y más cumplida y dilatada de la que había preparado como prólogo ó introducción á la historia de su Orden, según le aconsejó Argetisola; y éste á su vez debió no pocos aciertos á la conversación de su ami- go para sus Anales de Aragón^ sobre cuya composición solía discurrir con él y pedirle á menudo su parecer y avi- so. Pero otros provechos más altos sacaron además aque- llos dos varones ¡lustres de sus amables conferencias: en ellas hubieron de encontrar sus almas generosas estímulos eficacísimos para levantarse sobre la esfera de ruines pa- siones en que se revuelve la generalidad de los mortales, para engrandecer sus inteligencias y para templarse y reju- venecerse los bríos de su virtud; aquellas dulces expansio- nes de la amistad hubieron de ser para ambos el consuelo más agradable de su vida, rayo hermoso de luz que á la vez que embellecía el ocaso de su existencia en este mun- do, les hacía vislumbrar la de otro mejor, donde amán- dose las almas con amor más puro, habían de juntarse y enlazarse eternamente con unión más bienaventurada y perfecta . Q.ueda indicado hace poco que la apacibilidad del carác- ter del Doctor Bartolomé Leonardo fué el motivo princi- pal de las durables amistades que ennoblecieron su vida. A la verdad, quien era tan afable en sus costumbres, tan recto en su intención y tan honrado en su trato , parece que tenía que encontrar en todas partes igual correspon- dencia de afecto ó por lo menos aquella indiferencia que, si no ayuda, no molesta ni hace enojoso el humano vivir. Y sin embargo de esto no fué así; antes, y aun á causa tal vez de la misma apacibilidad de su condición, no faltaron á Bartolomé Argensola quienes le molestasen y mordie- sen en vida y quienes ajasen su reputación después de su muerte, a A las ovejas, decía muy hermosamente nuestro — 109 — autor*®^, repitiendo el dicho de un sabio antiguo, les ha- cen daño su blancura y su mansedumbre: por la primera las descubre el lobo de lejos; por la segunda se les atreve.» Y tal pasó con Argensola: el resplandor de su ingenio no pudo menos de excitar el encono de los envidiosos, y la mansedumbre de su condición dar alas á la osadía de los murmuradores y malsines. Así, con ser tan universal- mente reconocido el mérito del tomo de sus Anales, y aun después de ser aprobado por los Diputados del Reino y desear su impresión no sólo éstos, pero también el mismo Monarca Don Felipe IV, no faltó un Doctor Carrillo, que, como declaraba Argensola**®. «hacía libros cada semana», que procurase estorbarla. Otros pedantes quisieron ver malignas alusiones á los maestros de armas Don Jerónimo de Carranza y Don Luís Pacheco Narváez, en un soneto, por cierto lleno de gracia y donosura , escrito por Leonar- do en ocasión en que ni por sueño podía acordarse de tales hombres****, y algunos escritores, en fin, no dejaron de za- herir con frases mortificativas el carácter así de Bartolomé Leonardo como de su hermano Lupercio**'\ 109 En carta á Fray Jerónimo de San José. (Obras sueltas, p. 323.) 110 Obras sueltas, tomo II, p. 330. 111 Cuenta Arg-ensola este lance en carta escrita á Fray Jerónimo. {Obras sueltas, p. 315.) 112 El mordacísimo Suárez de Fig-ueroa en su Passajero, libro lleno de picantes alusiones á la mayor parte de los escritores de su tiempo, nota á Lupercio, muy embozadamente seg-ún su costumbre, de altivo y desdeño- so. Más recientemente Don José Quintana en la Introducción á su Parnaso español, concluye su juicio acerca de los Arg-ensolas con estas palabras: «Elig-e uno ásus amig-os entre los autores que lee como entre los hombres que trata; yo confieso que no lo soy de estos poetas, que á juzgar por sus versos parece que nunca amaron ni estimaron á nadie. > Ninguno que co- nozca las cualidades morales de Quintana , tales como aparecen en sus escritos, le concederá buena mano en esto de elegir amigos; más bien des- confiará de su acierto, y aun tal vez crea que pueda verificarse en él lo que refiere Argensola de Séneca {Obras sueltas, pág. 342), es á saber, que «estaba contento desde que supo que desagradaba á no sé quién>, que es lo que decía Moratín: Más pesadumbre tuviera Si te gustaran á tí. — 110 — Entre estos escritores no cabe pasar por alto al insigne Lope de Vega. Es notorio que en el monstruo de la natu- rale'{a, como con fidelísima é inolvidable expresión le de- finió Cervantes, no anduvieron al igual las facultades de la mente y de la fantasía, de las más asombrosas con que se ha visto adornado hombre alguno, con las morales y políticas, y con aquellas, sobre todo, que teniendo su fun- damento en el corazón son las que más nos relevan y en- noblecen. «Dios , al decir de un escritor ilustre**^, no lo da todo á uno. Hizo de Lope un sér privilegiado, un mis- terio que en vano pretenderemos comprender y explicar. Pero á la manera que al pavón, en cuyas plumas púsolos colores del iris y el tornasol de los cielos, dotándole de feos pies para que al considerarlos pueda abatir la rueda de su soberbia, entregó á Lope en manos de la envidiosa pasión de los celos, que al más cuerdo desatina. Quitábanle el sueño los ajenos aplausos, mortificábale el ajeno elogio y reservaba el suyo para lo trivial y mediano, aguzando la sagacidad é ingeniatura en deslucir lo admirable.» Una de sus manías era creerse blanco de la envidia universal, él que envidiaba á todo el mundo y que no podía sufrir que nadie medrase y luciese á su lado. Todos, según él, tiraban á deslucir su gloria y á ajar el mérito de sus escri- tos. En cualquier expresión , aun la más inocente , veía alusiones depresivas á su persona; y quisquilloso y enoja- dizo cerraba contra el primero que se le ponía delante, ya con solapadas alusiones, ya con sangrientas invectivas. Sobre esto tuvo mil desazones y trabacuentas con Góngo- ra, Cervantes, Ruíz de Alarcón y otros. Los últimos lle- varon con nobleza de ánimo las debilidades del príncipe de nuestros dramáticos; no así el primero que, maldicien- te y procaz y terriblemente despeñado en la sátira, le res- pondió por los consonantes, disparándole unos sonetos que 113 Don Luís Fernández Guerra y Orbe, en su admirable libro Don Juan Luis de Alarcón y Mendoza^ p. II, c. III, p. 166. — 111 — son de lo más atroz que ha inspirado jamás la Musa de Persio y Juvenal. Quien vivía en continua pelamesa literaria con los es- critores más famosos de su tiempo, no podía menos de tener algo que decir del pacífico Rector de Villahermosa y aguardar de él ocasión de ruido. En carta divulgada re- cientemente, si bien nunca destinada por Lope á la públi- ca luz, le nota (á pesar de los elogios que de ordinario le daba, cosa muy conforme con su condición equívoca y voltaria) de querelloso y mal intencionado^^^. Ignoramos lo que hubiera respondido el Doctor Leonardo á esta acu- sación ; pero sí nos consta su respuesta al rumor que lle- gó á sus oídos sobre el recelo que abrigaba Lope, y que éste no se recataba de manifestar , de sus sospechas de que el Rector de Villahermosa le tomase por puntería en sus versos , sacando á relucir los defectos de su persona ó las aventuras de su vida. Esta contestación en forma de soneto la publicó el sobrino de Argensola , pero sin decir á quién iba dirigida, sin duda por respeto á Lope de Vega vivo todavía; por copias manuscritas se ha sabido de nue- vo su dirección , y ella es tan hermosa y manifiesta tan bellamente el ánimo pacífico y nada batallador de Argen- sola, que no podemos menos de trascribirla^^^. Codro, ¿mis versos temes? Yo concedo Que un limpio afecto arroje turbio indicio; 114 En carta de 30 de Noviembre de 1611 decía Lope de Veg-a: «La Academia del Sábado fué razonable En ella estuvieron Feria, Pastra- na, Don Antonio de Avila y otros de menor jerarquía. No se disputó nada porque fué fiscal el de Saldaña y es más bien intencionado que el Rector de Villahermosa.» «El Doctor Bartolomé Leonardo, dice Don Alberto de la Barrera, autor de la Nueva Biografía de Lope de Vega, había marchado á Ñapóles con el Conde de Lemos á principios de este año de 1611, y por lo tanto no asistía á la Academia {Imüatoriá)\ la observación de Lope es , al parecer, más que literaria.* {Nueva Biografía de Lope de Vega , tomo I, pág. 111.) 115 Obras sueltas, p. 40. Este soneto hállase en la edición de las Rimas con este principio: «No temas tú mis versos, Citaredo», con notables va- riantes, y sin indicar á quién va dirigido. — 102 — Mas recelarlo tú, no es artificio, Y ambición clara al señalar del dedo? Risa me causa recelar que puedo, Émulo á tus escritos ó propicio, Hallarme alg-una vez en tu juicio Aprobado por digno de este miedo. Aun en las fieras vemos permitido Instinto de imitar nuestros decoros En algunas acciones respetosas. Teman las uñas del león los toros; Mas pídanle perdón las mariposas, Si sojuzgaron dignas de un bramido. Bien pudieron recompensar los destemplados juicios de los desalumbrados satirizadores de Bartolomé Argen- sola los elogios entusiastas que rindieron á su ingenio los escritores más doctos y discretos de aquella edad. De algu- nos ya queda hecha mención en las páginas precedentes. Es imposible referirlos todos ; pero no deben omitirse los que dejaron consignados algunos aragoneses coetáneos su- yos, hombres doctos además y que como tales reflejan la opinión en que tenía al Doctor Bartolomé Leonardo la parte más granada de la sociedad aragonesa. Vaya en primer lugar el que le tributó en el Genio de la Historia el íntimo amigo de Argensola, Fray Jerónimo de San José, quien le llama á boca llena^^^ «el gran inge- nio de nuestra España y siglo» , y afirma de éP^'^ que «le debe nuestra España la más grave , sustancial cultura de la poesía y de la prosa, siendo en aquélla el Fénix deste siglo y en ésta la emulación de los antiguos, con que aña- dió un particular lustre y fama á los Goronistas de Ara- gón.» Otro que fué también amigo de Argensola, Fray Marco de Guadalajara y Xavierre , le apellida^^^ «varón por su singular elocuencia , digno de la primera alabanza», 116 En el Genio la Historia, part. II, c. IV. 111 Ibidem, part. I, c. IV. 118 En la parte quinta de la Historia Pontifical, c. XVI. 113 — y finalmente Don Francisco Diego de Sayas dice^i^ que En él la fe de Tácito respira Y Livio en leche su elocuencia extiende. No sería difícil añadir á éstos muchos parecidos elogios. Recuérdense además los que le tributaron Lope de Vega, Cervantes, Van der Hammen y otros, y de ellos podrá sacarse el concepto altísimo en que era tenido el Doctor Leonardo. Estos elogios demuestran el aprecio y entusiasmo que los contemporáneos tenían por Argensola. Prueban igual- mente su imparcialidad y justicia? En este punto , por grande que sea el entusiasmo que se tenga por el ilustre poeta aragonés , no es posible dejar de confesar , que si las alabanzas que dieron á Argensola escritores tan notables como Fray Jerónimo de San José, Lope de Vega, Cervan- tes y otros , fueron indudablemente sinceras , y tal vez no disonaron en los oídos de aquellos á quienes se dirigían, miradas á la distancia á que hoy las leemos no pueden menos de parecer exageradas y aun injustas. El ingenio de Bartolomé Leonardo fué grande sin duda, pero no tan- to que entre la muchedumbre innumerable de los que flo- recieron en su tiempo deba dársele el primer lugar, como decían Lope de Vega y Fray Jerónimo de San José^ ante- poniéndole á un Fray Luís de León, á un Cervantes y aun al mismo Lope. Dotóle Dios de grandes y excelentes cua- lidades. Resplandeció en él una intuición maravillosa de la belleza artística, y una no menos admirable disposición pa- ra reproducirla; su conocimiento de los modelos antiguos no fué menor que su perfección y destreza en imitarlos; pero no tuvo, á lo menos en grado igual á estas facultades, aquel dón de creación soberana con que han resplandecido los pocos escritores á quienes Dios marcó más profunda- 119 En un soneto que trae el Doctor Andrés Ustarroz en. el c. IV de sus Memorias, donde registra otros elogios del Canónigo Argensola. 8 — 114 — mente con su sello augusto, que los distingue por manera cspecialísima de todos los demás, y que en medio de la mu- chedumbre inmensa que se agolpa en el templo del arte los levanta por encima de todos, señalándolos á la admira- ción universal del ge'nero humano. A pesar de sus méritos literarios que nadie debe desconocer, hay que convenir en que Bartolomé Argensola fué un escritor castizo, elegante y atildado, pero no muy creador ni original; fué un gran humanista, en la acepción más amplia y generosa de la palabra, no un genio. Pero si el más célebre entre los escritores de Aragón no resplandeció con la más alta de las dotes intelectuales con que place á Dios enaltecer á algunos rarísimos entendi- mientos, brilló en él un conjunto de cualidades realmente maravillosas, fruto á la vez de la naturaleza y del estudio, y que por ser más accesible y humano es también más pro- vechoso y simpático al común de los hombres. En este conjunto adviértese una perfección ó excelencia que singularmente lo realza y engrandece y lo recomienda á nuestra particular admiración y estima. Esta perfección es el carácter de unidad que ofrece su vida. Destinada á realizar los grandes fines intelectuales y morales de la hu- manidad, la mente de Argensola no se desvió un punto de este fin, antes encaminó todas sus facultades á su más per- fecta realización j cumplimiento. «En el Rector de Villa- hermosa, diremos con uno de sus historiadores nunca se rompió la harmonía entre el sacerdote, el poeta y el historiador ; á la gravedad del eclesiástico, á la rectitud y diligencia del cronista, debía corresponder el poeta moral, honesto y erudito, que pone todo su empeño en enseñar la virtud práctica , corrigiendo antes en sí mismo que en los demás todos los extravíos, abusos y desaciertos tan gratos á nuestra genialidad meridional. Vació sus compo- 120 El Brigadier de Artillería Don Mario de La Sala en la biografía que publicó de Argensola en el Almanaque del Diario de Avisos del año 1882. - 115 - siciones en el molde horaciano; retórico de buena ley, hu- yó constantemente las transposiciones y retorceduras de los cultos; manejó la lengua castellana con tanta pureza, elegancia, naturalidad y harmonía que se hizo notable aun en aquella edad del buen decir, y será en todo tiempo mo- delo de estilo sobrio, castizo y majestuoso. En todas sus composiciones , lo mismo en las amorosas que en las satí- ricas, lo mismo en las religiosas que en las epístolas mo- rales y filosóficas á que fué tan aficionado , lo mismo en las traducciones de los latinos que en sus magníficos so- netos, que con justicia figuran en primera linea entre los mejores de nuestro Parnaso, se ve siempre al pensador profundo , que no se contenta con la estéril realización de la belleza, sino que aspira á que el arte llene misión más útil y elevada, prestando sus galas al triunfo de la moral, á la ensepanza del bien y al desprecio de todas las concu- piscencias.» Fiel, pues, el Doctor Leonardo de Argensola á los gran- des fines que sentía haber impuesto Dios como término de sus facultades, fué un gran literato, y juntamente un gran patricio y un buen sacerdote. Honró no solamente las letras, sino la Iglesia y la patria. La gravedad y ho- nestidad de su vida, su laboriosidad infatigable, el estudio continuo de los modelos clásicos, su afán y acierto en imi- tarlos , la aplicación de todas sus facultades al provecho común y al enaltecimiento de su patria serán títulos que honrarán eternamente la memoria de Argensola. Su inte- ligencia y su acción anduvieron en nobilísimo concierto. Dotado de grandes talentos, hizo buen uso de ellos, enno- bleciendo el arte que cultivó y siendo útil para sí no me- nos que para los demás. Habiendo desempeñado cargos de suma gravedad y compromiso y tomado la parte que le competía en los acontecimientos sociales de su tiempo, dió en todos ellos ejemplos de virtud, de pureza y hones- tidad de costumbres y de bien entendido amor á la^patria. — 116 — Por esto fué en su vida tan estimado y enaltecido; por es- to ha sido considerado siempre como uno de los ingenios más sanos y vigorosos de nuestra patria^ y de los que han dejado tras de sí huella más luminosa, más benéfica y fe- cunda***. La gloria de los pasados es honor de los presentes. Los talentos, las virtudes, las nobles y grandiosas hazañas de los que habitaron en otro tiempo la tierra que nos vio na- cer y cuyo aire respiramos, han dejado en su ambiente rastros de luz que han de iluminarla y enaltecerla para siempre. Sus recuerdos, á la vez que prendas de nuestro honor, son estímulo á nuestra virtud y porción la más preciada de nuestro patriotismo. Entre todas las partes ó provincias que componen la patria española , una de las más privilegiadas en este punto es la tierra aragonesa. En ella quiso Dios que hiciese asiento todo linaje de virtud y grandeza. La gloria de las conquistas y de las armas , la de los grandes Reyes y sapientísimos Legisladores , la de la abnegación y heroísmo popular han dejado en su histo- ria páginas tan brillantes cuales no las puede presentar ninguna de las provincias españolas. Nombres ilustres res- plandecen en el cielo aragonés que difícilmente se encuen- 121 El Doctor Andrés de Ustarroz en sus Memorias mss.^ c. IV, hablan- do de la disposición corporal de Argensola , á quien trató familiarmente, dice: Este retrato lo posee el señor Conde de Torre- Florida como recuerdo de familia. Hace poco tiempo que sacó de él una buena fotografía el Sr. Conde de la Viñaza. En la Galería de Españoles ilus- tres, publicada á últimos del siglo pasado por la Calcografía Nacional, hay otro retrato de Argensola admirablemente grabado en acero por el céle- bre Carmena. No se dice dónde paraba el original; pero entre él y el del Sr. Conde de Torre-Florida adviértense bastantes diferencias. El graba- do de Carmena, que exorna también la Colección de poesías de Argensola hecha por Sedaño, sirvió para el retrato que años atrás pintó el Sr. Unceta para el Casino principal de Zaragoza. — 117 — tran tan ¡lustres en todo el firmamento de España. Pero hay glorias que no se consiguen sino á costa de muchas lágrimas; hay nombres que no brillan sino porque están esmaltados con sangre. Triste condición la de la humani- dad, no poder á veces hacer el bien [sin ocasionar el mal, ni labrar la dicha y felicidad de unos sin la infelicidad y desgracia de otros! Feliz aquel á quien es concedido practicar la virtud sin dar motivo á nadie de molestia ó pesadumbre! Dichoso quien al salir de este mundo logra dejar un nombre puro ¿inmaculado, cuyo recuerdo no entristezca la mente ni amargue el corazón! Tal sucedió á Argensola; tal brilla su nombre en el cielo esplendente de la patria aragonesa. En este cielo hay nombres que resplandecen con luz más viva y con colores más brillantes y deslumbradores; pocos hay que despidan rayos más suaves y apacibles que el del Doc- tor Bartolomé Leonardo. Levantado en la región más alta del arte y del pensamiento, campea allí con un resplandor tranquilo y sereno, que deleita el alma y embelesa el co- razón. Habiendo sido enriquecido por Dios con los dones más altos de la inteligencia, y pudiendo aplicarlos en las diversas esferas en que se ejercita la actividad del hombre, eligió la parte mejor, aplicándolos á aquellos objetos que, siendo de suyo los más simpáticos al alma humana, son los únicos que verdaderamente la ennoblecen y subliman. El ideal de la eterna hermosura , la ley moral de la concien- cia humana , el bien encaminado amor de la humanidad y de la patria , fueron los objetos en que se emplearon las energías más poderosas de su ingenio y los afectos más vi- vos de su corazón. Glorioso empleo de su actividad; her- moso uso de su inteligencia y de su vida! Solamente lo que se inspira en estas grandes y sublimes ideas vive puro y sin marchitarse en la memoria de las ge- neraciones humanas ; únicamente la gloria que se alcanza con el desinteresado amor de tan nobles objetos hace éter- — 118 — na la fama y la nombradía de los hombres. Por esto mien- tras mil celebridades que brillaron un día han caído en la sima del olvido, la de Bartolomé Leonardo de Argenso- la no sólo no ha decrecido ni se ha menoscabado con los años, sino que se ha apurado y aquilatado más, resplan- deciendo cada día más viva en los fastos de nuestra histo- ria. Con razón se ha creído siempre enaltecida con su glo- ria la patria aragonesa. Bien ha hecho en perpetuar la me- moria de este hijo insigne, celoso entusiasta de su honor, vindicador de sus derechos, glorificador de su nombre. Noble y patrióticamente procede hoy al enaltecer los bla- sones de este ilustre varón, que por su vida pura y hon- rada, por los monumentos que dejó de su saber, por su memoria de todos bendecida, fué ejemplar de buenos ciu- dadanos , aliento de los estudiosos , emulación de los sa- bios, honor de la literatura, ornamento de Aragón, gloria de España. APÉNDICE DOCUMENTOS JUSTIFICATIVOS I Fe de bautismo de Lupercio Leonardo de Argensola\ Mossen Pancrazio Lañta, Benefiziado-Penitenziario de la Santa Iglesia Catedral de Barbastro, como Regente de la Vicaría perpetua de San Hipólito de la única Parroquia de esta ciudad, etc. Certifico: Que en el tomo 2.° de los de esta Parroquia, al folio 90 vuelto, se halla la partida siguiente: Al ma,Tgeii.-* Lupercio Leonardo.» A la cabeza: «1559.>-En el cuerpo: (debe ser diciembre según las partidas inmediatas,) *fué batizado Lupercio Leonar- *do, hijo dejua* (Juan) < Leonardo y de su mujer Aldonza tudela, fueron »conpadres de puerta mos. Jerónimo ¡asiera, prior cañó (Canónigo) y jua »(Juan) de la Siera de fuente Comadre juana Leonardo.*— F ara, que cons- te, á petizión del Síndico del Iltre. Ayuntam." Constl. libro la presente en Barbastro, á veinte. Febrero, mil ochozientos cincuenta i siete.— T^ín. Pancrazio La^ía.— Rúbrica. — Sigue el sello de la Parroquia pegado en papel blanco. Legalización. — Los infrascritos Escribanos de S. M., «Dios guarde» por todos los dominios de España, residentes y naturales de la ciudad de Barbastro en Aragón, que abajo signamos y firmamos, certificamos: Que Mn. Pancracio Lafita, Presbítero, por quien se halla extraída la anterior Partida de Bautismo, es Regente de la Vicaría perpetua de San Hipólito de la única Parroquia de dicha ciudad, fiel, legal y de toda confianza. Damos éste en Barbastro á los veinte y ocho días del mes de Febrero del año mil ochocientos cincuenta y siete.— Hay una rúbrica - En testim." *|* de verdad , Crescendo Muela-rúbrica-sin dros. — En tes- tim.° *í* de verdad , Eusebio OZtvera-rúbrica-sin dros. — En testim.° T de verdad Mariano Lacambra: rubricado.— Gratis seis rs. vn. Es copia fiel y exacta de la que obra puesta en cuadro en la Sala Capitular del Excmo. Ayuntamiento de esta población. Barbastro 28 de Agosto de 1891.— El Alcalde ejerciente, Gregorio Sahún. 1 Este documento y el siguiente han sido remitidos por el Ayunta- miento de Barbastro á petición de la Excma. Diputación provincial de Za- ragoza. II Fe de bautismo de Bartolomé-Juan Leonardo de Argensola. Mossen Pancrazio Lafita Andréu, Bclo. -Penitenciario de Ntra. Sra. del Pueyo en la Sta. Iglesia Catedral de Barbastro, como Regente la Vi- caría perpetua de S. Hipólito de la única Parroquia de la misma ciudad: Certifico: Que en el tomo 2.^ de los de esta Parroquia, al folio 127 vuelto, se halla la partida siguiente: A la cabeza de la pág/: «1562» (año de); al m2i.rgen:-Texto.— Eisdem die et loco. Ante la precia de mi Diego Fecet not.** >y de los testigos infros pareció personalmente constituydo el Dor. • Bartholome Leonardo de Argensola canónigo de la Seo Iglesia metro- — 126 — •politana de la Ciudad de Caragoca y Coronista del reyno de Aragón >domiciliado eu la dicha ciudad el qual estando enfermo et y por la > gracia de nuestro Sr. Dios en su buen seso ett. de grado ett. dixo que »habia hecho y ordenado su ultimo testamento ett. el qual estaba es- >crito y se contenia dentro de la pnte plica la qual dio y libro en poder >y manos de mi dicho e Infrato Notario presentes los testigos infrascri- >tos cerrada y al derredor con hilo blanco cosida y con un sello sobre >hostia colorada sobre papel impresso en el dorso de la dicha y pnte >plica sellada según que yo dicho Notario y los testigos infrascritos • ocularmente vimos et que Revocando ett. todos y qualesquiere testa- >mentos ett queria y quiso que la escritura dentro de la dha y presente »plica escrita y contenida fuesse y sea | su ultimo testamento ett Y me • Requería y Requirió que aquella no fuesse ni pndiesse ser abierta en »su vida del y que si el en su vida La pidiesse ami dicho Notario (o) a • mis sucessores en mis notas que yo y ellos se lo ayamos de restituyr • cerrada y sellada ett. Y que si el en su vida no nos La pidiese que • después de su muerte yo dicho Notario y dichos mis successores fues- • semos tenidos y obligados de abrir leer y publicar y en publica forma • sacar La dicha y presente plica ett de las cuales cosas ett Large= »Ts. Esteva Cátala y Jua perez escri.tes hafet.es en ga- »rag'^=yo el D.or Bart.e Leonardo de Argensola otorgo »lo sobrediclio=:yo Estevan Catalán soy testigo de lo so- »bredicho=:yo Juan Perez soy testigo de los obredicho ¡ • EN EL NOMBRE DE NUESTRO Señor Dios y de la gloriosissima • Virgen Maria madre suya y señora Nuestra, como persona alguna en • carne puesta de la muerte corporal escapar no pueda y no aya en el • mundo cosa alguna mas cierta que la muerte ni mas incierta que su • hora la qual en el animo de todo fiel Xptiano debe estar presente, Por •tanto sea atodos manifiesto Que yo el Licenciado Bartholome Leonardo • de Argensola Canónigo de la Seo Iglesia Metropolitana de la Ciudad de •Caragoca y en ella domiciliado y coronista que soy del presente Reyno • de Aragón, estando con alguna indisposición de mi persona y por la • gracia de nuestro señor Dios en mi buen seso firme memoria y | pala- •bra manifiesta Revocando y annuUando como por tenor del presente • Revoco y annuUo y por Revocados y nuUos doy he y hauer quiero to- ados y qualesquiere testamentos codicillos y otras ultimas voluntades •y disposiciones de mis bienes que yo antes de agora aya hecho y orde- • nadOj Agora de nueuo de grado y de mi cierta sciencia en aquellas me- •jores via modo forma y manera que conforme afuero dreeho seu alias •hacerlo puedo y deuo hago y ordeno el presente mi ultimo testamento • ultima voluntad ordinacion y disposición de todos mis bies muebles y •sitios donde quiere hauidos y por hauer en la manera siguiente: — 127 — »Et Primeramente encomiendo mi Al ¡ ma aNro Señor Dios criador >de aquella aquien humildemente suplico que pues la redimió con su >sacratissima sangre la quiera collocar con sus sanctos en su Gloria »Item Quiero ordeno y mando que siempre que yo muriere mi cuer- >po sea enterrado en la dicha Iglesia de la seo en la parte y lugar que »se acostumbran enterrar los demás canónigos della mis charissimos ^hermanos, endoude quiero se hagan mis defunción Nouena y cauo de »año bien y honrradamente aunque con toda llaneca y sin pompa algu- »na, Para lo qual quiero se tome de mis bienes y que en ello se gaste lo >que fuere necesario y amis executores infrascritos bien visto j »Item Quiero ordeno y mando que luego como yo fuere muerto con »la mayor breuedad que fuere possible me sean dichas y celebradas por »sufragio de mi Alma y en Remissión de mis peccados Mil Misas reca- >das en capillas priuilegiadas á Voluntad y election de mis executores > infrascritos, pagándose de mis bienes por la caridad de la celebración >dellas la cantidad acostumbrada >Item Quiero ordeno y mando que luego como yo fuere muerto mis » executores infrascritos funden en la Iglesia parte y lugar qae les pa- » reciere quatro Aniversarios perpetuos celebraderos cada un año per- >petuamente, el Uno por sufragio del Alma j y en Remissión de los pec- >cados del q.*^ Lupercio Leonardo de Argensola mi hermano secret.° que »fue de la Magd. Cessarea de la Emperatriz que aya gloria, y los tres >restantes por sufragio de mi Alma y en remissión de mis peccados y »por sufragio de las Almas y en Remissión de los peccados de mis pa- >dres y hermanos q' ayan gloria, Dándose por la charidad de la perpe- >tua celebración de los dichos aniversarios la cantidad necessaria • Item Por el amor que tuue al q.*' Illmo. Sr. Don Fernando de Ara- >gon Duque de Villahermosa quiero le digan por sufragio de su Alma >Mil Missas recadas en las Iglesias y partes que pareciere a mis execu- >tores infrascritos y la charidad dellas se pague de mis bienes >Item Dexo de gracia especial alos pobres del Hospital Real y Ge- >neral de Nuestra S." l de Gracia de la presente ciudad dos mil slos Ja- • queses, Y alos Hospitalicos de Niños y Niñas huérfanos della cada Du- >cientos sueldos, Y a la Capilla de la Madre de Dios del Pilar de la dicha »y presente Ciudad otros decientes sueldos, y al Monasterio de Nuestra >S." de Monserrate otros docientos sueldos »Item Quiero que lueg'O como yo muriese mis executores infrascritos ♦repartan Quatro mil sueldos de limosnas en los pobres q' les pareciere >Item Quiero ordeno y mando sea' pagadas y satisfechas todas mis »deudas aquellas q' por buena verdad constara q* yo devre aqualesqre. •persona (o) personas en qualqre.^maña. y porqualqre. causa (o) racon — 128 — >Item Dexo por parte y derecho de legitima herencia de todos los >dhos mis bies assi muebles como sitios donde qre. haui | dos y por ha- >ver aqualesquiere persona (o) personas que patte y derecho de legiti- >ma herencia en los dichos mis bienes puedan pretender hauer y alcan- >car cada cinco sueldos por bienes muebles y sendas arrobas de tierra >en los montes comunes de la dicha y presente ciudad por bienes sitios >con lo cual quiero y mando se ayan de tener y tengan por contentos >satishechos y pagados de toda y qualquiere parte y derecho de legiti- >ma herencia que en los dichos mis bienes puedan pretender hauer y al- > cancar y que tan solamente alcancen lo que por mi en virtud del pré- nsente les fuere dexado, Y amayor cautela Dexo por drecho de legitima i)al lUmo. Sr. Arcobispo de Caragoca mi Prelado mi Brebriario con | >que reco >Item Digo y Declaro que todas las mantas que se hallaren sueltas > entre mi ropa son de Anna Maria Leonardo mi hermana Y assi quiero »se le den luego >Item Dexo de gracia especial aladicha Anna Maria Leonardo mi «hermana veynte mil sueldos Jaqueses los cuales mis executores infras- • critos le ayan de assignar y dar en uno de los mejores censales que yo »tuuiere, y porque no se como capitulo quando caso con el Dor. Jusepe >Trillo su marido quiero que cuando se le assigne el dicho censal sea jücon condición que ella en su caso y sus herederos y successores en el »suyo quando se disoluiere el dicho matrimonio lo ayan de | sacar en- >teramente y sin dimiitucion alguna, loqual eldicho su marido aya de >consentir assi hazieudose en racon dello los actos que conuinieren para >seguridad déla dicha mi hermana y a voluntad de mis executores in- »frascritos >ltem Dexo de gracia especial á Miguel de Pilares Nott.° y ciuda- >dano de la ciudad de Barbastro veynte mil sueldos Jaqueses los quales >mis executores infratos le ayan de pagar consignándole la dicha can- >tidad en uno (o) en mas de los censales que al tiempo de mi muerte yo »tuuiere y a ellos pareciere consignarle, los quales dichos veynte mil >sueldos dexo al dcho | Miguel de Pilares con expressa condición y pac- >to que el aya. de disponer dellos en sus hijos legítimos como le pare- >ciere y no en otras personas algunas >Item Dexo de gracia especial á los hijos y descendientes de Fran- » cisco Guerguete y Isabel Tudela su mujer y hermana de mi madre que >aya gloria vezinos de la dicha ciudad de Barbastro veynte mil sueldos > Jaqueses los quales mis executores infrascritos ayan de repartir y dis- >tribuyr entre los sobredichos por el orden y de la manera que les pa- >reciere Attendiendo ala necesidad y virtud que cada uno dellos huuie- »re ya la Repartición y distribu | cion que los dichos mis executores — 129 — >hiciere' se aya de estar y este sin recurso alguno y ellos puedan pa- ngar y paguen los dchos veynte mil sueldos en dinero de contado (o) en »uno (o) en mas de los censales que yo tuviere >ltem En señal de Amor dexo de gracia especial al muy lite, y Rmo. >Sr. D. Fray Gerónimo Baptista de la Nuca electo Obispo de Balbastro »una Medalla que tengo de oro con el Retrato hecho de Relieue de Nues- >tro muy Sto. Padre Paulo Papa Quinto con una empresa que alinde a >la coronación de su santd. la qual Medalla dexo al dicho señor Obispo »por las muchas indulgencias q' aquella tiene, y suplico á su | señoría »sea seruido de encomendar a Dios mi Alma »Item Dexo de gracia especial y en señal de Amor á Don Henrrique j>de Castro canónigo de la dicha Iglesia de la seo Dos brebriarios prime- >ro y segundo muy curiosos y buenos que vienen entre mis libros, Y >por la misma causa dexo de gracia especial al licenciado Juan Pérez »de Artieda Canónigo de la dha Iglesia de la seo un Tertuliano que >tengo con comento de Pamelio por ser libro tan curioso y docto >Item Dexo de gracia especial y en señal de amor a Martin Lamber- »to Iñiguez ciudadano de la dicha Ciudad todas las obras que tengo del ))Marin y las búlgaros Italianas que uienen en las Gauetas de mi escri- >torio I grande de ébano »Item Digo y declaro que el Sr. Don Gerónimo de Pimentel hijo del »Sr. Conde de Benauente me ha de embiar de Milán en Pliego del Sr. >Marques de Gelues Quatro viriles de christal los dos de los quales dexo >ala dicha Iglesia de la seo para que siruan al sanctissimo sacramento >Y los otros dos dexo ala dicha Iglesia de nuestra señora del Pilar para »el mismo effecto »Item Dexo de gracia especial y en señal de amor á la señora Doña >Geronima Caporta un Relicario que tengo dentro de una bolsa Acul »y vna cadenilla de oro de que aquel esta pendiente y quince piedras ! »de Pucol para hacerse unas Manillas »Item En señal de amor Dexo de gracia especial á Diego Fecet No- »tario puc.'' del Numero de la dicha ciudad una ropa que tengo de Da- »m9.sco aforrada en Martas »Item Dexo de gracia especial a Angela de Requesens hauitante en »la dicha ciudad Dos mil sueldos y de las piecas de Cambray que yo he >traydo quiero que mis executores infrascritos le den la parte que les > pareciere «Item Dexo de gracia especial a Gerónimo Requesens Notario Real :>habitante en la dicha ciudad Mil sueldos >Item Dexo de gracia especial a Pedro Monrroy criado mió por lo bien >que me ha seruido Dos mil sueldos Jaqueses — 130 — »Item Quiero que las Reliquias bálsamos Rosarios cosas de olores y • otras alí»'unas que yo he traydo de Italia y son irias de curiosidad que >de Valor se distribuyan de la manera que pareciere amis heredero y >executores infrascritos tomándose dello el dicho mi heredero lo que >tuQÍere por bien y fuere de su gusto >Item Quiero que lueg"o como yo fuere muerto se embie ala Exma. > Señora Doña Juana de Pernestan Duquesa de Villahermosa aquien yo «-sumamente 1 he desseado y deseo seruir vn Brebriario que teng-o afo- >rrado en terciopelo carmesí y me lo dio La Sra. Princesa de Caserta su >hermana y fue de la Sra. Doña Maria Manrrique su madre, para que >su Ex/ lo de a su Alteca de la Serma. Infanta Margarita (o) a la Sra. >Sor Luysa de las llagas hija de la dicha Sra. Doña Maria Manrrique »Item Quiero que la Sra. Doña Marianna de Albion mi hermana y »Don Grabriel Leonardo de Albion su hijo y sobrino mió no obstante lo >que yo abaxo dispongo Tomen á sus manos un Relogico que tengo de > Milán labrado de cristal y muy curio | so y Un librico de oro esmal- >tado que me dio la dicha Sra. Princesa de Caserta y una cadena de ^broches que tiene sesenta plecas y Un Relicario de oro esmaltado que >en la vna de las puertas del esta el Glorioso Sn. Gerónimo y quatro sor- »tijas que tengo de esmeraldas muy lindas y una de un diamante que • tengo que aunque es pequeño es muy lindo y rico y otra que tengo de >un camafeo que se huuo de la Almoneda del Rey nto. Sr. y tiene el • Retrato de la Magd. del Rey Don Phelippe segundo, todo lo qual quie- >ro que se guarde por los dichos mi hermana y sobrino y que quando • aquella secasare lo den en señal de amormio ala muger con quien se • casare que yo quisiera | Regalarla y seruirla con cosa de mas conside- • racion Pero por ser todo esto muy bueno y curioso me ha parecido • que para que tuuiesse memoria de mi y se acordase de Rogar a Dios • por mi Alma acceptaria este seruicio por muestra de mi voluntad • Item Quiero que mis executores infrascritos repartan como les pa- • reciere entre los infantes sacristanes y otros ministros de la sacristía • de la dicha Iglesia de la seo unos ceñidores que he traydo de Italia • Item Quiero que si a la dicha Doña Marianna de Albion pareciere »q' se deuen a Doña Isabel del Campo de Ñapóles cin | quenta Ducados • de aquella moneda se le paguen luego de mis bienes • Item Por quanto he entendido que el Dor. Juan Berbegal Canónigo • de la dha Iglesia de la seo pretende que se le deuen Dos mil sueldos • que el dio en la presente ciudad -para que yo los diesse en Madrid al •Capitán Berbegal su hermano y q* no se le dieron De lo qual yo por • agora no tengo ninguna noticia acuerdo ni memoria, Pero tampoco • quiero que por racon dello me quede ningún genero de escrúpulo, Por — 131 — »tanto quiero que enracon de los dichos Dos mil sueldos se aya de estar >y este aloque el dicho Dor. Juan Berbegal dixere, De manera que si el »dixere que tiene satisfacción que los dhos | Dos mil sueldos no fueron »pa gados al dicho Capitán Berbegal su hermano sele paguen luego ael »ltem Digo y Declaro que vienen dos cofres de libros míos que me »trahen de Italia y que entre ellos viene el segundo bolumen de los ^consejos del Marques de Alarcon éntrelos quales viene uno muy per- ))judicial al presente Reyno de Aragón y que si el dicho Marques em- »biase otro consejo para que se ponga en el dicho libro en lugar del di- >cho consejo tocante a Aragón queen tal caso del dicho bolumen se »quite el dicho consejo tocante a Aragón y otro que ay tocante a Judice >y otro que ay tocante al Abbad Lamana | y otro que ay tocante al > Principe destillano que la causa que ay para hacerse esto ya yo la he >dicho al dicho Diego Fecet confiriendo con el el presente mi testa- amento »Item Por quanto tengo un quadro de la Adoración de los Reyes que )>lo estimo y precio mucho, Por tanto quiero que el dicho Don Grabiel >Leonardo mi sobrino tenga conseruey guarde el dicho quadro como »cosa por mi muy preciada y estimada y si Dios le diere hijos lo dexe >Vinculado al que fuese señor de su casa .ya los que le succedieren en • ella fitem Quiero ordeno y mando qe. I luego como yo fuere muerto mis • herederos y executores infrascritos vendan todas las cadenas, Plata, • Colgaduras, Quadros, escritorios Ropa blanca y otros alhajas y mue- »bles de casa que tengo exceptado délo que arriua he dispuesto y lo que >a la dicha Doña Marianna de Aluion mi hermana y al dicho Don Gra- »biel Leonardo.de Albion mi sobrino les pareciere ser de su gusto y >por esa causa se quisieren quedar con ello Y todo lo que procediere y >se sacare de lo que assi se vendiere quiero que se cargue acensal sobre • lugar Realenco (o) de Iglesia del dicho y presente Reyno a tuto y se- • guro a I nombre y en fauor del dicho Don Grabiel Leonardo de Albion • como heredero mió para que assi lo que delosobredicho resultare y • conforme aellose cargare quede sujeto a los Pactos Condiciones y Vin- óculos aque conforme a lo infrascrito han de quedar los bienes compre- •hendidos en mi vniuersal herencia infrascrita • Item Por quanto yo amo mucho ala dicha Anna María Leonardo mi • hermana y deseo que tenga muy competente comodidad y se que lo • mismo quiere y desea el dicho Don Grabiel Leonardo mi sobrino y que •la estima y ama \ como si fuesse su propia madre y no teniendo como • no tiene hijos me ha parecido que para disponer por su Alma (o) otras • cosas en que quisiere le bastan los Veynte mil sueldos que le dexo, • Pero pareceme quees necessario que se le acuda con alguna renta para — 132 — «durante suuida si amis execiitores infrascritos les pareciere que la ha • menester Por tanto quiero ordeno y mando q' los'dichos mis executo- »res vean y arbitren esto y según su posibilidad y necesidad y las fuer- >cas de mi hacienda le consignen para durante todo el tiempo de su »vida naturalynomas la annua renta que les | pareciere para ayuda de >su Viuienda y gastos Y porque se que me ama mucho al dicho Dor. » Jusepe Trillo su marido y yo también lo amo con mucha ternura y co- »mo ahermano proprio quiero que los dichos mis executores puedan dar «> facultad aladicha mi hermana de que de la parte de la renta que aella >se le consignare ya ellos pareciere pueda siquisiere disponer eneldi- >cho su marido en caso que el le sobreuiuiere para que la tenga usu- »fructue y goce durante su vida natural tansolamente »Item Ruego y encargo mucho al dho Don Grabiel Leonardo de Al- »bion mi so 1 brino que luego como yo fuere muerto Recoja todos los • Registros cartas cosas y papeles tocantes al officio en que he seruido >al Exmo. Sr. Conde de Lemos en el entretanto que ha sido Virrey de «Ñapóles y que todo ello como cosa tan importante lo guarde con mu- >cho cuydado para poder dar racon y cuentadello y satisfacion de lo >que he seruido siempre que conuiniere. Y assimismo Quiero que el di- >cho mi sobrino Recoja todos los demás papeles que tengo de buenas • letras yqueyo por mi particidar curiosidad y gusto he trabajado los • quales quiero que guarde para si y su entretenimiento sinque se es- • parca' | ni vayan amaños ajenas que en fe desto no mando que se que- • men todos • Item Todos los otros bienes assi muebles como sitios donde quiere •hauidos y por hauer míos y ami pertenecientes y que pertenecerme • pueden y deuen podran y deuran en qualquiere manera y tiempo y ► por cualquiere causa (o) raco' los quales quiero aqui hauer y he por • nombrados y confrontados deuidamente y según fuero del presente • Reyno de Aragón y que sobraran hecho y cumplido todo lo sobredicho • Dexolos de gracia especial y de aquellos heredero mió vniuersal hago • e Instituyo al dicho Don Grabiel | Leonardo de Albion mi sobrino con >tal Pacto Vinclo y condición y no de otra manera que si acaeciese lo >que Dios no mande aquel morir sin hijos suyos legitimes ni descen- • dientes dellos (o) hauiendo muerto contales hijos aquellos acaeciere • morir menores de edad de poder testar Que en qualquiere de los dichos • casos mis executores infrascritos (o) la mayor parte dellos ayan de • disponer y dispongan de los bienes comprehendidos en la sobredicha • mi vniuersal herencia enparientes mios pobres según su calidad y en • sacriñcios limos | ñas y otras obras pias de la manera qe. bien Visto • les fuere y les pareciere ser mas conuiniente para el servicio de Dios 3'' • descargo de mi conciencia Y porque se me deuen muchas cantidades — 133 — »de dineros de que ya el dicho mi heredero tiene noticia quiero que »aquel las cobre y carg-ue acensal en su favor como heredero mió como »arriua lo dispong-o en respeto de lo que procediese del oro, Plata, y • muebles que se han de Vender para que lo que assi se cargare quede » sujeto alos mismos pactos Vinclos y condiciones aque conforme aloso- »bredicho han de quedar los bienes comprehendidos en la sobredicha >mi vniuersal herencia En el cumplimiento de lo cual y enque sobre »ello no aya nin | guna fraude encargo mucho la conciencia del dho >mi heredero )>Item Dexo executores del presente mi Ultimo Testamento y exone- «radores de mi Anima y conciencia al Iltrao. Sr. Don Martin Bapta. de »la Nuca Justicia de Aragón, y a Don Alonso de Villalpando Cauallero • domiciliado en la dicha ciudad ya los dhos Doña Marianna de Albion, »Don Grabiel Leonardo de Albion, el Licenciado y canónigo Juan Pérez »de Artieda el Dor. Jusepe Trillo y Anna Maria Leonardo su muger y » Diego Fecet alodos (o) ala mayor parte dellos concordes alosquales >doy todo aquel poder y facultad que á | executores testamentarios con- » forme afuero drecho seu alias se puede y deue dar y atribuyr Et quie- bro que siempre q' alguno de los sobredichos (o) de los que en su lugar » conforme a lo infrascrito fueren subrrogados y nombrados muriere (o) > Renunciare que entalcaso y siempre q' aquel acaeciere los que queda- »ren (o) la mayor parte dellos puedan subrrogar elegir y nombrar otro «executor q' bien visto les fuere en lugar del que huuiere muerto (o) > Renunciado y el mismo poder que este tenia tenga el que assi se hu- »uiere subrrogado sin que en esto se pueda entrometer ningún Juez «ecclessiastico ni seglar »ltem Humildemente suplico alos Exmos. Señores Don pedro Fer- »nandez de Castro y Doña Catalina de Rojas y sandobal Condes de Le- >mos mis señores sean seruidos de recluir | debaxo de su amparo y pro- »tection al dho Don Grabiel Leonardo de Albion mi sobrino alqual les • presento con la virtud ingenio buenas partes y entrañable deseo que >sus Exas. han podido hechar de ver en el que tiene de acertar a seruir- »les y tanbien con los seruicios proprios suyos y los de su padre y mios • para que continuando los vnos y los otros pueda acabar en seruicio de »sus Exas pues desde su niñez comenco á emplearse en el y humilmte • suplico a sus Exas. pongan el sujeto y seruicios del dho Don Grabiel • mi sobrino en manos de los Exmos. Sres. Duques de Lerma y Condesa »de Lemos mis Sres. y Padres de sus Exas. p.^ que se le haga mrd pues • sus partes son con ventaja aproposito del servicio de su Magd. y me • perdonen si en el discurso del tiempo q' les he aeruido he hecho algu- • nas faltas (o) descuydos en su seruicio assegurandoles q' ninguna per- • sona I mas de coracon ni con mayor deseo de acertar ha seruido a otra ~ 134 — >q' yo asas Exas. Y aunque de la gran mrd y fauor q' sus Éxas. han >liecho al dicho mi sobrino podía yo estar assegurado de q' se la han de » hacer en todo lo que conuenga para su mayor honrra y acrecenta- > miento Pero por la gran ternura conque le amo yporlo mucho que me >tiene obligado por su virtud y buenas partes íio he podido en este ul- »timo trance escusar el suplicar esto asus Exas. ni de dexarles prenda »tan propria y cara mia para q' en mi lugar les sirua y supla mis fal- >tas »Item Suplico muy encarecidamte. ala dha Exma. Sra Duquesa Do- >ña Juana de Pernestan ya los Exmos. Sres. Duques de Villahermosa ))Sus hijos que | en consideracio' de lo qe. mi hermano y yo nos haue- >mos siempre preciado de criados de sus Exas. y deseado de todo cora- »con y sin respetos algunos seruirles sean servidos de amparar al dicho >Don Grabiel Leonardo de Albion mi sobrino haciéndole officio de seño- »res y fauoreciendole y haciéndole mrd. en todo lo que para su acre- >centamiento se le offreciere Pues el qe. el tuuiere y todo lo que el fue- >re lo ha de emplear en seruicio de sus Exas Reconociendo siempre qe. »su padre y el y yo somos hechuras de las manos de sus Exas. >Item Quiero que mis ejecutores arriba nombrados a mas de los qua- »tro mil sueldos que conforme alosobredicho han de repartir de limos- >nas repartan otros seys mil sueldos mas de manera qe. en todo sean >diez I mil sueldos, Yassimismo quiero queentre los criados y criadas de »la dicha mi hermana qe. me siruen en esta mi enfermedad por el tra- >bajo qe. en ella tienen les repartan seys cientos sueldos Jaqueses como >les pareciere »Este es mi ultimo testamento vltima voluntad ordinacion y dispo- >sicion de todos los dhos mis bienes assi muebles como sitios donde » quiere hauidos y por hauer el qual quiero balga por drecho de testa- >mento, y si por tal no valiere (o) pudiere valer quiero valga por drecho >de codicillo (o) deotra qualquiere vltima voluntad ordinacion y dispo- • sicio' de bienes qe. conforme afuero drecho seu alias mejor puede y »deue valer. > | Et assi abierta leyda y publicada La dicha plica siquiere Testamt.° por mi dicho Nott.° como dicho que incontinenti el dho Don Gabriel Leonardo de Albion requirió por mi dicho e inffro nott.° ser como fue hecho y testificado el pnte aceto ett Large. Ts. Qui supra Prox. nomi- nantr. Atesto que cuando se abrió dicho test." se aliaron los sobrepuestos siguientes en aquel, terciopelo; ne: infantes; y que no se lo dieron; y Les pareciere ser mas conuiniente para el serbicio de Dios y descargo de mi conciencia; arriua nombrados; y de enmendado donde se le al.